Fran y Miriam son un par de mujeres vampiro que consiguen víctimas a las que abordan cuando hacen autostop. Las conducen a su casa y allí beben su sangre, después de hacer el amor de manera inagotable.
Dirección: José Ramón Larraz [acreditado como Joseph Larraz]. Producción: Essay Films, Lurco Films. Productor: Brian Smedley-Aston. Guion: Diana Daubeney [i.e.: José Ramón Larraz], según un relato de Thomas Owen. Música: James Kenelm Clarke. Fotografía: Harry Waxman. Dirección artística: Ken Bridgeman. Montaje: Geoff R. Brown. FX: Colin Arthur (maquillajes). Intérpretes: Marianne Morris (Fran), Anulka Dziubinska [acreditada como Anulka] (Miriam), Murray Brown (Ted), Brian Deacon (John), Sally Faulkner (Harriet), Michael Byrne (playboy), Karl Lanchbury (Rupert), Margaret Heald (recepcionista), Douglas Jones (encargado), Gerald Case (agente inmobiliario), Bessie Love (señora estadounidense), Elliott Sullivan (hombre estadounidense). Nacionalidad y año: Reino Unido 1974. Duración y datos técnicos: 87 min. – color – 1.85:1 – 35 mm.
José Ramón Larraz Gil nació en Barcelona el 7 de febrero de 1929 y falleció en Málaga el 3 de septiembre de 2013. En el ámbito profesional fue un hombre bastante polifacético, ya que ejerció de guionista y dibujante de comics (bastante bueno, además)[1], fotógrafo de moda y algunas otras cosas. En entusiasta definición de Juanfer Andrés[2]: «Un señor que fue dibujante de cómics en Estados Unidos en los sesenta. Fotógrafo de moda en París en los cincuenta. Exiliado político desde los dieciocho años tras la Guerra Civil». Y cineasta, claro.
Larraz en su juventud
En esta última faceta su carrera se puede dividir en tres etapas, que en ocasiones se interfieren: su periodo inicial en el Reino Unido, donde debuta con Whirlpool (1970), país donde logró sus films más exitosos y de prestigio, entre los que podemos destacar, sobre todo, el inquietante Síntomas (Symptoms, 1974). Mientras aún rueda en las Islas Británicas comienza a trabajar también en España, principalmente en cintas de carácter erótico, humorístico o aunando ambas tendencias; dentro de esa fase destaquemos, entre lo menos interesante, cosas como La momia nacional (1981) o Juana la Loca… de vez en cuando (1983), aunque de igual modo tiene un film de culto como es Los ritos sexuales del diablo (1982). Por último, hacia el final de su carrera trabajó para televisión por medio de dos miniseries de prestigio, Goya (1985) y Viento del pueblo: Miguel Hernández (2002).
Imagen de Symptoms (1974)
En 1974 rueda en el Reino Unido, con destino a la casa Lurco Films —creada ex profeso para su producción—, Vampyres. Esta cinta se ubica entre la coproducción hispano-italiana La muerte incierta / La morte incerta (1973), una rareza ambientada en la India, y la exclusivamente española Emma, puertas oscuras (1974), lanzada en las postrimerías del franquismo como un film de cierto tono erótico, pero que participa de la temática del horror, y que, pese a todo, resultó masacrada por la censura.
Larraz en épocas más recientes
Brian Smedley-Aston, montador de la citada Síntomas, se ocupó de producir la presente (y con la cual inició una carrera centrada en este ámbito). Tal como relató el propio Larraz en sus memorias[3], fue tras un vuelo de regreso de Cannes, donde Síntomas había participado dentro de la Sección Oficial, cuando Smedley-Aston le propuso hacer una película en un tono similar a la previa, pero con más sangre y sexo. Para llevarla a cabo el editor hipotecaría su casa.
El guion (al igual que el de Síntomas), parece partir de una historia de Thomas Owen (1910-2002), escritor belga de auténtico nombre Gérald Bertot, y un tanto en la tradición del mítico Jean Ray, del que Owen fue amigo, y de quien apenas se han publicado cuatro relatos en España[4]. El libreto lo escribió Larraz con el seudónimo de Diana Daubeney[5], labor que le ocupó una semana. Este nos ubica en una mansión aislada en el campo, donde habitan dos vampiras bisexuales que se dedican a secuestrar hombres con los cuales satisfacer sus deseos, tanto de sangre como de sexo.
De hecho las escenas de sexo y desnudos le atraían a Larraz con el fin de reproducir en celuloide el trabajo de ilustradores que admiraba, los pertenecientes a la llamada Secesión de Viena, entre ellos Gustav Klimt (1862-1918), Egon Schiele (1890-1918) u Oskar Kokoschka (1886-1980), o también Félicien Rops (1833-1898), según el autor de Polvos mágicos (1983) «el mejor grabador e ilustrador de fines del siglo XIX y principios del XX»[6].
El reparto está encabezado por dos bellezas, una rubia y otra morena, Anulka Dziubinska y Marianne Morris, respectivamente. La primera, que solía aparecer acreditada como Anulka a secas, es de ascendencia polaca, aunque nació en Inglaterra, y debutó en el cine con la presente; playmate de Playboy para el número de mayo de 1973, después trabajaría con Ken Russell, y se mostraría en series como Los nuevos Vengadores, Magnum y Falcon Crest. Por su parte, Marianne Morris ya había colaborado al lado de Peter Cushing en Corrupción (Corruption, Robert Hartford-Davies, 1968) —su iniciación en el medio—, y tras una carrera no demasiado extensa ni brillante finalizó con la psicotrónica Queen Kong (Frank Agrama, 1976) en un cometido sin acreditar. Morris también apareció desnuda en una revista, en su caso en la británica Mayfair, en el número de octubre de 1976.
Como víctima masculina principal ambas tuvieron a Murray Brown, precisamente ese mismo año Jonathan Harker en la versión de Drácula que dirigió Dan Curtis para la televisión norteamericana, al lado de Jack Palance como el Conde. Tuvo una carrera poco destacada; había debutado en el cine de mano de Sidney Lumet en 1966 con Llamada para el muerto (The Deadly Affair), apareció en un papel sin acreditar en la estupenda El molino rojo (The Black Windmill, 1974), de Don Siegel, y también participó en un capítulo de Los nuevos Vengadores.
Entre el resto del reparto cabe destacar nada menos que a la insigne Bessie Love, como la señora norteamericana que visita la mansión al final del film. Bessie Love (1898-1986) fue una estrella del cine mudo, donde intervino en la Intolerancia (Intolerance, 1916) de Griffith, en El herrero de la aldea (The Village Blacksmith, 1922), de John Ford, y en El mundo perdido (The Lost World, 1925), de Harry O. Hoyt. Al final de su carrera, como es lógico, asomaba en pequeños cometidos en el papel de gran señora. Curiosamente, su última manifestación en la gran pantalla se produciría también en otro film de vampiros, El ansia (The Hunger, 1983), de Tony Scott.
El rodaje del film ocupó apenas dos semanas y media, con un coste total de ochenta mil libras. Como escenario se utilizó un antiguo hotel en desuso, el Oakley Court Hotel, que se aprovechó con amplitud también por parte de la Hammer, así en la magistral Las novias de Drácula (The Brides of Dracula, 1962), de Terence Fisher, The Reptile [tv/vd/dvd: El reptil, 1966], The Plague of the Zombies [tv/vd/dvd: La plaga de los zombies, 1966], ambas de John Gilling, así como la película de la Amicus And Now the Screaming Starts [vd/dvd: Ahora empiezan los gritos / Y ahora empiezan los gritos / La maldición, 1973], de Roy Ward Baker. De igual modo fue empleado como el caserón donde se van a reunir los detectives de la mítica Un cadáver a los postres (Murder By Death, Robert Moore, 1976), o la mansión del doctor Frank N. Furter en The Rocky Horror Picture Show (The Rocky Horror Picture Show, Jim Sharman, 1975). La escena del cementerio se rodó en el Denham Churchyard, del distrito de Buckinghamshire.
Si bien en su estreno español fue calificada con el anagrama «S» (una tontería que se inventó la censura, a mitad de camino hacia la X dedicada al cine porno, y bajo el cual se exhibieron tanto películas violentas como La cruz de hierro de Sam Peckinpah o pornográficas amputadas en sus planos detalle), esa misma copia, en su debut británico, estaba recortada. Después se ha visionado en Inglaterra en su montaje íntegro, tanto en formato DVD como en Blu-Ray; este último, editado en 2010 por Blue Underground, cuenta además con audio-comentario del director y el productor.
¿Qué son las criaturas que protagonizan Vampyres? En el prólogo del film vemos a Fran y Miriam haciendo el amor sobre la cama, cuando una sombra masculina vestida con sombrero de copa aparece y las mata a tiros. Tras los créditos, ilustrados con imágenes de murciélagos aleteando, la cinta se centra en cómo ambas abordan individuos en la carretera, pidiéndoles que les acerquen a su casa, para una vez allí seducirlos, hacer el amor con ellos y beber su sangre. ¿Son vampiros, realmente?
