Un pequeño pueblo español acoge a los turistas extranjeros que van en busca de tipismo. La pensión «Las Dos Hermanas» está regida por Marta y Verónica, dos mujeres maduras, la mayor de las cuales, Marta, ve con malos ojos la exhibición impúdica de carnes por parte de las extranjeras. Cuando una de esas turistas muere por culpa de un empujón que ella le propina, entra en una espiral de horror de la que no escapará la apocada de su hermana.

Dirección: Eugenio Martín. Producción: Vega Films, Mercofilms, Azor Films. Productor: Eugenio Martín. Productor ejecutivo: José López Moreno. Guion: Eugenio Martín, Antonio Fos. Fotografía: José F. Aguayo. Música: Antonio Pérez Olea. Montaje: Pablo G. del Amo. Dirección artística: Adolfo Cofiño. FX: Pablo Pérez (efectos especiales). Intérpretes: Judy Geeson (Laura Barkley), Aurora Bautista (Marta), Esperanza Roy (Verónica), Víctor Barrera [acreditado como Vic Winner] (Eduardo), Lone Fleming (Helen Miller), Blanca Estrada (Norma), Carlos Piñeiro (Luis), Loreta Tovar (May Barkley), Montserrat Julió (Beatriz), Fernando Villena (doctor), Fernando Hilbeck (alcalde), Herminia Tejela, Mery Leyva… Nacionalidad y año: España 1973. Duración y datos técnicos: 87 min. – Eastmancolor – 1.85:1 – 35 mm.

 

 

«Solo hay dos tipos de hombres: los justos que se creen

pecadores, y los pecadores que se creen justos».

Blaise Pascal (1623-1662)

 

Hacia los años sesenta España intentó irse abriendo al extranjero, en busca de las divisas monetarias que ello suministraba, y así se implantó nuestro país como un lugar donde se vendía sol y playa, pero también el tipismo local, con toros, flamenco y olé. Fue Manuel Fraga Iribarne, responsable de Información y Turismo entre los años 1962 y 1969, quien propició el llamado aperturismo. Con gran lentitud, nos fuimos abriendo a un mundo que nos había superado con creces en diversos aspectos. Al principio, la aparición de turistas extranjeras en bikini causó un impacto, pero finalmente se hizo la vista gorda por parte de las autoridades por aquello de que «la pela es la pela». Películas como El abominable hombre de la Costa del Sol (1970) o Tres suecas para tres Rodríguez (1975), ambas de Pedro Lazaga, reflejan muy bien cómo se veía a nivel de la calle esta llegada, y cómo los curritos carpetovetónicos contemplaban a la mujer extranjera.

Eugenio Martín, un director que logró por la época cierta serie de éxitos comerciales, como es el caso del doblete de cocido wéstern formado por El hombre de Río Malo / …E continuavano a fregarsi il milione di dollari / Les quatre mercenaires d’El Paso (1971) y El desafío de Pancho Villa / Pancho Villa / Vendetta (1972), o el estupendo film de terror y ciencia ficción Pánico en el Transiberiano / Horror Express (1972), le dieron el empujón necesario para abordar un proyecto que tenía en mente, y que era un drama con elementos de crónica negra y terror donde denunciaba la hipócrita moralina religiosa por parte de un sector anquilosado de nuestra sociedad.

Al respecto, el director contaría: «Antonio Fos y yo leímos la noticia en un periódico relacionada con la intolerancia religiosa y pensamos que podíamos hacer algo dentro del género de terror, puesto que en aquel momento si no era así no había forma de colocar la película. Pero no debía ser solo una historia de suspense, sino que tenía que poseer unas connotaciones de inmediatez española». Y añadía: «El personaje de la hermana mayor requería un componente de apasionamiento y ceguera que le iba perfectamente a Aurora. Ella, más intolerante, era la que dominaba a Esperanza, que era la débil y se dejaba manejar. Junto a estas, la presencia de actrices extranjeras contribuía a un lanzamiento internacional. Contamos con la inglesa Judy Geeson y, gracias a ella, pudimos hacer la coproducción con Inglaterra. Además, eso incidía en el sentido que buscábamos, es decir, que las hermanas españolas, Aurora Bautista y Esperanza Roy, fueran las intolerantes frente a lo que representaba el mundo exterior, representado por Judy Geeson»[1].

Las protagonistas son dos hermanas. La mayor es Marta —interpretada por Aurora Bautista, otrora representante del cine propagandístico español, con Agustina de Aragón (1950), de Juan de Orduña, en cabeza—, y la menor Verónica (Esperanza Roy). Marta es una puritana beata, que se escandaliza ante la visión en topless de las desvergonzadas turistas extranjeras. Cuando echa la bronca a May Barkley (Loreta Tovar), la empuja por las escaleras, de tal modo que esta se da contra una vidriera de temática religiosa y un cristal la degüella, matándola. El trozo de vidrio ofrece una representación de una espada, que aparece ensangrentada, y Marta lo ve como un mensaje divino que la impulsa a expurgar el pecado. Lo curioso del caso es que esta beata se excita luego contemplando a niños impúberes desnudos y, consciente de su falta, se autoflagela, literalmente, andando entre unas zarzas como expiación.

