El marido de Julia ha muerto. En vida, fue un déspota despreciable que la maltrataba. Ella le abandonó hace tiempo, y había rehecho su vida, pero cuando se entera de que está agonizando vuelve a casa y llega cuando ya ha expirado. Pero su presencia aún sigue palpitando entre los muros del caserón y, poco a poco, la mujer se apercibe de que, de algún modo, él aún no se ha ido. Y la busca a ella…
Dirección: Eugenio Martín. Producción: Acuarius Films S.A., Kalender Films International, Paraguas Films S.A. Productor: Valentín Panero. Secretario de producción: Antonio Artalejo. Guion: Antonio Cuevas, Eugenio Martín, José de Uña Zugasti, Eduardo Álvarez. Fotografía: Antonio Cuevas. Música: Carlos Viziello. Montaje: José Antonio Rojo. Decorados: Eduardo Torre de la Fuente. FX: Moro Creativos Asociados (efectos de imagen), Miguel Sesé (maquillaje), Molina (efectos especiales). Intérpretes: Cristina Galbó (Julia), Máximo Valverde (Víctor), Gerardo Mayá (parapsicólogo), Cándida Losada (médium), Juan Jesús Valverde (padre Enrique), Lola Lemos (María), Ramón Lillo (taxista), Paloma Pagés (Rosa), José Luis Barceló, Amparo Climent, Mery Leyva, Silvia Suárez, Mari Carmen Rojo… Nacionalidad y año: España 1981. Duración y datos técnicos: 90 min. – color – 2.35:1 – 35 mm.
Después de Aquella casa en las afueras (1980) Eugenio Martín se embarcó en Sobrenatural (1981), otra película de terror para el grupo Kalender Films[1], ahora aunados a Acuarius Films y Paraguas Films. En el guion repiten, aparte del propio director, Eduardo Álvarez y Antonio Cuevas, encargándose este último, también, de la fotografía, y se incorpora al equipo de redacción José de Uña Zugasti, un hombre con amplia formación cinematográfica, que ha impartido cursos de guion y ha sido gestor de casting —por ejemplo, de Las aventuras del barón Munchausen (The Adventures of Baron Munchausen, Terry Gilliam, 1988)—, y en el campo del guion colaboró en la serie Curro Jiménez (1976-1979).
Si la previa era una intriga psicológica, aquí se interna en las vías de lo fantástico por medio de una trama, en principio, de fantasmas, aunque enfocada bajo otra óptica, la de la parapsicología, y en cierta medida recuerda un tanto a las películas que, sobre el tema, realizara por aquellas fechas Sebastián d’Arbó. Aquí se nos presenta una venganza de ultratumba, pero se intenta conectar con tesis científicas, para lo cual hay alusiones a la fotografía Kirlian[2] e inclusive a la física cuántica, a Schrödinger[3] y al libro tibetano de los muertos.
El muerto del film fue un ser despreciable, que maltrataba a su mujer. Ella se divorció y rehízo su vida, y cuando él averigua dónde habita ahora, parte en su busca, pero por el camino tiene un accidente de coche. Julia (Cristina Galbó) es avisada y, pese a todos los precedentes, regresa preocupada a su antiguo hogar, y cuando atraviesa la puerta le informan que falleció hace media hora. Pronto en la mansión comienza a percibir que el espíritu del finado sigue perviviendo en el lugar, y tiene aviesas intenciones. Un compañero de trabajo que la pretende sentimentalmente, Víctor (Máximo Valverde), se le unirá, y este intenta mostrar las vías realistas de la situación, mientras que ella cree en la condición sobrenatural de lo que sucede. Al fin, él ha de claudicar ante los fenómenos que acontecen, y con la ayuda de un parapsicólogo intentarán exorcizar la casa y hacer desaparecer la presencia maligna.
