Título: Los nombres muertos
Autor: Jesús Cañadas
Pie de imprenta: Barcelona: Random House Mondadori, 2013
Colección: Fantascy; s/n
Género – materia: novela – thriller – aventuras – fantasía
La historia de un personaje en busca del Necronomicon no es precisamente original, pues no pocas novelas y relatos se han construido con ese punto de partida. Aquí cabría indicar que lo que importa no es el arranque, sino el desarrollo; no concierne tanto el origen sino el viaje y el punto de destino.
Lo primero que llama la atención es el protagonismo del mismísimo Howard Phillips Lovecraft en la novela. Tampoco es la primera vez que el genio de Providence hace aparición en una ficción literaria vinculada a su universo. Aquí está acompañado por un grupo de amigos, así Frank Belknap Long, Robert E. Howard y su ex esposa Sonia Greene, amén de hacer aparición una serie de personajes reales en papeles más o menos episódicos, y que no citaré para que el lector se lleve la misma sorpresa que yo.
Jesús Cañadas escribe este grueso novelón con aparente facilidad, pero que en realidad denota horas y horas de reescritura para otorgarla ese vigor, ritmo y ligereza (que no superficialidad) tan atrayentes. Una vez se coge este libro maldito entre las manos ejerce una misteriosa fuerza de seducción sobre el lector, impidiéndole soltarlo salvo cuando ya no queda más remedio. La historia se desliza, cautivante y embriagadora, y uno se ve obligado a seguir, impelido a conocer el destino de los personajes, y el objetivo último de todo.
El autor
Ciertamente, lo que más sobresale de Los nombres muertos es la habilidad de Cañadas para la construcción de personajes, y ya solo por ese motivo atrapa al lector en esta corriente de relaciones que crea. No es la única, desde luego, pues la propia historia detenta un interés, tanto literario como real, que atrapa al lector. Volviendo al tema de los personajes, el principal es Lovecraft, desde luego, a quien describe con sus contradicciones internas que lo hacen ora atractivo ora odioso. El más desdibujado, acaso, sea Robert E. Howard, y el más atractivo de todos es Frank Belknap Long, acaso porque es el menos conocido y permite al autor jugar más con su imaginación. Vinculada a este curioso triángulo se halla Sonia Greene, una mujer adelantada a su tiempo y a sus compañeros, que los moverá de un lado a otro pese a parecer obligada por las circunstancias a unirse al insólito club.
La narración bascula en todo momento entre la crónica histórica y la fantasía lovecraftiana, manteniendo la ambigüedad de principio a fin, no por incapacidad del autor por concretar, ni mucho menos, sino en una estudiada tentativa de mantener la incertidumbre constante. De todos modos, lo real e irreal no son compartimentos estancos, y muchas veces ambos pueden coexistir, como es el caso; incluso momentos teóricamente cotidianos parecen estar envueltos por una atmósfera de inmaterialidad que otorgan a la novela una fuerza inusitada.
Los nombres muertos es, en suma, una excelente novela, que cautivará a todo aquel que conoce a los autores que protagonizan la historia, pero que por sí misma ofrece una urdimbre poderosa (excelente capacidad de Cañadas, también, para los diálogos) y un sentido de la observación agudo y brillante. Conviene leer esta novela, así como seguir atento a todo lo que haga este escritor.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)