Verónica, por su parte, semeja más abierta. A veces, de forma tímida, echa en cara a su hermana su intolerancia, pero no para de secundarla una y otra vez, y parece más arrepentida de echar en cara a Marta su actitud que en los constantes apoyos que le va ofreciendo, participando en los crímenes cada vez con mayor delectación. Como muy bien destaca José Luis Salvador Estébenez en su reseña de la película[2], Verónica «vendría a equipararse al [proceder] de cierta parte de la población que, con su apatía y pasividad, acababan convirtiéndose en cómplices y culpables de los desmanes de los exaltados». La mujer mantiene un idilio con un jovencito que les hace chapucillas, Luis (Carlos Piñeiro, en su debut cinematográfico); Marta lo sabe y se lo reprocha a su hermana, pero también le contempla con ojos libidinosos.

Ese primer crimen, provocado por accidente, es el principio de una serie de acciones ya conscientes, donde diversas turistas van cayendo víctimas de sus ataques. De forma paralela a ello, vemos, por un lado, la actividad de esas turistas, más o menos «liberadas», según el caso, y las reacciones de los habitantes del pueblo, donde los hombres, sentados ociosamente en la plaza, contemplan la llegada de las extranjeras con tanta delectación como represión, desde los más jóvenes a los más ancianos.

Al lugar llega otra inglesa, Laura Barkley (Judy Geeson), que había quedado con su hermana, May, y le dicen que esta ha abandonado el lugar. Sorprendida, permanece allí unos días, por si reaparece, y establece relación con un hombre del lugar, Eduardo (Víctor Barrera, escudado en su habitual seudónimo de Vic Winner), que estudia arte. Ella lo acompaña al museo, y ese detalle lo utiliza Eugenio Martín para insertar algunos planos de pinturas antiguas donde los rostros de los personajes vienen a representar un reflejo de esa represión puritana que aún se ostentan en las calles de ese pueblecillo innominado, exponente metafórico de la España profunda de la época.

Una vela para el diablo —sugestivo título— es una mirada reflexiva hacia los comportamientos de una moral hipócrita, que juzga a los demás desde unas normas estrictas que no se aplican a uno mismo. En este tipo de gente, el mal siempre viene desde el otro, desde fuera, extranjeros, o inmigrantes, tanto da, en un discurso que hoy día sigue estando vigente, para nuestra desgracia. Eugenio Martín, como ceutí que era, conocía una cultura mixta y expone en las imágenes del film ese enfrentamiento. Podría parecer que lo expone con cierto tono de arenga, pero utiliza un dejo irónico y malicioso; incluso la arquitectura fílmica se muestra algo primitiva, con esos soeces zooms, elementos que, sin embargo, viene muy bien para dispensar la atmósfera adecuada al conjunto, acompañado por una música de Antonio Pérez Olea que, en ocasiones, utiliza las mismas tonadillas de esas películas de suecas y rodríguez que antes mencionáramos. Al fin y al cabo, ambos tipos de filmes, exponen, en esencia lo mismo. Solo varía el enfoque.

 

Anecdotario

  • Títulos anglosajones: A Candle for the Devil / Dread Stop at Nightmare Inn / It Happened at Nightmare Inn / Nightmare Hotel / Nightmare Inn.
  • El rodaje tuvo lugar en los estudios Roma, de Madrid, así como en las localidades de El Paular, en Madrid, Grazalema, en Cádiz, y Ronda, Málaga, entre el 22 de enero y el 23 de febrero de 1973.
  • La cita de Pascal que encabeza este texto es el arranque del film.
  • Voces de doblaje: Mari Ángeles Herranz (Judy Geeson), Juan Miguel Cuesta (Vic Winner), Delia Luna (Lone Fleming), Maripe Castro (Blanca Estrada), Manolo García (Carlos Piñeiro), Pilar Gentil (Montserrat Julió), Eduardo Moreno (Fernando Villena), Carlos Revilla (Fernando Hilbeck), Ana María Saizar (Loreta Tovar), Joaquín Vidriales…
  • Hay una versión norteamericana (titulada It Happened at Nightmare Inn) que reduce el metraje a 67 minutos. Elimina todos los desnudos, crímenes y la relación entre Verónica y Luis.
  • El film e llevó al Festival de Cannes donde se vendió en el mercado internacional. Pero entonces Eugenio Martín recibió una notificación de la Dirección General de Cine indicando que la película tenía que ser revisada de nuevo por la censura y que no podía efectuarse ninguna venta. Ello perjudicó enormemente al film de cara a las ventas.
  • Amputada en España por la censura, fue restaurada con ayuda de la Filmoteca Nacional y se montó una copia en celuloide financiada por el Festival Retroback, que lo proyectó el domingo 25 de enero de 2009[3]. Esa copia, que añade alrededor de dos minutos, más planos alternativos con desnudos, después se ha comercializado en Blu-Ray por parte de Research (en una edición muy mejorable).

  • Estrenada en España el 1 de febrero de 1973. 

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: ****

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

 

[1] Citado en el blog Acorazado Cinéfilo: Acorazado Cinéfilo. Francisco Huertas Hernández: «Una vela para el diablo» (1973). Eugenio Martín. «A Candle for the Devil» – «It Happened at Nightmare Inn». Una carnicería como Dios manda. Aurora Bautista habla de la película – Francisco Huertas Hernández (bachilleratocinefilo.com)

[2] En el blog La Abadía de Berzano: Una vela para el diablo – La abadía de Berzano (wordpress.com)

[3] «No sé hasta qué punto es la versión completa de Una vela para el diablo, porque tuve que cortar tantas partes de la película…», declararía el realizador con motivo del estreno de esta nueva versión. Citado por José Luis Salvador Estébenez en la reseña citada.