El sheriff Flagg recibe la información de que por el territorio ha sido visto el forajido McKay. Acude al alcalde, para informarle del hecho y pedir un piquete de búsqueda, pero no solo se le ignora, sino que además lo jubilan. Flagg irá en solitario a atrapar a McKay…
Dirección: Burt Kennedy. Producción: Robert Goldstein Productions, Ronden para Warner Brothers/Seven Arts. Productores: Ronald M. Cohen, Dennis Shryack. Productor ejecutivo: Robert Goldstein. Productor asociado: Stan Jolley. Guion: Ronald M. Cohen, Dennis Shryack. Fotografía: Harry Stradling Jr. Música: William Lava. Montaje: Howard Deane, Otho Lovering. Diseño de producción: Stan Jolley. Intérpretes: Robert Mitchum (Flagg), George Kennedy (McKay), Martin Balsam (alcalde Wilker), David Carradine (Waco), Tina Louise (Carmel), Douglas Fowley (Grundy), Lois Nettleton (Mary), John Davis Chandler (Deuce), John Carradine (Ticker), Marie Windsor (Polly), Dick Peabody, Kathleen Freeman, Jimmy Murphy, Garrett Lewis, Nick Dennis, Dorothy Adams, David Cargo, Buddy Hackett, Christopher Mitchum, Richard Farnsworth… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1969. Duración y datos técnicos: 91 min. color 2.35:1.
Burt Kennedy (1922-2001) es un nombre fundamental en la historia del western. Inició su carrera como guionista a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, época en la cual escribió para películas como Seven Men from Now [dvd: Tras la pista de los asesinos, 1956], The Tall T [tv/dvd: Los cautivos, 1957], Buchanan Rides Alone [tv: Buchanan cabalga de nuevo/Buchanan cabalga en solitario, 1958], Ride Lonesome [tv: Cabalgar en solitario, 1959] y Estación Comanche (Comanche Station, 1960), todas de Budd Boetticher, unos textos modélicos que componían unas pequeñas piezas de cámara centradas en la definición de unos caracteres que andaban sobre la cuerda floja de la moralidad. En 1961 debuta como director con The Canadians [tv: Al otro lado de la frontera], una obra sencilla siguiendo los moldes tradicionales del género. Sin embargo, de forma paulatina se fue deslizando hacia los terrenos de la parodia, amén de abandonar la labor de escritura en muchos casos: su siguiente filme, significativamente (y tras trabajar en televisión para un par de series del género) es Mail Order Bride [tv: Esposa por catálogo, 1964], ya con esa horma.
Un hombre impone la ley (The Good Guys and the Bad Guys, 1969) también pertenece a esa corriente. Se trata de una cinta producida por el tándem Ronald M. Cohen/Dennis Shryack en su única labor en ese ámbito, siendo en realidad guionistas, en particular de televisión; el primero tiene en su haber el libreto de un wéstern tan curioso como Infierno en el río (Blue, 1968), de Silvio Nazzario, y el segundo participaría en la mítica El jinete pálido (Pale Rider, 1985), de Clint Eastwood. Aquí los dos guionistas elaboran conjuntamente una trama que, sobre el papel, parece bastante interesante: el sheriff Flagg va tras el forajido McKay; los dos son maduros, y se conocieron veinte años atrás, acaso algo más. Ambos serán testigos del cambio de época, siendo conscientes de pertenecer a otro contexto; de hecho, tienen más puntos en común, aún perteneciendo a bandos contrarios de la ley, que al resto que los personajes, salvo el del anciano montañero Grundy, un individuo que es tomado por loco por los demás, y que ha construido una cabaña por el placer de hacerlo pero que nunca entra en ella, como rechazo a la civilización. Esa civilización es representada, por un lado, por la ciudad de Progress, de adecuado nombre, por cuyas calles circulan los primeros vehículos a motor, y de la que es alcalde el arribista Wilker, quien solo piensa en el ascenso social o en ventilarse a cualquier fémina que se le presente (el inicio de la película muestra la expulsión de la ciudad de un grupo de prostitutas por parte del sector biempensante); por otro lado, tenemos a una banda de forajidos que no se amilanan en matar a cualquiera cuando se tercie. McKay se honra de no matar si no es necesario, y valora mucho su palabra de honor.
La película podría suponer un excelente wéstern crepuscular que contrapone el cambio de los tiempos a una forma de entender la conquista de la frontera de un modo que va quedando obsoleto. Sin embargo, solo es un telón de fondo para desarrollar una fórmula humorística, sencilla y ligera, que hace perder por el camino todas sus posibilidades. Los malos tienen escasa dimensión, pese a que el jefe del grupo es encarnado con empaque por un adecuado David Carradine (su padre, el gran John Carradine, tiene un pequeño cometido como revisor del tren que el anterior intentará atacar), y el resto de los secundarios ofrece poco relieve, salvo el pintoresco Grundy. El motivo sentimental de Flagg apenas tiene desarrollo, el alcalde Wilker está definido con tal sal gruesa que, pese a estar encarnado por un solvente actor como Martin Balsam, no puede ser sino considerado una pueril caricatura. Así pues, la cinta, amén de plantear su tesis de un modo que casi semeja una visión conservadora del progreso, y donde la única ética se ve reflejada en un trío de ancianos, se sostiene única y exclusivamente en el duelo interpretativo que componen unos excelsos Robert Mitchum y George Kennedy como el bueno y el malo del filme, dos individuos que están más conectados de lo que ellos quisieran (en especial el primero), y único motivo por el cual merece presenciar esta ligera peliculita del oeste.
Anécdotas
- En todas sus películas, Burt Kennedy mete el sello personal de hacer soltar la expresión “¡Pelea!”. En este caso, es el excelente Richard Farnsworth quien lo hace, mirando directamente a la cámara.
- Robert Mitchum declaró que lamentaba haber hecho este film.
- Proyecto destinado inicialmente a John Wayne.
- Estrenada en Estados Unidos el 19 de noviembre de 1969; en España lo hizo el 24 de enero de 1972.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)