Jenni acaba de casarse con Eric y llegan a la mansión de este. Ella ha pasado un período difícil, internada en una clínica, y ahora se las ve felices en su nueva existencia. La esposa previa de Eric murió, y el jardinero que sirve en la casa, Mickey, le profesaba veneración. Jenni comienza a ver una calavera que aúlla en la noche…
Dirección: Alex Nicol. Producción: Madera Productions para American International Pictures. Productor: John Kneubuhl. Productor delegado: Thomas F. Woods. Productor asociado: John Coots. Guion: John Kneubuhl. Fotografía: Floyd Crosby. Música: Ernest Gold. Montaje: Betty J. Lane. Intérpretes: John Hudson (Eric Whitlock), Peggy Webber (Jenni Whitlock), Russ Conway (reverendo Edward Snow), Tony Johnson (Mrs. Snow), Alex Nicol (Mickey). Nacionalidad y año: Estados Unidos 1958. Duración y datos técnicos: 68 min. B/N 1.85:1.
Alexander Livingston Nicol Jr. (1916-2001), más conocido como Alex Nicol, fue hijo de un alcaide de la prisión de Sing Sing y de una matrona de un centro de detención. Comenzó siendo actor teatral, donde debutó nada menos que con el Enrique IV de Shakespeare, e interpretó a Brick en La gata sobre el tejado de cinc caliente, dirigido por Elia Kazan. Mientras actuaba en la obra Mister Roberts (que luego tendría una problemática versión cinematográfica realizada por John Ford y Mervyn LeRoy), fue visto por el director George Sherman, quien le consiguió un papel para la película que estaba entonces preparando, la cinta criminal The Sleeping City (1950), y de paso también logró un contrato con la Universal. A partir de ahí desarrolló una carrera no demasiado destacada, con papeles secundarios en filmes de serie B y de serie A, como El hombre de Laramie (The Man from Laramie, Anthony Mann, 1955) —donde era el hijo malcriado de Donald Crisp— o Una pistola al amanecer (Great Day in the Morning, Jacques Tourneur, 1956). En los sesenta, al igual que otros de sus compatriotas que no terminaban de despuntar, se trasladó a Europa, donde colaboró en algunas coproducciones, en especial wésterns, y así fue el protagonista alcohólico de la interesante Brandy, el sheriff de Losatumba / Cavalca e uccidi (1964), de José Luis Borau. Al final de su carrera apareció en algunas cintas fantásticas como The Night God Screamed [vd: La noche que Dios gritó, Lee Madden, 1971], The Clones (Lamar Card, Paul Hunt, 1973) y El gorila ataca (Ape, Paul Leder, 1976).
Descontento con su función como actor, decidió volcarse también a la dirección, debutando precisamente con esta película. Solo hizo dos obras más para cine, el bélico Then There Were Three (1961) y la cinta de intriga Point of Terror (1971). Sin embargo, en televisión fue muy activo, sobre todo en la serie Tarzán (Tarzan, 1966-1968) con Ron Ely, para la cual se hizo cargo de diez episodios —cuatro de los cuales se convirtieron en dos películas estrenadas en cines, Tarzán contra los mercaderes de esclavos (Tarzan and the Four O’Clock Army, 1968) y Tarzán en Nairobi (Tarzan and the Perils of Charity Jones, 1971)—, pero de igual modo trabajó en Daniel Boone (Daniel Boone, 1964-1970) y Jim West (The Wild Wild West, 1965-1969) varias veces.
Nicol declararía: «Como actor estás en una posición perfecta, si decides hacerlo, para observar a los directores con los que trabajas preparando las tomas, alcanzando decisiones sobre dónde colocar la cámara, y así aprendí mucho a lo largo de los años»[1]; y sobre la presente en concreto: «No traté de emular a ningún director en esa película; no era lo suficientemente inteligente como para hacerlo. Me limité a trabajar con el guion, a sacarla adelante de modo profesional y a intentar que el film se rodara a tiempo»[2].
Se suele decir que, aunque nunca se acredita, la película está basada en el clásico relato de terror de Francis Marion Crawford «La calavera aullante» («The Screaming Skull», 1908)[3], pero, sinceramente, lo veo un poco cogido por los pelos, y la semejanza se queda en lo que el propio título sugiere, y acaso en el arranque, con alguien llegando a una mansión. El autor Crawford se inspiró en el folclore que rodea a la llamada «calavera gritona» que se exhibía en la mansión Bettiscomb de Dorset (Inglaterra). Se refiere que el cráneo real que influyó tanto la historia como la película era la de un esclavo negro cuya petición de ser enterrado en su país natal fue denegada tras su muerte y que, a partir de entonces, se produjeron extraños sucesos e inexplicables chillidos que emanaban de la caja de madera en la que se guardaba la calavera.
