Mathias es el propietario de una posada en un pueblo de Alsacia. Su ambición es convertirse en alcalde del lugar, por lo cual suele ser generoso con los clientes ilustres, pese a que tiene deudas. Un día de nieve, cuando a la posada llega un rico judío, lo matará a hachazos con el fin de robarle su cinturón monedero lleno de oro. Pero después no parará de oír las campanillas del trineo que el hombre conducía…
Dirección: James Young. Producción: Chadwick Pictures Corporation. Productor: I. E. Chadwick. Guion: James Young, basado en la obra teatral Le juif polonais de Emile Erckmann y Alexandre Chatrian y la versión escénica de Leopold Lewis. Fotografía: L. William O’Connell. Intérpretes: Lionel Barrymore (Mathias), Caroline Frances Cooke (Catharine), Gustav von Seyffertitz (Jerome Frantz), Lorimer Johnston (Hans), Eddie Phillips (Christian), Lola Todd (Annette), Laura La Varnie (adivina), Boris Karloff (el mesmerista), E. Alyn Warren (Jethro Koweski / Baruch Koweski), Frank Austin (anciano en el albergue), John George (anunciante del mesmerista), Otto Lederer (vendedor ambulante), Scotty Mattraw (hombre gordo)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1926. Duración y datos técnicos: 85 [velocidad ajustada] / 74 / 68 min. – B/N con tintados – 1.33:1 – 35 mm.
The Bells es una obra teatral en tres actos de David Leopold Lewis que debutó en el Lyceum Theatre de Londres el 25 de noviembre de 1871, y que supuso un monumental éxito para el actor Henry Irving, célebre por su relación profesional con Bram Stoker. La obra, en todo caso, era una adaptación de un original francés, El judío polaco (Le juif polonais, 1867). Cabe de igual modo referir que en ocasiones la obra, o esta película, ha sido adjudicada erróneamente a Edgar Allan Poe, quizás por su trama sobre la culpabilidad, que recuerda un tanto al relato «El corazón delator» («The Tell-Tale Heart», 1843).
Adaptada en infinidad de ocasiones (véase anecdotario), la presente versión es la más famosa, tanto por el protagonismo del gran Lionel Barrymore, como, sobre todo, por la participación de un descollante Boris Karloff, cinco años antes de su revelación en la mítica El doctor Frankenstein (Frankenstein, James Whale, 1931), y en un cometido mucho más destacado de lo que su ubicación en los créditos aparenta.
No he leído la obra original, ni visto ninguna de las otras versiones, así que no puedo saber hasta dónde el tono de terror es inherente a la misma o se ha potenciado en esta adaptación. Al menos, sí es consecuentemente fiel a la trama originaria, por lo que he podido comprobar. La primera parte es un melodrama, que transcurre en una población europea, que recuerda un tanto en ambientación a las comedias costumbristas de esa época que hacía Ernst Lubtisch, pero también supone un precedente, precisamente, a los terrores de la Universal por venir. En todo caso, como se refiere, en esos inicios se describen las ambiciones de Mathias, un hombre que ansía una posición social superior a la que detenta. Es dueño de una posada, así como de un molino, pero ello es a cuenta de numerosas deudas. Su hermosa hija es rondada por Christian, un apuesto gendarme, aunque es pretendida también por el mezquino Jerome, precisamente aquel a quien Mathias tanto debe. Mathias parece un buen hombre, aunque las ambiciones le pueden. Tanto que, finalmente, cuando se topa con un judío polaco que porta dinero abundante, en forma de oro, no podrá resistirse y lo matará.
A partir de ahí se produce una inflexión en la película. La culpabilidad, poco a poco, comienza a atormentar al protagonista. En especial, por medio de oír constantemente las campanillas que portaba el trineo que el hombre conducía, y que se superponen en las imágenes. También se le aparece el fantasma del muerto. No queda claro si es su conciencia la que provoca esa alucinación, o es en verdad una aparición espectral. En un momento determinado incluso se verá cómo las manos de Mathias comienzan a teñirse de sangre, efecto realizado por el mismo método que, seis años más tarde, mostraba la transformación de Jekyll en Hyde en la versión de Rouben Mamoulian, por medio de una mezcla de maquillaje, colores y focos.
Es curioso el momento en el cual Mathias, nada más cometer el crimen, entra en el molino y ve una cuerda colgando que toma la forma de una horca. Al final consigue su ambición de ser alcalde, pero el medallón que lo define como tal también puede parecerse a una soga en su cuello. Poco a poco, el remordimiento comienza a posesionarse cada vez del personaje. También tenemos, como se dijo, a Boris Karloff en el papel de un hipnotizador, o mesmerista, como se le llama, un término muy habitual en el medio anglosajón. Proviene de Franz Anton Mesmer (1734-1815), un médico que teorizaba sobre una energía natural que llamó magnetismo animal, y que desarrolló hasta crear la técnica llamada «mesmerismo», que evolucionó hasta convertirse en lo que el médico escocés James Braid llamaría en 1843 hipnosis. Pues bien, con esas técnicas, el personaje sin nombre de Karloff realiza un espectáculo en un día de fiesta en el pueblo, pero a partir de ahí rondará a Mathias, como una forma corpórea de esa misma conciencia culpable que lo abate.
El director es el desconocido hoy en día James Young (1872-1948), realizador de casi cincuenta cortos entre 1912 y 1915, pero que ya debutó en el campo del largo en 1912 con Half a Hero, rodando en total cuarenta y cinco hasta abandonar en 1928 con Midnight Rose, es decir, justo a inicios del sonoro, como tantos otros. De las dieciocho películas suyas estrenadas en España podemos citar Akira (The Temple of Dusk, 1918), El famoso Picard (A Rogue’s Romance, 1919), Entre dos mundos (A Daughter of Two Worlds, 1920), El genio del mal (The Devil, 1920) o Una buena lección (The Unchastened Woman, 1925), con la vampiresa Theda Bara. Dirigió también Trilby (1923), adaptación de la célebre novela de George Du Maurier con Arthur Edmund Carewe como Svengali. Young domina en la presente muy bien los recursos narrativos, y muestra una técnica de lenguaje muy avanzada, encontrándose entre los cineastas del mudo que logran dominar la imagen y pueden verse hoy día como frescos y novedosos. La película, desde luego, merece mucho la pena.
Anecdotario
- Algunas de las ediciones de la película que actualmente circulan utilizan la música de Gustav Holst Los planetas para ilustrar el film.
- Le juif polonais también se adaptó en 1900 a una ópera del mismo nombre en tres actos, obra de Camille Erlanger, y con libreto de Henri Caïn.
- El director Bill Morrison utilizó imágenes de esta película en dos de sus cortometrajes, The Mesmerist (2003) y Light is Calling (2004).
- Otras adaptaciones de la obra:
The Bells (W. J. Lincoln, 1911) [Australia; desaparecido].
The Bells (Oscar Apfel, 1913) [EEUU].
The Bells (Thomas Alva Edison [prod.], 1913) [EEUU].
“The Bells” (1914) [país desconocido; ¿CM?].
The Bells (1914) [EEUU].
Halálcsengö (Michael Curtiz [acreditado como Mihály Kertész], 1917) [Hungría].
El judío polonés (The Bells, Ernest C. Warde, 1918) [EEUU].
The Bells (Leopold Lewis, Eliot Stannard, 1923) [EEUU; CM].
The Bells/Le juif polonais (Harry Southwell, 1925) [Reino Unido/Bélgica].
The Bells (Harcourt Templeman, Oscar Friedrich Werndorff, 1931) [Reino Unido].
Le juif polonais (Jean Kemm, 1931) [Francia].
The Burgomeister (Harry Southwell, 1935) [Australia; parcialmente desaparecido].
The Bells (1950) [telefilm; Reino Unido; desaparecido].
The Mesmerist (Bill Morrison [y James Young], 2003) [Reino Unido; CM].
- Estrenada en Estados Unidos el 30 de julio de 1926.
Bibliografía
El judío polaco; seguido de El sueño de Aloyo; Micer Tempus; El ojo invisible o La posada de los tres ahorcados; El cometa; El burgomaestre embotellado; La concha del tío Bernardo; La trenza negra; El talión; El inventor; por Erckmann-Chatrian; traducción de Cecilio Navarro. Barcelona: Luis Tasso y Serra, impresor y editor, 1883. Colección: Novelas populares; s/n. T.O.: Le juif polonais (1867).
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ****
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
Desde el punto de vista temático, yo siempre he creído que la película de Young tiene un antecedente claro en «La conciencia vengadora» de Griffith, al igual que las obras teatrales de Erckmann-Chatrian y Lewis parecen estar inspiradas en «El corazón delator» de Poe (1843) y, más claramente, en el clásico de Dostoyevski «Crimen y castigo» (1866), donde se dilucida también el tema de los remordimientos posteriores a la comisión de un delito. Si bien, en el caso de «The Bells» parece que el filme está influido por el cine fantástico alemán de entreguerras que, en 1926, se encontraba en pleno apogeo y gozaba del máximo de los prestigios, cosa que, lógicamente, no ocurre en el más antiguo (y precursor) de Griffith.