Víctor llega a la Guinea ecuatorial con el fin de supervisar diversas labores como arquitecto. Se le informa que el sitio es aburrido, y las pocas mujeres blancas que hay son las esposas de algunos oficiales. Un compañero le comenta que tiene relación epistolar con una muchacha en España, y le sugiere que haga otro tanto. Así lo hace, y comienza escribirse con una mujer que vive en un internado. Cuando ella le envía una foto suya, una compañera la cambia por la de otra, mucho más atractiva.
Dirección: Arturo Ruiz Castillo. Producción: Horizonte Films. Jefe de producción: Alberto Álvarez de Cienfuegos. Guion: Arturo Ruiz Castillo, según argumento de José María Alonso Pesquera y Ricardo del Mazo. Música: Jesús García Leoz. Fotografía: Cecilio Paniagua. Decorados: Arturo Ruiz Castillo. Montaje: Sara Ontañón. Intérpretes: Alfredo Mayo (Víctor Sánchez del Campo), Mari Paz Molinero (Mary Toledo), Alicia Romay (Lidia Hernández de la Vega), Raúl Cancio (Jorge Aceval), Antonio Casas (teniente Bermúdez), Manuel Kayser (comandante), Nicolás D. Perchicot (doctor), Arturo Marín (capataz), Julia Caba Alba (inspectora del orfanato), Ramón Caballero (inspector), Manuel Guitián (sargento), María Paz Rodríguez (cuidadora), Carmen Sánchez (Marisa), Aurora Velasco (Nancy), Señora de Prado, José Franco, Francisco Mopila, Emilio Ruiz de Córdoba… Nacionalidad y año: España 1947. Duración y datos técnicos: 82 min. B/N 1.37:1.
A día de hoy, el cine español es, en gran parte, un ilustre desconocido, con películas estrenadas en su día (o ni siquiera estrenadas, que ese es otro tema) y, desde entonces, guardadas en hemerotecas sin que puedan ser accesibles al público. El desinterés cultural en nuestro país, por otro lado, tanto por parte de administraciones públicas como de los propios espectadores, es otro de los motivos por los cuales muchas obras caen en el olvido. Un reciente pase en la Filmoteca Nacional, en el cine Doré de Madrid, ha permitido descubrir esta apabullante rareza.
Alfredo Mayo, la estrella del film
El film comienza con la muerte del protagonista. Unos compañeros descubren su diario y, de esa manera, se informarán (y nos informarán) sobre todo lo que aconteció. Arranca entonces un flashback que nos relata lo referido en la sinopsis. Mary, aquella que se escribe con Víctor, es una mujer anodina y sosa; Lidia, aquella que aparece en la fotografía que le es enviada, es hermosa y voluptuosa. Indefectiblemente, Víctor se enamorará de la mujer que solo existe en su mente, y se casa por poderes con Mary, llegando ésta a la población selvática, y cuando él la ve se siente engañado y experimenta un rápido desprecio hacia ella. Toda esa parte inicial supone un asombroso precedente de Cuando ruge la marabunta (The Naked Jungle, Byron Haskin, 1954), si bien después irá deslizándose por los meandros del melodrama intrigante, un tanto al estilo de Alfred Hitchcock. Todo ello, en un entorno exótico, donde se oye el batir de tambores africanos y se refieren las actividades de brujería de los indígenas. En ese entorno tormentoso, los personajes dirimen sus pasiones.
Resulta también sorprendente que en la película se plantee un adulterio, que sospechamos es llevado hasta sus últimas consecuencias, gracias al tono sugerente de las elipsis. Al final, como todos sospecharemos, el pecaminoso acto tiene castigo, pero durante gran parte del film veremos a los personajes dejarse llevar por las efusiones. En ese triángulo amoroso que se establece, la esposa es el ser sufriente y vejado, la amante comete el acto aún a su pesar, sintiéndose culpable, y el marido es el máximo culpable, siendo un ser inicuo que hace uso de ambas mujeres para su placer exclusivo. En la época en que se rodó la película, Alfredo Mayo era toda una estrella —ya había protagonizado grandes éxitos como Harka (1941), Raza (1941), ¡A mí la Legión! (1942) o Deliciosamente tontos (1943)—, y resulta sorprendente como una figura de ese calibre procura un personaje tan negativo e inclusive antipático.
El director
Por supuesto que, siendo la película de la época que es, resulta de un machismo intolerable. La mujer, se expone, únicamente se realiza por medio del matrimonio y, una vez llegada a ello, su misión es servir al marido en todo lo que a este le plazca. También es de un desmedido racismo por medio de los personajes negros que aparecen en el film. Se refiere que son pagados por su trabajo, pero los españoles hacen uso del látigo para obligarles a seguir adelante, y se refiere de continuo que son como niños y hay que meterlos en vereda, y cuando mueren en un accidente producen más fastidio que conmiseración. Además, la criada que tiene Víctor en casa —el único personaje de color que tiene líneas de diálogo— es claramente una actriz blanca pintarrajeada.
Aparte de ello, la puesta en escena de Arturo Ruiz Castillo resulta bastante tosca. Aunque debutó en el cine en 1933 realizando una serie de cortos, fue en 1946 cuando debutó en el campo del largo con Las inquietudes de Shanti Andía, al que siguió el presente. Se percibe la labor de un realizador cinéfilo, que ha devorado mucho cine, y que plasma todo de un modo agreste, difuso, sin pulir. Además, el montaje es muy caótico, y sospecho que pudiera ser porque las bobinas que la productora Horizonte Films —propiedad del realizador— mandó a la Filmoteca sería un copión de trabajo, sin terminar de trabajar: hay una escena, en un cabaret, donde se oye una canción por un segundo, y hay un salto brusco a una conversación en una mesa, sin que se perciba que se trate de un corte por defecto del celuloide.
Sin embargo, la pasión desaforada y casi primitiva que imprime a la narración hace que Obsesión resulte una película muy interesante, un melodrama desaforado con toques góticos, donde las tormentas sirven de contrapunto a las pasiones desatadas, donde vemos al héroe huir bajo la lluvia estallando en carcajadas, viendo el pantano devorar a los personajes. Aún con sus defectos, se trata un film muy apreciable.
Alicia Romay
Anécdotas
- En 1948, Arturo Ruiz Castillo recibió el premio Gimeno por parte del Círculo de Escritores Cinematográficos por sus películas Las inquietudes de Shanti Andía (1946) y la presente.
- El rodaje tuvo lugar en Guinea ecuatorial y en el Monasterio de Piedra, en Nuévalos (Zaragoza).
- Incluye imágenes de archivo procedentes de los documentales rodados por Manuel Hernández Sanjuán para Hermic Films por encargo de la dirección general de Marruecos y Colonias —como pudiera ser, tal vez, Maderas de Guinea (1946)—.
- Estrenada en España el 18 de diciembre de 1947, en el cine Avenida, de Madrid.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ***
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra