El profesor Emmanuel Hildern regresa de una expedición a Nueva Guinea con el esqueleto de un ser prehistórico antiquísimo, que revolucionará todas las teorías de la evolución. Al mismo tiempo, su hermanastro James, que dirige un manicomio, le comunica que su esposa, que llevaba años internada, ha fallecido. Emmanuel teme que la locura de su mujer sea hereditaria, pues tiene una hermosa hija llamada Penélope…

Dirección: Freddie Francis. Producción: Tigon Pictures, World Film Services. Productor: Michael P. Redbourn. Productores delegados: Norman Priggen, Tony Tenser. Guion: Peter Spenceley, Jonathan Rumbold. Fotografía: Norman Warwick. Música: Paul Ferris. Montaje: Oswald Hafenrichter. Dirección artística: George Provis. FX: Roy Ashton (maquillajes). Intérpretes: Christopher Lee (James Hildern), Peter Cushing (Emmanuel Hildern), Lorna Heilbron (Penelope), George Benson (Waterlow), Kenneth J. Warren (Lenny), Duncan Lamont (inspector), Harry Locke (barman), Hedger Wallace (doctor Perry), Michael Ripper (Carter), Catherine Finn (Emily), Robert Swann (aristócrata joven), David Bailie (doctor joven), Maurice Bush (Karl), Tony Wright (marino), Marianne Stone (ayudante), Alexandra Dane (puta), Jenny Runacre (esposa de Emmanuel), Larry Taylor, Martin Carroll, Dan Meaden, Sue Bond, Fred Wood… Nacionalidad y año: Reino Unido 1973. Duración y datos técnicos: 89 min. – Eastmancolor – 1.85:1 – 35 mm.

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La Tigon fue una compañía británica de breve carrera, que solo produjo cinco películas, de las cuales únicamente dos de ellas fueron fantásticas: la primera, The Body Stealers [tv/vd: Secuestradores de cuerpos, 1969], de Gerry Levy, y la presente, que fue la última; además, distribuyó otras dos en el Reino Unido, ambas de tono muy similar, The Witchfinder General [vd: El general Witchfinder/El inquisidor; tv/dvd: El inquisidor; dvd: Cuando arden las brujas, 1968], de Michael Reeves, y La piel de Satán (The Blood on Satan’s Claw, 1971), de Piers Haggard. Como tantas otras productoras, buscaba el éxito fácil escudándose en un género que por esas fechas era inmensamente popular con la marca del Reino Unido, encabezado con las firmas de Hammer y Amicus.

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En ese sentido, el presente film es muy característico, y busca la similitud con muchos otros que aparecieron por esas fechas, a tal punto que cada pocos minutos la sensación de déjà vu asalta al espectador: La maldición de la calavera, Frankenstein creó a la mujer, El cerebro de Frankenstein o Pánico en el transiberiano fueron algunos de los títulos que pasaron por mi mente cuando vi esta película. El «guion original escrito por Peter Spenceley y Jonathan Rumbold» —que así de pomposo está descrito en los créditos—, busca la identificación fácil del espectador con títulos previos. Aunque cierto es que el modo en que imbrican todo le da ciertos aires de originalidad, amén de la propia trama, que engarza de un modo un poco traído por los pelos dos ideas distintas, la del esqueleto en sí, y la de la herencia de locura familiar: al final todo parece engarzar, en cierta manera, pero a lo largo de la cinta da la impresión de que cada cosa va por su lado, acaso para cubrir el metraje exigido de hora y media.

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Peter Spenceley escribió únicamente este libreto, y Jonathan Rumbold, tras debutar con él, parece ser que efectuó un tour europeo de lo más exótico, trabajando en países como Grecia, Yugoslavia o Noruega, si es que se trata del mismo autor. Más famoso, por supuesto, es el realizador, Freddie Francis, antiguo operador y director de fotografía, y con no pocos premios en este ámbito. Paralelamente a esto, efectuó una carrera como metteur en scène de la que nunca se ha sentido muy orgulloso, y que aceptó incluso con renuencia, sobre todo en lo que respecta al cine de terror, aquel en el que más masivamente trabajó y con el que consiguió no poca fama. Él quería que se le recordara por su trabajo fotográfico, no como director de cine.

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Sus precedentes, por supuesto, siempre se notan en las películas que dirigió, y que lucen una fotografía excelente. En este caso, el responsable es Norman Warwick, que colaboró en otras muchas ocasiones para Francis —El jardín de las torturas, Condenados de ultratumba, El doctor y los diablos…—, y participó también en otras producciones terroríficas de la época —El abominable dr. Phibes, El doctor Jekyll y su hermana Hyde, ¡…O una maldición del infierno!…— o también fotografió la bellísima El último valle (The Last Valley, 1971), de James Clavell. Su trabajo de iluminación aquí es excelente, aunque cabe destacar todo el grandioso clímax final, bajo la tormenta, con el ser encapuchado vagando en la noche —Francis utiliza un efecto visual muy económico pero efectivo como es el de proyectar la sombra del gigante contra la pared con un foco— y con la luz tamizada entre los árboles, efectuando una labor que podría recordar al cine de Mario Bava.

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Francis, por su parte, efectúa una puesta en escena correcta, afeada por algunos zooms sobre la cara del esqueleto, de aproximación y alejamiento, pero bien es cierto que es difícil enfatizar un objeto estático. Más imaginativos son algunos elementos, como el de la sombra antes citada, y la insinuación de locura en el personaje de la chica por medio de la difusión de la imagen gracias al objetivo, o el plano subjetivo desde el interior de la calavera —que remite a la ya citada La maldición de la calavera, del propio Francis, aunque no es el único momento—.

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Los créditos están encabezados por Christopher Lee, pero Peter Cushing sobresale, tanto por importancia del personaje, tiempo en pantalla y, sobre todo, por una interpretación inconmensurable. Lee está bien, como siempre, pero su personaje es un malo de una pieza, y el actor lo interpreta sin esfuerzo alguno, con naturalidad. Sin embargo, el personaje de Cushing atraviesa diversas etapas muy variadas, de científico despistado a padre cariñoso, pasando por hombre preocupado o asustado hasta los momentos finales, donde es algo apabullante: si no se tratara de una película de terror de serie B no cabe duda de que hubiera optado a los premios interpretativos más prestigiosos del año. Junto a ellos, actores clásicos del género, como Duncan Lamont o Michael Ripper, si bien la revelación es la joven Lorna Heilbron, presente sobre todo en producciones televisivas; también apareció en la excelente Sintomas (Symptoms, 1974), de José Ramón Larraz.

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The Creeping Flesh es una muestra característica, como dijimos, de la época, con unas interpretaciones de altura, una trama simpática e interesante y, sobre todo, ese clímax final que hace alcanzar el título un nivel muy alto. Si se hubiera mantenido en ese tono a lo largo del metraje nos encontraríamos con un clásico.

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Anecdotario

  • El rodaje tuvo lugar en enero de 1972, en los Shepperton Studios, en Surrey, Inglaterra. La mansión es la Thorpe House, en Thorpe, Egham, en Surrey también.
  • El director inicialmente previsto era Don Sharp. Francis lo sustituyó en un plazo muy breve.
  • Michael Ripper, además de efectuar su brevísimo papel de Carter, dobló la voz al actor Larry Taylor, como el primer carcelero.
  • Última película tanto de George Benson como de Harry Locke.
  • Algunas copias tienen censurado el plano del degollamiento del marinero.
  • El título alemán, traducido, es «De noche, cuando el esqueleto se alza».
  • Estrenada en el Reino Unido el 1 de enero de 1973. En España quedó inédita hasta su edición en formato vídeo, con el curioso título de Cuerpos vivientes, editada por CIVSA en 1985, y después por Montaba Video en 1986. Amén de ello, se ha emitido por televisión y editado en diversos formatos cono El esqueleto prehistórico.

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: ***

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra