Mientras trabaja en una mina, Ralph Burton, un afroamericano, queda atrapado en un derrumbe. Cuando logra salir cinco días después descubre que la civilización ha desaparecido a consecuencia de una deflagración mundial. Se dirige a Nueva York, donde en total soledad se instala a vivir como el último hombre vivo en la Tierra. Pero pronto averigua que no es así: se topará con una mujer y, después, con un hombre; ambos blancos.
Dirección: Ranald MacDougall. Producción: HarBel Productions, Metro-Goldwyn-Mayer. Productores: George Englund, [Harry Belafonte]. Productor ejecutivo: Sol C. Siegel. Guion: Ranald MacDougall, según el argumento End of the World/The Last Man de Ferdinand Reyher, y la novela The Purple Cloud de M. P. Shiel. Fotografía: Harold J. Marzorati. Música: Miklós Rózsa. Montaje: Harold F. Kress. Dirección artística: Paul Groesse, William A. Horning. Efectos especiales: Lee LeBlanc. Efectos visuales: Matthew Yuricich. Intérpretes: Harry Belafonte (Ralph Burton), Inger Stevens (Sarah Crandall), Mel Ferrer (Benson Thacker). Nacionalidad y año: Estados Unidos 1959. Duración y datos técnicos: 95 min. B/N 2.35:1.
El cine de «después de la bomba» ha devenido en todo un subgénero de la ciencia ficción, y por lo general supone un toque de atención hacia una sociedad ciega en sus locuras, y muestra las consecuencias de lo que podría acontecer si seguimos por el mismo camino de autodestrucción que llevamos. Esa advertencia era muy pertinente en la década de los cincuenta del pasado siglo, en plena Guerra Fría, pero hoy día sigue siendo vigente, pues la estupidez humana no parece desaparecer. Puede que las consecuencias de ese fin que todos tememos sean diferentes, pero la base está ahí: el mismo ser humano.
The World, the Flesh and the Devil (1959) desde su propio título anuncia sus intenciones de trascendencia: el mundo es este, en el cual estamos condenados a vivir, y en donde las consecuencias que se provocan repercuten sobre todos; la carne es la nuestra, la que nos impulsa como animales en nuestros actos; y el diablo no es otro que nosotros mismos, la parte no racional que nos domina y que nos impulsa de la forma más ciega. En ese contexto, un holocausto nuclear impulsa a convivir en una ciudad desierta (la ciudad por antonomasia, Nueva York) a tres personas: dos hombres y una mujer; uno de los hombres, además, es negro.
De esta manera se efectúa una disertación sobre el racismo, despojando a los tres personajes del manto de civilización que los rodeaba para dejar al desnudo sus impulsos; toda norma social ha desaparecido, así pues los personajes se hallan solos frente a sus propios prejuicios, inclusive los de uno mismo. Así, Ralph Burton, un hombre de color, establece una relación de compañerismo con Sarah Crandall; él mismo se auto-segrega, pues considera que él no es digno de una relación más intensa con una mujer blanca. En el momento en que aparece otro hombre, blanco, Ralph cede automáticamente al nuevo, Benson Thacker, la opción de ser él quien corteje a Sarah, pues ambos son blancos. Ahí se dirime, pues, la supervivencia de una especie a partir de unos prejuicios inculcados, o auto-inculcados, y la sinrazón de la segregación racial siendo como somos una especie única.
En todo caso, en su época la película fue polémica. Los críticos más liberales destacaron negativamente lo pacata de la relación entre Ralph y Sarah, mientras que en los estados del Sur el film fue boicoteado o incluso interrumpida su proyección (en España, por supuesto, ni se vio). Aún así, la película destila una indiscutible carga de sexualidad en las escenas que comparten Harry Belafonte e Inger Stevens; por el contrario, cuando Sarah ruega a Benson que le haga el amor, es de una forma desesperada y dolida, y la mujer sale corriendo antes de que el frío intento llegue a nada.
La presente película tiene bastantes puntos en común con una anterior, acaso la primera sobre la temática, Five [dvd: Cinco, 1950], de Arch Oboler, donde igualmente se apuntaba la problemática del racismo. El guion parte de una historia de Ferdinand Reyher, así como de la estupenda novela La nube púrpura de M. P. Shiel. Según parece, Reyher desarrolló diversos borradores de guion adaptando la novela de Shiel, inicialmente en 1931, más adelante en 1939, y después en 1943; el proyecto pasó por los títulos de Purple Cloud, The Last Man y The End of the World. Ranald MacDougall, director y autor del libreto definitivo, debió basarse en los trabajos de uno y otro para desarrollar su guion para la presente, imagino, aunque no he encontrado información que clarifique la cuestión.
Ranald MacDougall fue un guionista de gran prestigio: su debut en el campo fue Objetivo Birmania (Objetive: Burma, 1945), de Raoul Walsh, ahí es nada; después pasaría al campo de la realización, donde solo ofrecería seis títulos, todos ellos de obvias pretensiones y cierta frialdad expositiva. El presente es su único film de ciencia ficción, y quizás el mejor de todos ellos. Ofrece un arranque muy intenso, con Harry Belafonte explorando el mundo vacío que se abre ante él, y cabe destacar los bellísimos planos de un Nueva York deshabitado, con unos instantes tan enérgicos como los del actor y cantante batiendo la campana en la ciudad para convocar a los posibles supervivientes que en ella permanezcan: a cada batida de campana, un plano de las calles desérticas, con las estatuas de diversos leones como mudos y petrificados testigos de un mundo que ya no pervive.
Hay que destacar el curioso hecho de que en momento alguno se vea ni un solo cadáver en toda la película. Ninguna casa ni ningún vehículo lucen en su interior los restos de los que sucumbieron a la bomba. Acaso sea un intento por parte de MacDougall de exacerbar de ese modo la soledad de los personajes. La causante de todo es una bomba de sodio, una artimaña que se saca el guion de la manga para referir que su alcance letal sea de solo cinco días, y de esa manera ofrecer a los personajes supervivientes, y sin riesgo de radiactividad enturbiando el discurso.
Por último, cabe referir que el telefilm ¿Dónde está todo el mundo? (Where Have All the People Gone, 1974), de John Llewellyn Moxey, ofrece un arranque muy similar al de la película presente, con los supervivientes albergados en una mina en el instante en que todo acontece. Y que Soy leyenda (I Am Legend, 2007), de Francis Lawrence, muestra detalles que aparecen aquí, como el empleo de maniquíes para fingir una hipotética compañía, o los intentos diarios de contactar con otros supervivientes por medio de la radio. Y también algunos refieren que la película neozelandesa The Quiet Earth [vd: Único superviviente, 1985], de Geoff Murphy, es una especie de remake inconfeso de la presente.
Anécdotas
- Título de rodaje: The End of the World.
- Título en Venezuela: Los últimos sobrevivientes.
- En 1960 fue candidata a un premio Hugo como mejor representación dramática.
- Para mostrar una Nueva York deshabitada había que filmar al amanecer, antes del trajín matinal diario, por lo cual solo disponían de una o dos horas como mucho para rodar cada día.
- Estrenada en Estados Unidos el 20 de mayo de 1959. En España permaneció inédita hasta un pase televisivo, y luego se editó en DVD dentro de la colección L’Atelier XIII de Absolute Distribution.
Bibliografía
SHIEL, M. P.: La nube púrpura; traducción de Soledad Silió. Reino de Redonda, 2005. Traducción de: The Purple Cloud (1901). [También publicada en España como La nube purpúrea].
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ***
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra