Las influencias

Es obvio que, como todo artista, Gene Roddenberry tuvo diversas influencias para la creación de la serie Star Trek. Amén de las lógicas lecturas de los clásicos del género[1], en el concepto visual y narrativo es evidente el legado de la película Planeta prohibido (Forbidden Planet, 1956) de Fred McLeod Wilcox. En ella, una nave terrestre (en forma de platillo volante tradicional) se dirige a un planeta, Altair IV, en busca de los supervivientes de una misión establecida allí muchos años atrás. Como puede verse, esa estructura base rememora no pocos episodios trek, entre ellos, el propio piloto “The Cage”; sin embargo, además de ello, la constitución de la tripulación de la nave, la interrelación entre ellos —el capitán profesa cierta amistad con el médico en una relación muy similar a la que hay entre Kirk y Bones[2]—, los uniformes que ostentan, así como la corporación de la cual procede la nave, una especie de alianza de Planetas Unidos, tal como es mencionada, remiten no poco al Universo Trek. Reincidiendo en el argumento de la película, al final quedará desvelado que el planeta fue habitado tiempo atrás por una raza de infinita sabiduría, y su tecnología aún permanece en el lugar, consiguiendo el profesor Morbius, por medio de ella, otorgar representación física a sus miedos subconscientes, dando vida al monstruo del Id[3]. Una trama que podría ser muy afín a cualquier episodio de la serie, en especial al segundo piloto, “Where No Man Has Gone Before”, con Morbius (en la serie Gary Mitchell) deviniendo en un ser de poderes sobrehumanos.

También cabe citar una serie televisiva pionero, Rocky Jones, Space Ranger (1954), de carácter bastante infantil, pero con muchos elementos comunes a Star Trek como es la existencia de una confederación interplanetaria, los Mundos Unidos del Sistema Solar (una constante, con todo, habitual en el género), que intenta agrupar bajo su égida otros planetas, y una estructuración jerárquica similar. Rocky Jones (Richard Crane) conduce su nave, la Orbit Jet, acompañado de Winky, su co-piloto, y a veces reciben la visita de sus amigos, la despampanante Vena, el algo despistado profesor Newton, y Bobby, un muchacho de doce años, o también al secretario Drake, que encarga a Rocky sus misiones espaciales. Como villana típica de serial aparece Cleolanta, una dictadora que está en contra de los Mundos Unidos. Una serie floja y muy ingenua, con guiones pobres y dirección en todos sus capítulos de Hollingsworth Morse, cabe destacar la presencia en diversos capítulos actores como Vic Perrin, secundario habitual en Star Trek, Ann Robinson (La guerra de los mundos, versión Byron Haskin), Tor Johnson, Ian Keith o Leo Penn, después director de uno de los mejores capítulos de Star Trek. Narrada por medio de doce sagas de tres episodios, amén de otros tres episodios independientes, las sagas fueron remontadas y estrenadas en cines en Estados Unidos, no así en España, donde la serie nunca ha sido vista en ninguno de sus formatos.

Añadamos de igual modo la película I criminali della galassia (1965), de Antonio Margheriti. Si bien de nacionalidad italiana, el proyecto procedía de una productora norteamericana, Mercury International Film, que encargó a Margheriti el rodaje de cuatro películas simultáneas con destino a las televisiones de aquel país. Según comenta Edoardo Margheriti, hijo del realizador, respecto a esta primera entrega de la saga conocida como la tetralogía Gamma I, por el nombre de la estación espacial donde se desarrolla parte de la acción, en ella “se mezclan diversos géneros, como ciencia ficción, terror, historia de espías, aventura y acción”[4] (e intriga policial, añadimos nosotros). Se considera que esta primera entrega es la mejor, y ante los resultados positivos se decidió distribuir la película en Estados Unidos en cines, aunque después pasó a televisión. En ella, los ambientes, algunos diseños, y la forma de representar las relaciones entre los personajes, tanto en el campo profesional como en el de la evasión, son muy similares a los que aparecen en Star Trek.

