Seth Brundle es un científico que está investigando un método de teleportación. Al fin tiene éxito, pero cuando hace una nueva prueba con él mismo, una inoportuna mosca se cuela con él en la cabina…
Dirección: David Cronenberg. Producción: SLM Production Group, Brooksfilms. Productores: Stuart Cornfeld, [Mel Brooks, sin acreditar]. Co-productores: Marc Boyman, Kip Ohman. Guion: Charles Edward Pogue, David Cronenberg, según el relato de George Langelaan. Fotografía: Mark Irwin. Música: Howard Shore. Montaje: Ronald Sanders. Diseño de producción: Rolf Harvey. FX: Chris Walas (efectos de la criatura), Louis Craig, Ted Ross, Clark Johnson (efectos especiales), Lesley Mallgrave (coordinador de efectos visuales). Intérpretes: Jeff Goldblum (Seth Brundle), Geena Davis (Veronica Quaife), John Getz (Stathis Borans), Joy Boushel (Tawny), Leslie Carlson (Dr. Cheevers), George Chuvalo (Marky), Michael Copeman (2º hombre en el bar), David Cronenberg (ginecólogo), Carol Lazare (enfermera), Shawn Hewitt (empleado), Ann Green (dueña del restaurante)… Nacionalidad y año: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, 1986. Duración y datos técnicos: 96 min. – color – 1.85:1 – 35 mm.
En 1958 Kurt Neumann dirigió La mosca (The Fly), adaptación aceptablemente fiel del relato homónimo de George Langelaan. Años más tarde, cuando a David Cronenberg le llegó el encargo de efectuar una nueva visión de la historia, con The Fly – La mosca[1] (The Fly, 1986) se distanció bastante del original literario (y fílmico) para crear algo nuevo. Se conserva, digamos, la idea básica: un hombre inventa una máquina de teletransporte y, al experimentar sobre sí mismo, una mosca se cuela dentro y el volcado provoca la fusión de los dos seres vivos. Nada más. El resto supone una historia totalmente nueva, e incluso los personajes se llaman de un modo diferente, para dejar patente la diferenciación. Solo permanecen unos pequeños guiños, tanto al relato como al film previo.
El proyecto de esta nueva versión procede de uno de los co-productores, Kip Ohman. En principio, el director previsto era Tim Burton, pero finalmente se contrató a David Cronenberg, con quien todos estuvieron de acuerdo, incluido Mel Brooks, productor a la sombra a través de su compañía Brooksfilms[2]. Como protagonista se pensó en Michael Keaton, pero este lo rechazó, y Cronenberg entonces eligió a Jeff Goldblum, acaso con cierta mala idea, dada la cara de mosca que sin duda tiene el actor. Los productores pusieron reparos, pues no se trataba de una estrella, e incluso Chris Walas creyó que sus rasgos dificultarían la aplicación de las prótesis, pero finalmente el director se salió con la suya. Una vez contratado Goldblum, este sugirió como protagonista femenina a Geena Davis, por aquel entonces su pareja, pero Cronenberg no lo vio muy claro. Se pensó en Jennifer Jason Leigh y Laura Dern, pero, una vez vistas las pruebas de la Davis, el papel recayó sobre ella.
El guion fue escrito por Charles Edward Pogue, interesante escritor del género, pero cuando el proyecto cayó en manos de Cronenberg este alteró profundamente el libreto, personalizándolo[3]. El libreto de Pogue ofrecía al matrimonio formado por Geoff y Barbara Powell, él un brillante científico, que está construyendo una máquina de teletransporte. Tiene un empleado, Phillip DeWitt, y un íntimo amigo, Harry Chandler, pero a ninguno de los dos ha contado la naturaleza de su experimento. Powell teletransporta un mono, que desaparece en el limbo, pero al fin logra el éxito, tanto con objetos inanimados como vivos. Pero cuando hace la prueba con él mismo, una mosca se cuela en la cabina y, al principio, parece no haber ningún cambio, pero de forma paulatina irá desarrollando características del díptero.
Por otra parte, para cualquier seguidor del autor de Scanners (Scanners, 1981) de esa época resulta muy fácil reconocer aquí su mundo personal, como veremos. Así pues, tenemos ahora a un científico llamado Seth Brundle que está haciendo experimentos de teleportación. La teleportación, o teletransporte, es un tema común dentro de la literatura de ciencia ficción.
Se dice que fue el famoso estudioso de lo oculto Charles Fort quien acuñó el término «teleportación» en 1931, aunque referido a otros fenómenos. Más adelante, el filósofo Derek Parfit lo expandió a «paradoja de teletransportación» en su libro Razones y personas (Reasons and Persons, 1984)[4]. Considerado durante mucho tiempo un imposible, en tiempos más recientes la ciencia ha considerado su plausibilidad, y a lo largo de los últimos años se ha conseguido en ciertos aspectos, desde que en la década de 1990 se logró transferir el estado cuántico de un rayo de luz a otro, la reintegración de un rayo láser en 2002, hasta que la investigación en 2009 de un equipo de las universidades de Maryland y Michigan logró teletransportar el estado cuántico entre dos átomos separados e incomunicados y colocados a un metro de distancia.
Según parece, el concepto fue utilizado por primera vez, dentro de la literatura de género, en el relato «El hombre sin cuerpo» («The Man Without a Body»), de Edward Page Mitchell, en 1877[5], aunque podemos retrotraernos hasta las Mil y una noches, donde aparece la facultad mágica de los djinns de teleportarse.
Durante la edad de oro de la ciencia ficción, autores como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, A. E, van Vogt y otros emplearon el tema. En televisión, la mítica serie Star Trek/Viaje a las estrellas/La conquista del espacio (Star Trek; 1966-1969) hizo uso de ello con el fin de ahorrar presupuesto, y pronto comenzó a utilizarse temáticamente, como en el excelente episodio «El propio enemigo» («The Enemy Within», 1966), con guion de Richard Matheson, donde la máquina falla y divide al capitán Kirk en dos entidades diferentes. Sin embargo, en una de las derivaciones de la serie original, Star Trek: Voyager (Star Trek: Voyager; 1995-2001), se plantea otro enfoque: en «Tuvix» («Tuvix», 1996), se produce la fusión de dos personas en una sola, y se dirime si esa nueva entidad, por sí sola, tiene derecho a la existencia.
Precisamente esa misma será la innovación que el film de Cronenberg ofrece. Como se recordará, en el clásico de Neumann —así como en el relato de Langelaan—, la fusión entre hombre y mosca provoca que aquél exhiba una cabeza y un brazo del díptero. Cronenberg, en su versión, intentó buscar algo más verosímil en una época, mediados de los ochenta, en que el espectador era menos ingenuo científicamente. De ese modo, la fusión de los átomos de ambos seres vivos provocará que Brundle, de un modo paulatino, vaya adquiriendo características de mosca, algo procedente del libreto de Pogue, como vimos. Por lo que parece, el guion de Cronenberg respeta toda la parte «científica» de la historia, cambiando todo lo referente a los personajes y sus relaciones.
Por supuesto que, conociendo al director de aquella época, todos sabemos que las derivaciones van a ser terribles: la conversión será espantosa, la nueva carne supondrá la consecución de un proceso en que el cuerpo humano alcanzará una dimensión distinta y que, en los momentos finales, con la nueva fusión con el propio «telépodo», podría tomar contacto con un film posterior de Cronenberg, eXistenZ (eXistenZ, 1999), en lo que a la fundición entre ser humano y máquina se refiere.
Seth Brundle es un hombre volcado a su trabajo, y en el entorno social es bastante torpe, hasta infantil diríase. Al comenzar la película está en una fiesta, conversando con la periodista Ronnie Quaife (Geena Davis), donde comprobamos sus torpezas intentando agradar a la mujer. Sin embargo, cuando comienza a hablar de su investigación es cuando se exalta y conecta con ella; precisamente, ese entusiasmo infantil es el que cautiva a la mujer, acaso hastiada de la actitud prosaica y materialista de su jefe, y ex amante, Stathis Borans (John Getz). Pero eso no será sino el inicio de un viaje a los infiernos, la tragedia de Seth Brundle, que ahora es una mosca que otrora soñó que era un ser humano, como él mismo dice en un momento, parafraseando el Sueño de la mariposa de Chuang Tzu. El tono de tragedia se ve acrecentado por la espléndida partitura, obra de Howard Shore, que incluso en los compases finales del film parece emular las notas últimas de la ópera Madama Butterfly (Madame Butterfly, 1904), de Giacomo Puccini, curiosamente base para un posterior film de Cronenberg, el estupendo M. Butterfly (M. Butterfly, 1993)[6].
El profesor Seth Brundle es, en esencia, un científico arquetípico de cine: despistado, centrado en su trabajo y con problemas para las relaciones humanas, pese a buscar desesperadamente una aceptación, tanto como hombre de ciencia como hombre normal y corriente. Es después de la experiencia fallida de su teletransporte cuando su personalidad se alterará, cuando comienza a manifestar unas características psicológicas anómalas, volviéndose agresivo y peligroso. Al principio, sin embargo, sus reacciones parecen positivas, y casi podría parecer un superhéroe; no obstante, después, a medida que se va descomponiendo su cuerpo, también se va descomponiendo su mente. En cierto modo, su transmutación, salvando distancias, podría equipararse a la que acontece a otro científico como es Griffin, el protagonista de la novela El hombre invisible (The Invisible Man, 1897), de H. G. Wells, a quien su «desaparición» lo irá volviendo loco.
Ronnie Quaife, la periodista, representa su punto de conexión con la realidad. Empero, cuando ella llega un día y le anuncia su embarazo, todo se desmorona. A partir de ahí ya parece no haber vuelta atrás, pese a que el programa informático le sugiere a Brundle que podría existir una cura: fusionarse con otro ser humano, con la consiguiente degradación del otro. Todo ello conduce a la precipitación de los acontecimientos, y el espeluznante final.
