Madrid, finales del XIX. Basilio asiste a una casa de juego y recibe la ayuda de un misterioso tuerto, que le hace ganar una pequeña fortuna. El tuerto después le informa de que es Don Robinsón de Mantua, que está muerto, y que precisa de él para ayudar a su bella sobrina Inés, que corre un gran peligro. En medio de toda la trama están involucrados una serie de jorobados, así como un sitio denominado la Torre de los Siete Jorobados.

Dirección: Edgar Neville. Productores: Luis Judez, Germán López Prieto para Judez-Films, España Films. Guion: José Santugini, Edgar Neville, basado en la novela de Emilio Carrère [y Luis de Aragón]. Fotografía: Enrique Barreyre [Henri Barreyre], Andrés Pérez Cubero. Música: José Ruiz de Azagra. Montaje: Sara Ontañón. Decorados: Pierre Schild, Francisco Escriñá, Antonio Simont, Francisco Canet Cubell. Intérpretes: Antonio Casal (Basilio Beltrán), Isabel de Pomés (Inés), Guillermo Marín (doctor Sabatino), Félix de Pomés (Don Robinsón de Mantua), Julia Lajos (madre de la ‘Bella Medusa’), Julia Pachelo (Braulia), Manolita Morán (La ‘Bella Medusa’), Antonio Riquelme (Don Zacarías), José Franco (espectro de Napoleón), Manuel Miranda, Emilio Barta, Antonio L. Estrada, Luis Ballester, Luis Latorre, Rosario Royo, Julián García, Francisco Zabala, Natalia Daina, Carmen García, José Arias, Antonio Zaballos… Nacionalidad y año: España 1944. Duración y datos técnicos: 80 min. B/N 1.37:1.

 

poster2

La Torre de los Siete Jorobados (1944) es un film tan atípico dentro del cine español como lo es su propio realizador, el madrileño Edgar Neville Romrée, conde de Berlanga Duero (28 de diciembre de 1899-23 de abril de 1967). Fue Neville un hombre a caballo entre dos mundos, diríase; nacido y muerto en Madrid, su casticismo está siempre presente en su obra (escrita y/o filmada), pero también fue un hombre de amplia cultura, que visitó Hollywood y aprendió de los artistas que allí conoció. Neville no sería el Neville que hoy conocemos sin la cultura popular madrileña, pero también sin Chaplin, sin Laurel y Hardy, sin esos directores que admiraría como Lubitsch, von Sternberg, Stahl o Feyder. Si se mira atentamente su filmografía, aparte del tipismo castizo es identificable la huella de esos cineastas.

foto6

La Torre de los Siete Jorobados, además, se inscribe en una tradición muy atípica dentro del panorama artístico español de la época, y desde su propia concepción literaria. Tal como cita Jesús Palacios[1]: “La torre… empezó a publicarse en forma de folletín en el periódico La Nación, en 1918, donde quedaría inconclusa. Carrère utilizaría estos capítulos, así como partes de otras novelitas, relatos y episodios publicados en distintas revistas, para confeccionar lo que sería después su novela más conocida y popular [publicada en 1920]; pero que habría de completar como “negro” el citado Jesús de Aragón –conocido como el Julio Verne español, a veces bajo el pintoresco seudónimo de “Capitán Sirius”–, ordenando los materiales dispersos, rellenando huecos (utilizando para este fin otros textos de Carrère), y añadiendo algunos capítulos de mano propia”.

foto5

El guionista José Santugini había realizado una entrevista a Carrère donde el autor refería a La Torre como el más cinematográfico de sus textos[2]. Es en 1944 cuando convence a los productores que se hagan con los derechos de la novela, y el 9 de marzo de ese año Germán López Prieto firma el contrato de cesión. A la hora de traducir ese texto a lenguaje fílmico, Santugini elimina la mayor parte de los elementos fantásticos y de satanismo presentes en el libro, dejando, por supuesto, lo que es preciso para la evolución de la trama; más adelante, se incorpora Neville al proyecto y termina de ajustar el conjunto a términos cinematográficos.