Si no fuese por ese prólogo citado, y donde sin lugar a dudas mueren, uno diría que se trata de psicópatas seducidas por el sabor de la sangre, sádicas que se vengan de los hombres (en abstracto) que han castrado su libertad sexual. Duermen de día en la bodega, si bien suelen vagar en la brumosa tarde. No les vemos colmillos, y en ningún momento del film se cita la palabra «vampiro», pero sí «fantasma».
Nuestras vampiras son aquí descritas más bien como bestias en busca de alimento. Tal como refiere Lindsay Anne Hallam[7]: «Las dos mujeres vampiro atacan a sus víctimas como animales salvajes, y se dan un banquete con los cuerpos más como caníbales que como elegantes criaturas de la noche». Son depredadores animales, sí, pero también depredadores sexuales, invirtiendo el rol de muchas películas, donde las mujeres son las víctimas y los hombres los agresores. De hecho, esa inversión de roles resulta peculiarmente llamativa tras la primera noche de sexo entre Fran y Ted, cuando éste se levanta y ve una mancha de sangre en las sábanas, mancha que procede de él; es como si el desvirgado hubiese sido el hombre, al menos en una forma de relación hasta entonces inédita en él: es la mujer quien lleva la voz cantante, y el hombre el instrumento sumiso en sus brazos.
Ese tipo de relación también parece presidir la de la pareja de la auto-caravana, que de continuo tienen reconvenciones entre ellos, y que apenas exhiben una muestra de afecto: un ligero abrazo en un momento dado, y un polvete al final, que parece más una concesión de cara al público que una necesidad de los personajes. Significativamente, Fran parece reconocer en ella a una igual, y la mujer siente una atracción extraña hacia las dos hembras espectrales que vagan por los alrededores de donde acampan.
Al igual que sucedería a lo largo de su trayectoria como cineasta, la labor previa de Larraz como dibujante de comics y fotógrafo de modas sin duda influye sobre la belleza gélida de las imágenes. La composición de planos está muy estudiada, y apenas se ve violentada por algún discreto zoom, plaga del cine de la época. No solo los paisajes agrestes, otoñales, crepusculares, son retratados en su pulcra frialdad, sino los propios personajes son vistos de esa manera, como objetos en manos de un demiurgo. Incluso el tortuoso plano de la primera víctima atrapada en el interior del automóvil parece poseer una especie de malsana belleza.
Por supuesto, a ello ayuda también la excelente fotografía debida a Harry Waxman, responsable igualmente de las espléndidas imágenes de clásicos del cine británico como Crimen al atardecer (Sapphire, Basil Dearden, 1959), The Day the Earth Caught Fire [tv: El día en que la Tierra se incendió, Val Guest, 1961], La diosa de fuego (She, Robert Day, 1965), The Wicker Man [vd/dvd: El hombre de mimbre, Robin Hardy, 1973]… Las sugestivas tomas de la campiña inglesa, con sus neblinas o su lluvia perpetua, ayudan a establecer una fase anímica mustia, agónica, como una representación del estadio intermedio entre la vida y la muerte, la realidad y la irrealidad, en la que moran las protagonistas.
El resultado podría recordar un tanto a las películas de vampiras lesbianas del francés Jean Rollin, pero en bueno. ¿Qué aporta, pues Vampyres, dentro de la tradición genérica? Larraz declararía su desprecio hacia la imagen que, por aquellos años, arrojaba la Hammer del mito del vampiro por medio de Christopher Lee ―en fin, nadie es perfecto―. Su film, pues, sería una respuesta a esta tradición gótica que derivaba de la literatura, con Joseph Sheridan LeFanu y Bram Stoker en cabeza. Mientras que los vampiros tradicionales aportan una imagen no exenta de romanticismo, sin despreciar su fiereza, las mujeres vampiro de Larraz son bestias salvajes, como vimos. Por aquellas fechas la Hammer comenzaba a mostrar signos de agotamiento y buscaba nuevas fórmulas, aportando más sexo a sus creaciones. Así, tributaría la llamada trilogía Karnstein, basada en la novela corta Carmilla (Carmilla, 1872), de LeFanu, por medio de las películas The Vampire Lovers [tv/vd/dvd: Las amantes vampiro / Amor entre vampiros, 1970], de Roy Ward Baker, Lust for a Vampire [tv/vd: Lujuria para un vampiro, 1971], de Jimmy Sangster, y Drácula y las mellizas (Twins of Evil, 1971), de John Hough, trilogía con la cual el film de Larraz exhibe diversas concomitancias.