La puesta en escena de Cronenberg se centra en los personajes, principalmente, y cómo estos acarrean los eventos a su consecución. Son las relaciones las que incitan todo lo que sobreviene, y es posible que si Brundle no hubiera conocido a Ronnie las cosas hubieran ido de otro modo: seguiría siendo el mismo ser huraño, tosco en sus relaciones, pero puede que no se hubiera precipitado tanto en sus experimentos, en su intento de epatar a la muchacha, y lo hubiese controlado todo con más tino. En suma, hubiera logrado el éxito, en lugar de la catástrofe que se manifiesta de ese modo tan trágico.
Viendo hoy día la película no puede uno sino asombrarse cómo ha cambiado el lenguaje cinematográfico en tan poco tiempo, a tal punto que para muchos espectadores actuales el film puede resultar lento. Sin embargo, logra otra virtud como es el sentido de la concisión, el uso de la elipsis y el modo de ir directamente al asunto, sin divagaciones, aprovechando al máximo el sentido de la sugerencia y las implicaciones, que el espectador debe calibrar y asumir, haciendo él mismo un montaje paralelo con todo aquello que está implícito, en lugar de esa preponderancia a la explicitud actual.
Ya se ha mencionado en una nota la subvalorada secuela, que explora el tema del embarazo de Ronnie, y desarrolla una nueva tragedia en la forma del hijo de ambos, en un tono más de monster movie. En ella reaparece el personaje de Ronnie, muy brevemente al inicio, encarnado por otra actriz (Saffron Henderson). Un proyecto previo, sin embargo, se centraba en ella, haciendo frente a las maquinaciones de Bartok Industries, y con la conciencia de Seth sobreviviendo en la memoria del telépodo.
Aparte de esta segunda parte hubo otros proyectos. Así, en primer lugar, tendríamos una secuela en los noventa, dirigida por Renny Harlin, nueva pareja de la Davis, de título Flies, donde ella da a luz gemelos. En 2006 se anunció otra secuela, a dirigir por Todd Lincoln. En 2009 comenzaron los rumores de otra secuela de la versión de 1986, a realizar por el propio Cronenberg. En 2011 el director lo confirmó, pero distintos problemas han atrasado el proyecto hasta el momento. Mientras, el propio Cronenberg se ha hecho cargo de una versión de su película a modo de ópera (¡otra vez!) en 2008, y en marzo de 2015 IDW Publishing editó una continuación a La mosca II titulada The Fly: Outbreak, un cómic escrito por Brandon Seifert, como mini-serie de cinco números.
Anécdotas
- Como siempre en los films de David Cronenberg, el vestuario corresponde a su esposa, Denise Cronenberg.
- El presupuesto estimado del film fue de quince millones de dólares.
- En 1987 ganó el Oscar a mejor maquillaje. Ese mismo año, la Academy of Science Fiction, Fantasy & Horror Films la premió como mejor película de terror, mejor actor y mejor maquillaje, y la nominó en las categorías de mejor director, mejor actriz y mejor música. También ganó ese año el premio especial del jurado en el festival de Avoriaz.
- Estrenada en Estados Unidos el 15 de agosto de 1986; en España se estrenó el 9 de febrero de 1987 (Madrid) y el 19 de febrero (Barcelona); en el Reino Unido se estrenó el 13 de febrero.
Bibliografía
“La mosca”; por George Langelaan. En El gabinete de los delirios. Antología de relatos sobre Sabios Locos; recopilación de Óscar Sacristán López y Rafael Díaz Santander. Madrid: Valdemar, 2017. Colección: El Club Diógenes; nº 331. T.O.: “The Fly” (Playboy, 1957).
Carlos Díaz Maroto
[1] En el momento del estreno de la película recuerdo que visité la distribuidora española, y se me comentó que estaba a punto de estrenarse este film. Pregunté por el título en español, y se me informó que se titularía The Fly, en inglés, seguido de La mosca entre paréntesis, para diferenciarla de la versión de los cincuenta. Así se hizo, pero con posterioridad (televisión, vídeo, DVD…) se ha optado por titularla simplemente La mosca.
[2] Brooks no quiso que su nombre apareciera en los créditos para que el público no pensara que se trataba de una aproximación ligera a la historia.
[3] En el blu-ray de la película, editado por 20th Century Fox, se puede acceder a las copias de ambos guiones.
[4] Razones y personas; por Derek Parfit; traducción y estudio introductorio de Mariano Rodríguez González. Boadilla del Monte (Madrid): A. Machado Libros, 2004. Colección: Mínimo tránsito – Teoría y crítica; nº 14.
[5] En El espectroscopio del alma; por Edward Page Mitchell; traducción de Hugo Camacho. Barcelona: Orciny Press, 2015. Colección: Tar; nº 2.
[6] El tono operístico se potencia en la subvalorada secuela del film de Cronenberg, La mosca 2 (The Fly II, 1989), de Chris Walas, con una majestuosa partitura de Christopher Young.