Eugenio Martín dirige la función con cierta falta de personalidad, rodando las abundantes escenas de transición con una funcionalidad discreta. En las secuencias de terror procura centrarse, intentando crear instantes de miedo, aunque no se consigue. Es innegable que la película sufre enormemente de una falta de presupuesto, lo que impide plasmar ciertas situaciones con convicción, como determinados fenómenos de poltergeist que acontecen, rodados en planos muy cercanos para ocultar a los técnicos que mueven los objetos, y en ocasiones otorgando con ello una planificación confusa. La trama, además, es bastante convencional y tópica, y los responsables parecen ser conscientes de ello, planteándose solo buscar crear determinadas set pieces de horror que funcionen por sí solas.
El marido fallecido de Julia nunca llega a ser visto en su integridad. Cuando lo vislumbramos accidentado tiene el rostro vendado, y después, cuando descubren el ataúd, la mitad de la cara está destrozada. Hay una foto constante en la mesa de su despacho, en la cual proyecta una mirada de desprecio, y lo más conseguido del film es esa presencia constante y maligna que se percibe, con la influencia del muerto expuesto en todo momento. Los demás personajes no hacen otra cosa que correr de un lado para otro, pero con el objetivo claro de que la trama los concentre en la casa y sucedan cosas. La irritante música ayuda, además, a no otorgar convicción a las imágenes, y casi prefiere uno las ramplonerías, al menos más directas, del fantaterror setentero.
En el clímax se busca hacer desaparecer la presencia fantasmal por medio de la electrónica, en un planteamiento bastante similar al que se ofrecía en La leyenda de la mansión del infierno (The Legend of Hell House, John Hough, 1973), y el momento final semeja un homenaje a El enigma de otro mundo (The Thing from Another World, Christian Nyby, Howard Hawks, 1951). Sea como fuere, el film carece de tensión, los personajes son monigotes movidos por los hilos del libreto, y todo se desarrolla de un modo rutinario.
Aparte de todo, tenemos la aparición de un perro, perteneciente al fallecido, que observa todo con suma atención. Los planos del can semejan rodados a posteriori, y nunca se integran con las imágenes. Hay también un momento muy absurdo en el cual el fantasma hace levitar una galleta y se la da para comer al animal. El perro debería ser un elemento de inquietud, pero tal como está integrado en los planos, parece algo ausente y no termina de converger en la trama. En un instante determinado parece escapar de la casa, y más adelante lo vemos ahí de nuevo.
Es una lástima que este díptico de Martín se resolviera de un modo no muy convincente, cuando con anterioridad habíamos sido testigos de su gran capacidad para crear inquietud. Al menos, quedémonos pues con su otro dueto de los setenta, donde otorgó al fantástico español dos de los ejemplares más destacados.
Anecdotario
- Título en Argentina y México: Sobrenatural.
- Títulos anglosajones: Supernatural / Return of the Poltergeist.
- La película participó en 1983 en el Festival de Cine Fantástico de Fantasporto.
- Actores de doblaje: Javier Dotú (Máximo Valverde), Paloma Escola (Cristina Galbó).
- Estrenada en España el 14 de julio de 1981, y luego, el 11 de enero de 1982 tuvo una redistribución, en Madrid en el cine Avenida.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: **
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Se trataba de una compañía de producción que tocó diversas temáticas, encargándose, por ejemplo, de varias películas de Manuel Summers, que estaba implicado en la referida Aquella casa en las afueras. Dentro del género de terror también hicieron El juego del diablo (1975), de Jorge Darnell, con Inma de Santis, María del Puy y Jack Taylor.
[2] Consiste de una serie de técnicas fotográficas utilizadas para capturar las descargas eléctricas del fenómeno eléctrico llamado efecto corona. Lleva el nombre de Semyon Kirlian, quien, en 1939, descubrió accidentalmente que si un objeto en una placa fotográfica está conectado a una fuente de alto voltaje, se produce una imagen en la placa fotográfica. La fotografía de Kirlian ha sido objeto de investigación científica, así como de investigación parapsicológica y forma de producción artística. Sobre la misma se han hecho afirmaciones paranormales, si bien estas son rechazadas por la comunidad científica. La investigación relacionada a la medicina alternativa la ha usado en gran medida. (De la Wikipedia española).
[3] Erwin Schrödinger (1887-1961) fue un físico y filósofo austríaco, ganador del Nobel en 1933.