Amén de ello, Roddenberry reconoce la influencia de otras obras, como el libro de A. E. van Vogt The Voyage of the Space Beagle (1939) —editado en España como Los monstruos del espacio (Edhasa, Barcelona, 1955), y más tarde como El viaje del Beagle espacial (Plaza & Janés, Barcelona, 2000)—, antología de variaciones sobre el tema de la tripulación de una nave enfrentándose a un ser alienígena tras otro. Es curioso que, este mismo libro, por medio de uno de sus relatos (interconectados y dando continuidad dramática al conjunto), serviría también de base al clásico Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), de Ridley Scott, a tal punto, esta vez, que Van Vogt demandó a los responsables del film por plagio.

Otra de las influencias fue otra saga de relatos debida al excelente Eric Frank Russell, escritos a lo largo de la década de 1940 y recopilados en libro con Men, Martians and Machines (1955)[5]. Las historias se centran en los viajes de la nave estelar Marathon, formada por una tripulación mixta de terrestres y marcianos, y que explora audazmente el universo y se topan en distintos planetas con diferentes formas de vida que, de manera inevitable, siempre acaban resultando hostiles. Los relatos están narrados todos ellos en primera persona por un sargento del que nunca sabremos el nombre. Añadamos al escritor Fredric Brown con el relato “Nada Sirio” (“Nothing Sirius”, 1944)[6]; entre la tripulación de la nave está un capitán afable y enérgico, y un segundo oficial pragmático, inmutable y regido solo por la lógica. Además, los tripulantes de la nave llegarán a un planeta donde sus habitantes reproducen entornos y personajes del pasado de cada uno de ellos. A buen entendedor…

Por último, como influencia literaria ajena al género cabe citar la serie de once novelas que C. S. Forester (1899-1966) —autor también de la mítica La Reina de África / La Reina Africana (The African Queen, 1935)— escribió sobre el capitán Horatio Hornblower, oficial de la Royal Navy británica durante las guerras napoleónicas, y que recientemente ha sido publicada en España por Editorial Edhasa, desde la primera[7], El guardamarina Hornblower (Mr. Midshipman Hornblower, 1950) hasta, la última, Hornblower en las Indias Occidentales (Hornblower in the West Indies, 1958)[8], personaje inspirado en varios marinos reales, en especial dos, Horatio Nelson (de quien toma el nombre) y Thomas Cochrane (también es casualidad este apellido). El personaje saltó al cine con la estupenda El hidalgo de los mares / El capitán Horacio Hornblower (Captain Horatio Hornblower R. N., 1951), de Raoul Walsh, con Gregory Peck de protagonista (¿qué tal hubiera quedado este gran actor como capitán de la Enterprise?), y que suponía una fusión de varias novelas. Después, la televisión ha llevado a cabo una serie británica de telefilmes adaptando las novelas y relatos, empezando con Hornblower: The Even Chance (1998), y acabando con Hornblower: Duty (2003), todas con Ioan Gruffudd, con un total de ocho películas. De gran prestigio, parece ser que ninguna televisión en España muestra interés por ella, para variar. El lector puede recurrir a los libros, la película de Walsh o la serie de telefilmes (estos por importación y en inglés, desde luego) y comparar los rasgos psicológicos de la creación de Forester con la de Roddenberry. Añadamos, sin embargo, alguna de las descripciones que sobre él tenemos:

Hornblower es valiente, inteligente y un marinero habilidoso, pero también está agobiado por su intensa reserva, introspección y dudas sobre sí mismo, y se le describe como «infeliz y solitario». A pesar de numerosas hazañas personales de extraordinaria habilidad y astucia, menosprecia sus logros mediante numerosas racionalizaciones, recordando solo sus miedos. Constantemente ignora o no es consciente de la admiración que le tienen sus compañeros marineros. […] Su naturaleza introvertida lo aísla continuamente de las personas que lo rodean, incluido su amigo más cercano, William Bush, y sus esposas nunca lo entienden del todo. Está protegido contra casi todo el mundo, a menos que se trate de cumplir con su deber como oficial del rey, en cuyo caso es claro y decisivo.[9]

         

Según diría Roddenberry:

Durante una época fue “Buck Rogers”. Ray Bradbury y yo teníamos la misma edad y los dos esperábamos el periódico para leer a Buck Rogers. Y las tiras de prensa de “Flash Gordon”. Sobre todo me gustaban las mujeres medio desnudas. Pero mi mayor influencia desde niño han sido las historias de Hornblower. Influyeron en Star Trek. Quería que el capitán Kirk fuera un Hornblower del espacio.

Tanto Shatner como Roddenberry declararon en varias ocasiones que el personaje de Gregory Peck fue la base principal para forjar la personalidad de Kirk, aunque luego Shatner trasladaría su enorme ego al personaje que, contrariamente a lo que suele suceder en estos casos, fue claramente positivo. Hornblower se ambientaba en la época en la que, si un barco atracaba en un puerto desconocido, el capitán debía ser diplomático, humanista… y muchas cosas más.

De esta manera, Gene Roddenberry concibe Star Trek como una serie de aventuras espaciales con un grupo de carismáticos personajes, por medio de los cuales explorar la Norteamérica del momento, para señalar cómo la veía y cómo le gustaría verla, extrapolando situaciones y reflejando un futuro que le gustaría utópico, donde las diferencias de razas, culturas y creencias no fueran importantes para juzgar a una persona, donde el afán de conocimiento, el respeto al diferente y la implantación de la paz fueran los valores que preponderasen; si bien, episodio tras episodio, estos conceptos se verán amenazados de forma continua.

 

La ci-fi en la televisión norteamericana: los inicios

La televisión tiene muchos iniciadores, pero se considera que la invención por parte de Vladimir Kozmich Zworykin (1889-1982) en 1923 del iconoscopio fue la base para ello, aunque existen precedentes inclusive en 1873 con un sistema de fotoconductividad por medio del selenio debido a Willoughby Smith (1828-1891). A finales de la década de 1920 se realizaron diversas pruebas experimentales de televisión, incluida una en un color primitivo en 1929, y la General Electric comenzó emisiones regulares en 1928[10]. Finalmente, en la Feria Mundial de Nueva York, en 1939, la NBC decide inaugurar un servicio regular de televisión. En los siguientes años, tanto la NBC como la CBS emiten desde su estación neoyorquina y, de forma paulatina, se re-retransmite a otras partes del país, iniciándose lo que se considera la televisión comercial en 1941 por parte de ambas cadenas, pero al poco la implicación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial lo paraliza. Acabado el conflicto, se reinicia todo de forma paulatina, y hacia 1946 se comienza a extender el invento.

Los asistentes a la Feria Mundial ante una exhibición del televisor

La televisión de aquellos años debía mucho a la radio, no en vano las emisoras que la transmitía procedían de ese medio. Así pues, lo que se ofrecía eran programas de radio, pero con imagen. Concursos, espectáculos musicales, noticias… En el antiguo medio gozaban de gran éxito los seriales radiofónicos, tanto con narraciones auto-conclusivas como series de personajes fijos. En el primero de los casos, había programas que adaptaban clásicos literarios, como el mítico Mercury Theatre del gran Orson Welles, que brindó la polémica retransmisión de La guerra de los mundos de H. G. Wells el 30 de octubre de 1938, pero que también propondría versiones de clásicos como Drácula, La isla del tesoro o Sherlock Holmes. En el segundo de los casos, teníamos, por ejemplo, personajes como La Sombra (The Shadow), procedente de las novelas pulp, a quien también dio vida (voz) Welles. Muchas de estas premisas, series con episodios auto-conclusivos, o con personajes fijos, se trasladaron tal cual a la televisión. Por otro lado, las series que requerían exteriores, como muchas del Oeste, se rodaban en celuloide, como si se tratase de pequeñas películas; pero era bastante habitual en esos inicios la emisión de series a modo de obras de teatro en directo, fuesen del género que fuesen.

Orson Welles caracterizado como La Sombra

Hacia 1948 ya comienza a haber retransmisiones en cierta cantidad, y se ofrecen series como Actors Studio (1948-1950), con emisiones de clásicos teatrales desde la mítica academia, Lights Out (1949-1952), que tras cuatro episodios en 1946 se estabiliza, y que está centrada en temas criminales, o la legendaria Suspense (1949-1954), de esclarecedor título.

Las series de ciencia ficción comenzarán a brotar tímidamente[11]. Por lo general, se enfocaban hacia dos ámbitos: o series de aventuras para público infantil, u otras con un enfoque más adulto. En el primero de los casos tenemos Captain Z-Ro (1951-1956), en realidad una serie educativa donde el capitán del título, junto a un joven pupilo, ubicados en un laboratorio, hacen uso de una ventana del tiempo para contemplar eventos históricos, si bien también narrarán historias más acordes con nuestra temática[12]. En el segundo de los casos, cabe citar la excelente Tales of Tomorrow (1951-1953), rodada en directo[13] y que adapta relatos del género, de autores como Philip Wylie, Fredric Brown, H. G. Wells, Nelson Bond, Mary Shelley, Jules Verne, Catherine L. Moore y Henry Kuttner, Raymond F. Jones u Oscar Wilde, o plantea historias originales, con guionistas como Theodore Sturgeon o Frank DeFelitta, brindando apariciones de actores como Thomas Mitchell, Lon Chaney Jr., Leslie Nielsen, Boris Karloff, Veronica Lake, Paul Newman, James Dean, Rod Steiger o Joanne Woodward. Vista hoy día la serie[14], queda obvio lo escaso de su presupuesto, suplido por excelentes guiones, una gran inventiva que incluso permite ofrecer elementos en off y dejar embelesado al espectador, e interpretaciones extraordinarias.

Otras series del género que irán surgiendo en la década de los cincuenta en Estados Unidos serán la muy celebrada Adventures of Superman (1952-1958)[15], Flash Gordon (1954-1955)[16], Rocky Jones, Space Ranger (1954), Commando Cody: Sky Marshal of the Universe (1955), Misterios de la ciencia (Science Fiction Theater, 1955-1957), Hombres en el espacio (Men Into Space, 1959-1960)[17], World of Giants (1959) o, ya internándose en la siguiente década, la legendaria Dimensión desconocida (Twilight Zone, 1959-1964), de Rod Serling, que brindaba una gran variedad de temáticas, pero no pocas veces incursionaba en la ciencia ficción más suculenta, por medio de escritores como Richard Matheson, Henry Kuttner y Catherine L. Moore, George Clayton Johnson, Charles Beaumont, Jerome Bixby o Ray Bradbury.

Una imagen de «Men Into Space»

La década siguiente será algo menos abundante en lo que se refiere al género. En 1963 su fusiona éste con la telecomedia en la muy exitosa Mi marciano favorito (My Favorite Martian, 1963-1967), pero también es ese año cuando comienza otra serie excepcional, Rumbo a lo desconocido (The Outer Limits, 1963-1965), creada por Leslie Stevens un tanto a remolque de Twilight Zone, pero volcada íntegramente a la ciencia ficción. Si en la previa ya habíamos contado con viajes a otros mundos, ahora con la presente será mucho más habitual, y conoceremos otras especies intergalácticas, guerras estelares y otros elementos tradicionales del género. En ella trabajarán guionistas como Jerry Sohl o Harlan Ellison, a quienes nos reencontraremos en Star Trek.

William Shatner ya estuvo presente en «The Outer Limits»

En 1964, el productor y director Irwin Allen ofrece la serie Viaje al fondo del mar (Voyage to the Bottom of the Sea, 1964-1968), traslación a la pequeña pantalla de la película que él mismo había dirigido en 1961. Es una serie de submarinos, si bien ambientada en el futuro, y en no pocas ocasiones el ambiente en el interior de la nave nos retrotraerá al de una nave espacial. Además, en diversos momentos se hicieron aparecer extraterrestres en las historias.

La tripulación del Seaview: La conquista del espacio… submarino

El 15 de septiembre de 1965 la CBS comienza a emitir Perdidos en el espacio (Lost in Space, 1965-1968), también producida por Irwin Allen, que ofrece a una familia de robinsones espaciales vagando de mundo en mundo y topándose con distintas civilizaciones galácticas o peligros ignotos. El éxito de la serie fue arrollador, y el tono, de carácter familiar, se fue domesticando aún más de temporada en temporada. Justo un año después, debutaba Star Trek (1966-1969), y su éxito iría a remolque de la creación de Allen. La serie de Roddenberry coincidiría durante dos temporadas con Perdidos en el espacio, y el mismo año que debutaba aquélla también lo hacía otra creación de Allen, El túnel del tiempo (The Time Tunnel, 1966-1967), de gran fama en su época, espectacular en España, si bien duró una única temporada, y en ella se dio espacio de igual modo a la temática extraterrestre en más de una ocasión. En 1967 se nos brinda otra serie mítica, Los invasores (The Invaders, 1967-1968), creación de Larry Cohen para el productor Quinn Martin, que en dos temporadas alcanzará una inaudita celebridad, y popularizará la imagen de los extraterrestres con el meñique erecto. Otra creación de Allen aparece en 1968, Tierra de gigantes (Land of the Giants, 1968-1970), que sobrevivirá a Star Trek un año.

¡No se pierdan el próximo episodio a la misma hora y por el mismo canal! ¡»Perdidos en el espacio»!

Así pues, el ambiente en el que apareció la serie de Roddenberry no era un páramo yermo, ni tampoco, como muchas veces se ha opinado (sospechamos, muchas veces, sin fundamento) fue la primera en ofrecer una ciencia ficción digna, con buenas historias y buenos intérpretes; y, de hecho, en cuestión de efectos especiales fue más intuitiva y efectiva que innovadora. Star Trek tuvo mucha más importancia e influencia a posteriori que en su momento de aparición.

La década de los setenta alojará otras series de ciencia ficción, heredando muchos planteamientos procedentes de Star Trek, pero también de las creaciones de Irwin Allen. La televisión inglesa, de gran tradición en el género desde los cincuenta, con los míticos seriales del profesor Quatermass, por lo general había tomado un rumbo muy distinto. El matrimonio Gerry y Sylvia Anderson creó un conjunto de series con destino al público infantil, pero muy gozosas para el aficionado sin prejuicios, y realizadas por medio de marionetas, de talante fantástico o de ciencia ficción, entre las cuales destacan dos de índole espacial, Guardianes del espacio (Thunderbirds, 1964-1966) y El capitán Escarlata (Captain Scarlett and the Mysterions, 1967). Después deciden trasladarse a las series con personajes reales, y entre 1970 y 1971 ofrecen OVNI (UFO), muy deudora del estilo británico. Sin embargo, cuando producen Espacio 1999/Cosmos 1999[18] (Space: 1999) las cosas son muy distintas. La serie se proyecta entre 1975 y 1977, en la época en que las reposiciones de Star Trek habían provocado un fenómeno increíble entre el fandom. Espacio 1999 parte de la premisa, increíble, de un grupo de explosiones que sacan a la Luna de su órbita, lanzándola al espacio, así como a la Base Lunar Alpha que en ella está asentada. Semana tras semana, la Luna, a modo de nave espacial, viajará por el espacio, conocerá nuevos mundos y nuevas civilizaciones, en una innegable influencia por parte de la criatura de Gene Roddenbery. Espacio 1999 será la más obvia derivación de Star Trek hasta que brote una eclosión del género a partir de la década de 1980.

«Espacio 1999»: una nueva generación

 

Carlos Díaz Maroto

y Luis Alboreca

[1] Destaquemos que también muchas matte-painting que ilustran los paisajes alienígenas remiten de un modo poderoso a las portadas de revistas pulp sobre el género.

[2] El doctor, encarnado por el actor Warren Stevens (que después aparecerá en Star Trek como extraterrestre en un episodio, “By Any Other Name”), ofrece una personalidad afín a Bones, impulsivo y pasional (pese a la inexpresividad del actor).