foto4

Gran parte del cine de Neville ha tenido a Madrid como eje vertebrador, y La Torre de los Siete Jorobados, por supuesto, no habrá de ser una excepción. Pero, tal como se dijo al principio, la dualidad artística de Neville tendrá su traslación al propio film dividiendo este en dos mundos, dos universos yuxtapuestos y que se complementan, y que en realidad son tres. Así tenemos el mundo de la superficie, el Madrid castizo de los Austrias, donde un tarambana, Basilio, intenta conseguir el dinero suficiente para poder invitar a cenar a la chica que le gusta, una cupletista llamada La Bella Medusa, a la que siempre se le une una voluminosa y pantagruélica madre[3]; pero sin embargo hay otros mundos que están en este. Por un lado, el sobrenatural, de donde procede el espectro de Don Robinsón de Mantua, y que accede a nuestra realidad a través de los espejos; y por otro lado, el mundo torvo y misterioso, una ciudad oculta en los subsuelos de Madrid, construida otrora por los judíos cuando fueron expulsados. Allí moran un grupo de jorobados que se dedican a fabricar dinero falso. Esos tres mundos se fusionarán en un todo estrambótico, maravilloso, irreal y al tiempo plausible, dentro de los cánones narrativos.

foto3

El protagonista, como se dijo, es Basilio, interpretado por Antonio Casal, a quienes muchos, muy atinadamente, definieron como “el Cary Grant español”, y que en esta película pasa de lo real a lo irreal impulsado por las circunstancias, sin entenderlo pero aceptándolo, empujado por las situaciones. Como gran malvado de la historia tenemos al maquiavélico doctor Sabatino, encarnado por un tremendo Guillermo Marín que aplica un talante lugosiano a su interpretación, donde la potencia de su mirada (esos primerísimos planos, que parecen remitir a La legión de los hombres sin alma / White Zombie) tiene poderes hipnóticos para con la bella Inés (tal como en la película de Victor Halperin).

resizer

Elegante y chusca a un tiempo, realista y mágica de un modo simultáneo, siempre fascinante, La Torre de los Siete Jorobados es una de las joyas ignotas del cine fantástico español, un misterioso desvío dentro del discurrir de nuestra cinematografía que merece la atención del espectador amante del Séptimo Arte.

foto1

 

Anécdotas

  • El rodaje tuvo lugar entre el 29 de mayo y el 21 de julio de 1944, en los Estudios CEA de Madrid (interiores) y en la plaza del Marqués de Comillas, la plaza de Alamillo, la calle de la Morería y la plaza de la Paja, en Madrid (exteriores).
  • El edificio de estilo clasicista que en el film sirve de alojamiento a Inés, y que ahora aloja un instituto, fue construido a principios del siglo XX, por lo que no existía en las postrimerías del XIX, época en que se sitúa la acción del filme.
  • Después de la Guerra Civil, cuando se rodó la cinta, la plaza había perdido su tradicional y onanista nombre de Plaza de la Paja por el mucho más solemne de Marqués de Comillas.
  • Se estrenó el día 23 de noviembre de 1944 en el cine Capitol, de Madrid.

 

Bibliografía

CARRÈRE, Emilio [y ARAGÓN, Luis de]: La torre de los siete jorobados; prólogo/epílogo de Jesús Palacios. Madrid: Valdemar, 2004. Colección: El Club Diógenes; nº 90.

 

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

Agradecimientos a Santiago Aguilar

 

[1] En “Emilio Carrère: el señor de la Torre de los Siete Jorobados”, dentro del libro que acompaña a la edición del film en DVD por parte de Versus; pág. 52.

[2] Incluida en el citado libro, pág. 73.

[3] Este trío parece casi un precedente al cómic Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte, creado por Roberto Segura y que se comenzó a publicar en la revista Pulgarcito en 1957. Ahí Rigoberto trata de agasajar a la rica heredera Curruquita Cencérrez y, de paso, a su rolliza mamá, doña Abelarda.