De todas maneras, la actitud depredadora de sus féminas vampíricas estaría más próxima a las modernas visiones que del mito del no muerto nos estaban llegando por aquel entonces desde el otro lado del Atlántico, con dos dípticos norteamericanos, los formados por Drácula negro (Blacula, 1972), de William Crain, y Scream Blacula Scream [vd/dvd: ¡Grita, Blácula, grita! (Drácula negro II), 1973], de Bob Kelljan, y el de Count Yorga, Vampire [tv/dvd: El conde Yorga, vampiro, 1970] y The Return of Count Yorga [tv/dvd: El retorno del conde Yorga, 1971], ambas también de Kelljan, donde en especial las féminas son una suerte de bestias salvajes que se precipitan a la depredación del macho. Ya hemos mencionado la similitud del film de Larraz con los del francés Jean Rollin (y por extensión de nuestro Jesús Franco), donde el lesbianismo impregna las apariciones de las mujeres vampiro[8], si bien también hay que hacerse eco de otro título francófono como es el film belga El rojo en los labios (Les lèvres rouges, 1971), de Harry Kümel.
En todo caso, sorprende, tras ver Vampyres, lo irregular de la filmografía de un cineasta que podría haber sido brillante. En todo caso, nos queda un puñado de películas dotadas de una venenosa hermosura de las que Las hijas de Drácula es una de las más representativas.
Anecdotario
- Títulos alternativos: Blood Hunger / Daughters of Dracula / Satan’s Daughters / Vampyres, Daughters of Dracula y Vampyres: Daughters of Darkness.
- En 1976 compitió por el gran premio en el Festival de Cine Fantástico de Avoriaz.
- El rodaje tuvo lugar a partir del 11 de marzo de 1974.
- Larraz escribió el guion en cinco días.
- El cortometraje documental Return of the Vampyres (David Gregory, 2003) se centra sobre el rodaje del presente filme.
- Remake: Vampyres (2015), de Víctor Matellano [España].
- Estrenada en el Reino Unido el 6 de julio de 1974, de manera limitada, y en España el 4 de octubre de 1979.
Bibliografía
Vampyres; edición a cargo de Víctor Matellano; prólogo de Caroline Munro; portada de Daniel Fumero. Madrid: Pigmalión, Artistic Films, Nocturna Film Festival, 2015. Colaboradores: Caroline Munro, Carlos Díaz Maroto, Ángel Agudo, Lone Fleming, Colin Arthur, José Ramón Larraz, Ángel Mora, Víctor Matellano. [Premio EscriDuende 2015].
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
Agradecimientos a Luis Alboreca y José Luis Salvador Estébenez
CALIFICACIÓN: ***½
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Su debut fue en 1951 con «Aventuras de Wilkens» para Alcotán. En 1967 pasó a trabajar en el semanario Spirou con una diversidad de seudónimos.
[2] http://www.juanferandres.com/vampyres-jose-larraz/
[3] Memorias: del tebeo al cine, con mujeres de película; prólogos de Luis Vigil y Carlos Aguilar. Barcelona: Editores de Tebeos, 2012; pág. 119.
[4] Según parece, el propio Larraz también llegó a tener relación amistosa con Thomas Owen.
[5] Nombre de soltera de su esposa; en 1974 usó también ese apelativo para producir el film Scream and Die, renombrado para su estreno en España con el ridículo título de Violación ¿y…?. El motivo de esta acreditación era que, como ciudadana británica que era, cubría la cuota de nacionalidad de producción.
[6] Memorias…; op. cit., pág. 121.
[7] Screening the Marquis de Sade: Pleasure, Pain and the Transgressive Body in Film. Jefferson, North Carolina: McFarland, 2011; pág. 27.
[8] Citemos, rondando aquellas fechas, las muy mediocres La vampire nue [dvd: La vampiresa desnuda, 1970], Le frisson des vampires [dvd: El amanecer de los vampiros, 1971] o Requiem pour un vampire [tv/dvd: Réquiem por un vampiro, 1973], por parte del francés, y Las vampiras / Vampyros Lesbos (1971), La hija de Drácula (La fille de Dracula, 1972) o La comtesse noire [dvd: El ataque de las vampiras, 1973], por la del madrileño.