[3] Según la teoría de Sigmund Freud sobre la mente humana, esta se divide en ello, yo y superyó, siendo el ello, también llamado Id, “la parte primitiva, desorganizada e innata de la personalidad, cuyo único propósito es reducir la tensión creada por pulsiones primitivas relacionadas con el hambre, lo sexual, la agresión y los impulsos irracionales”.

El monstruo del Id de «Planeta prohibido»

[4] En la página web creada por el propio Margheriti Jr., ya desaparecida, por desgracia.

[5] En español, los cuatro relatos están desperdigados, así: “Jay Score” (1941), con igual título, en La edad de oro. 1941 (Barcelona: Martínez Roca, 1988; Gran Super Ficción; nº 2); “Mechanistria” (1942), como “Mecanistria”, en la revista Nueva Dimensión nº 102 (1978); “Symbiotica” (1943), como “Simbiótica”, en Nueva Dimensión nº 103 (1978); y “Mesmerica” (1955), como “Mesmérica”, en Nueva Dimensión nº 104 (1978).

[6] Aparecido originalmente en la revista Captain Future. En Ven y enloquece y otros cuentos de marcianos; traducción de Máximo Miguel y Nuria Gres. Barcelona: Gigamesh, 2005. Colección: Gigamesh Ficción; nº 29. En España también se ha traducido como “Sirio Cero” y “Sirio nada”.

[7] Por orden cronológico de argumento, no de escritura.

[8] Lamentablemente, han prescindido de la última obra que escribió Forester sobre el personaje, Hornblower and the Crisis (1967), novela incompleta que incluye también varios relatos. Si situaría entre los volúmenes 3 y 4 de la edición de Edhasa.

[9] En la entrada de la Wikipedia inglesa dedicada al personaje.

[10] También en 1928 Hugo Gernsback comienza a transmitir programas televisivos desde su estación de radio en Nueva York, y publica Television, la primera revista sobre el medio. En 1926 Gernsback había fundado Amazing Stories, la primera revista de ciencia ficción.

[11] La primera obra televisiva de ciencia ficción mundial está considerada R.U.R., emitida en Inglaterra por la BBC el 11 de febrero de 1938. Se trataba de una adaptación en treinta y cinco minutos de la célebre obra teatral homónima de Karel Čapek, representada por vez primera en 1921, y donde se popularizó el término “robot”.

Imagen del «R.U.R.» de la BBC

[12] A esta le precederá Captain Video and his Video Rangers (1949-1955), también de carácter infantil, y que fue la primera serie de ciencia ficción en adquirir popularidad.

[13] Muchas series emitidas de ese modo, hoy día, lógicamente, se hallan desaparecidas. Sin embargo, perviven algunas por medio del primitivo procedimiento de, mientras se emitían en directo, colocar un tomavistas frente a un monitor y rodar lo que se iba emitiendo. La calidad de imagen es muy floja, pero se trata del único modo de acceder a ellas.

[14] La serie apareció en España parcialmente en DVD, a modo de extras, en la mayor parte de las ediciones de la imprescindible colección L’Atelier XIII, con “lo mejor y peor de la ciencia ficción”, por parte de Absolute Distribution.

[15] En España se editaron en DVD las dos primeras temporadas por parte de Warner como Las aventuras de Supermán. Después, como es habitual en esta distribuidora, dejaron colgado al aficionado.

[16] Algunos episodios también aparecieron en España en DVD de parte de L’Atelier XIII, como extras a películas cuyo argumento coincidía.

[17] Esta serie enfocaba la conquista del espacio de un modo realista, y planteaba dramas humanos centrados en viajes espaciales que aún eran elementos de ciencia ficción, o hacía transcurrir las historias en colonias lunares.

[18] La serie se anunciaba con el título de Espacio 1999, pero el doblaje neutro de su primera emisión en España traducía los créditos como Cosmos 1999. En el posterior doblaje español, por supuesto, se mantuvo como Espacio 1999.