The Screaming Skull [tv: The Screaming Skull, 1958] posee notoriedad de culto, lo cual resulta sorprendente, dado lo muy romo de sus resultados. La historia, más que recordar a Crawford, recuerda a Daphne Du Maurier: el arranque es prácticamente idéntico a Rebeca[4], con un matrimonio reciente llegando a una mansión; aquí, en lugar de un ama de llaves tenemos a un jardinero que adoraba a la anterior señora de la casa. Por lo demás, todo es predecible desde el principio, incluido el giro de vuelta final. El film arranca con una voz en off que refiere que lo que el espectador va a presenciar es tan terrorífico que, si alguien muere durante la proyección, la productora correrá con los gastos del entierro[5]. Tras esa inauguración irónica, comienza la historia, que es narrada con una absoluta falta de humor, seria, agarrotada, tomándose mortalmente en serio, pese a lo simple de todo.
Solo tenemos cinco personajes: el matrimonio recién llegado, el jardinero, cuya presencia se hace cansinamente obsesiva, y nadie parece andar dos pasos sin recurrir a él, y otro matrimonio amigo, un reverendo con su esposa, que se autoinvitan al lugar a cada momento. Y eso es todo. Añádase a ello una casa en no muy buen estado, rodeada por un estanque de aspecto pútrido, y un sofisticado coche, con puertas que se levantan (un Mercedes-Benz 300SL de ala de gaviota de mediados de los cincuenta), que debe ser del productor, y que se habrá comprado racaneando en el resto de la producción del film.
La cinta dura un poco menos de hora y diez, y se hace interminable. A la llegada de los protagonistas, cualquier intento de ubicación en el nuevo lugar es narrado con una precisión obstinada, sin el menor sentido de la elipsis, y hay un momento de la heroína escuchando aterrorizada que se alarga mucho más de lo que el sentido del tempo y la atmósfera requiere, todo ello, por supuesto, para prolongar la mínima anécdota. Todo el film en sí es desangelado, mortecino y mustio, con diálogos mediocres, escenas sin fundamento, y una carencia total de vitalidad.
Solo hay un par de momentos en los cuales Nicol demuestra cierto sentido de la composición. Jenni arroja la calavera desde la ventana, y esta cae en la entradita a la mansión; hay un contraplano desde la perspectiva del propio cráneo, mostrando la casa en un encuadre inclinado; a una nueva toma de Jenni se contrapone otro de la edificación, con la cámara enderezándose. En otro instante, cuando queman el cuadro, se oye un aullido; en teoría, los gritos que se escuchan son de un par de pavos reales que habitan en los jardines, pero en verdad otorgan una atmósfera interesante. En el clímax final, los planos de la calavera sobreimpresionada se cargan cualquier intento de crear un ambiente de angustia, resultando pueriles y superficiales.
Se trata, por supuesto, de una película barata. Sin embargo, destacan dos elementos que elevan el producto por encima de su depauperado aspecto. Por un lado, tenemos fotografía del gran Floyd Crosby, un reputado cámara que, por esas fechas, trabajaba en filmes por debajo de su talento. Y, por otro lado, tenemos una excelente música de Ernest Gold (que usa algunas variantes de Berlioz). Poco después ganaría el Oscar, el Grammy y el premio de la International Film Music Critics por su composición para Éxodo (Exodus, 1960), de Otto Preminger, y el Globo de Oro por La hora final (On the Beach, 1959), de Stanley Kramer. Un par de lujos que el film, en realidad, no merece.
Anecdotario
- Título en México: La calavera chillona.
- Los miembros del reparto recibieron mil dólares cada uno, más, en teoría, una parte de los beneficios que se pagaría más tarde. Sin embargo, American-International nunca abonó ninguna de estas acciones.
- La película se rodó durante seis semanas en la finca Huntington Hartford.
- Durante el rodaje, Webber descubrió que estaba embarazada, por lo que hubo que reescribirse varias escenas, incluida una en la que debía caer por una escalera.
- La máscara mortuoria de la lápida de Marian es una reproducción de la famosa «l’inconnue de la Seine» (la desconocida del Sena), que tiene fama de ser el rostro de una joven suicida francesa que, como la esposa fallecida en la película, murió en el agua.
- La música de tuba durante los créditos iniciales es la sección «Dies Irae» de la Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz. Una versión diferente de la misma pieza se utilizó posteriormente durante los créditos iniciales de El resplandor (1980) de Stanley Kubrick.
- La película está libre de derechos, de ahí la cantidad de copias en estado pésimo.
- Estrenada como la parte principal de un programa doble completado con El terror del año 5000 (1958) o La araña (1958), según los casos.
- Estrenada en Estados Unidos en enero de 1958.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: *½
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Dixon, Wheeler: Collected Interviews: Voices from Twentieth-Century Cinema. Carbondale, Illinois: SIU Press, 2001; pág. 43.
[2] Op. cit., pág. 366.
[3] Aparecida en La calavera aullante y otros relatos de fantasmas espeluznantes; por F. Marion Crawford. Madrid: Valdemar, 2013. Colección: Gótica; nº 93. También ha sido traducida como «La calavera que chilla», «La calavera que gritaba», «La calavera chillona», «El cráneo estridente», «La calavera que grita» y «El chillido de la calavera».
[4] De hecho, Nicol «engañó» a la protagonista, Peggy Webber, refiriendo que quería hacer un remake de la película de Hitchcock.
[5] El mismo truco lo había utilizado antes William Castle en su película Macabre (1958). A diferencia de Castle, Nicol no se puso en contacto con ninguna compañía de seguros.