Jenny se topa en la calle accidentalmente con Bernard, un antiguo amigo que ahora es sacerdote. La hermana de ella, Vanessa, lo acoge en casa de ambas. Mientras, el clérigo de la parroquia donde Bernard irá a oficiar, el padre Meldrum, cuando Jenny va a solicitar ayuda la predica una charla terrible y la deja conmocionada. Poco a poco, ella percibe que Meldrum es un desequilibrado que incluso comete asesinatos.
Dirección: Pete Walker. Producción: Peter Walker (Heritage) Ltd. Productor: Pete Walker. Guion: David McGillivray, según una idea de Pete Walker. Fotografía: Peter Jessop. Música: Stanley Myers. Montaje: John Black. Dirección artística: Chris Burke. Intérpretes: Anthony Sharp (padre Xavier Meldrum), Susan Penhaligon (Jenny Welch), Stephanie Beacham (Vanessa Welch), Norman Eshley (padre Bernard Cutler), Sheila Keith (Miss Brabazon), Hilda Barry (Mrs. Meldrum), Stewart Bevan (Terry Wyatt), Julia McCarthy (Mrs. Davey), John Yule (Robert), Bill Kerr (Mr. Davey), Victor Winding (Dr. Gaudio), Jack Allen (médico de cabecera), Kim Butcher (Valerie Davey), Ivor Salter (enterrador), Andrew Sachs (hombre en la iglesia), Jane Hayward (enfermera Fowler), Mervyn Johns (padre Duggan), Melinda Clancy (chica en el presbiterio), David Corti (monaguillo), Anthony Hennessey (policía), Austin King (chico en el presbiterio), Nicholas Power (monaguillo)… Nacionalidad y año: Reino Unido 1976. Duración y datos técnicos: 104 min. color 1.85:1.
Pete Walker es un director de mayor interés que el que se le suele dispensar. Comenzó realizando filmes eróticos para deslizarse después hacia el terror, aunque a veces ha fusionado ambas vertientes. En diversas entrevistas ha insistido en la carencia de un subtexto a sus filmes, refiriendo que son “solo películas”, pero viendo la presente es difícil aceptar esta explicación, máxime porque hay cierta constancia en su cine en presentar figuras autoritarias e inflexibles, que imponen sobre los demás sus rígidos códigos morales.
Lo más interesante de este film es presenciar cómo se van construyendo dos mundos antitéticos que tiene cada uno de ellos un reflejo en el otro. Por un lado, tenemos la casa de las chicas protagonistas, y por otro la parroquia donde habita el sacerdote. Curiosamente, en ambos entornos viven un hombre, un sacerdote, junto a dos mujeres. En la casa está el joven padre Bernard, que representa la forma progresista de ver el mundo, que convive con las dos muchachas y se va enamorando poco a poco de una de ellas. En la rectoría, por su parte, está el anciano padre Meldrum, que vive con su madre y con una extraña sirvienta ―caracterizada como si fuese una celadora de un campo de concentración nazi― de la que de forma paulatina iremos descubriendo secretos. Ambos hombres viven su vida intentando reprimir sus impulsos sexuales. Pero mientras que uno de ellos termina aceptando, y decidiendo que ha de plantearse un nuevo rumbo en su vida, el otro los experimenta como una tortura, y los sublima, no castigándose a sí mismo, sino a los demás, proyectando sus frustraciones sobre los pecados de otros.
Pecados que, por otra parte, en algunos casos no son ni eso. La película arranca con una chica volviendo a su casa, llorando, y suicidándose poco después. Cuando la protagonista del film, Jenny, va a visitar en un momento dado al sacerdote, al llegar está saliendo una pareja de adolescentes y ella está llorando. Sea como fuere, la “ayuda” del cura siempre redunda en el llanto o en el sufrimiento. Más aún: pronto comprobaremos que no se corta un pelo en recurrir al asesinato cuando le conviene. El clérigo es un desequilibrado, un loco que sufre impulsos súbitos y coléricos, pero que también sabe ser frío para encubrir sus actos. Jenny averigua todo sobre él, pero cuando lo refiere a los demás nadie la cree: ni los médicos, ni el amigo sacerdote, ni su propia hermana. En ese momento el film expone la moral cotidiana, en la cual la sociedad siempre da por bueno cualquier cosa que diga un representante de la iglesia, refutando obviedades.
Tal vez en un intento de remarcar cómo la sociedad acepta con facilidad la palabra de un sacerdote se produce la sensación de que todo está supeditado a ese mensaje. Parece un tanto increíble que al cura todos sus planes le funcionen bien, y que no haya la menor duda en varios de los personajes involucrados en el caso. El joven clérigo acepta con demasiada facilidad la explicación del cura malvado, aunque haya encontrado un cadáver enterrado, y duda con igual facilidad de su amiga, aunque haga tiempo que no la ve. Y varios elementos, como los posibles malos tratos de la madre del sacerdote mayor por parte de la criada, queden relegados. Además, otros elementos, como que las dos hermanas duerman juntas sin nada de ropa ―para ello se recurre a un desnudo que no viene mucho a cuento―, quedan un poco en el aire.
El guion se toma su tiempo en exponer todo, y resulta sorprendente comprobar la duración de la película, más larga de lo que es habitual en este tipo de cintas de terror de complemento, como si dijéramos. En realidad, es un drama moral, de tonalidades oscuras, donde se van inyectando sobre la marcha unas pocas escenas de terror. Los asesinatos son escasos, y muy rápidos, y algunas muertes incluso se plantean en off. Walker recurre inclusive a elementos tópicos, como la tormenta del final, para crear atmósfera, aunque casi uno diría que esa tormenta está más en el interior de los personajes que en el ambiente exterior. Cabe resaltar el plano en que Jenny descubre al sacerdote entre las sombras, y solo vislumbra el crucifijo del pecho, casi cegador. De inmediato aparece el otro cura, que porta una cruz idéntica, componiendo la ligazón entre ambos personajes y, al tiempo, mostrando su desvinculación: uno se esconde en la oscuridad, el otro se muestra con claridad.
El film se apoya de igual modo en un reparto muy sólido, habiendo de matizarse las dos muchachas protagonistas, dos jóvenes bellezas que, al tiempo, son dos destacadas intérpretes femeninas del cine británico de la época, Susan Penhaligon y Stephanie Beacham. El sonriente sacerdote joven está encarnado por Norman Eshley, a quien podemos recordar como un personaje recurrente en la serie Los Roper (George & Mildred, 1976-1979), lo cual potencia esa simpatía subterránea que debe despertar automáticamente el personaje. La enigmática señora Brabazon, que lleva gafas con un cristal oscurecido, es servida por Sheila Keith, actriz litigante en el cine de Walker, y a quien el director sabe utilizar con habilidad. Pero sobre todo cabe apuntar a Anthony Sharp como el padre Xavier Meldrum, en un papel dificilísimo, que podría caer con facilidad en la exageración y la caricatura, y que el maduro intérprete domina con una desenvoltura asombrosa, y quien ha encarnado en muchas ocasiones a médicos, clérigos, jueces o aristócratas, por lo cual esa imagen de poder que transmite queda como un guante a un personaje que debe subvertir esa imagen.
Anécdotas
- Título de reposición en el Reino Unido: The Confessional Murders. Título en Estados Unidos (DVD): The Confessional: House of Mortal Sin.
- En 1977 la Academy of Science Fiction, Fantasy & Horror Films la nominó a mejor película de terror.
- El papel de padre Meldrum fue ofrecido a Peter Cushing, pero no pudo aceptar porque tenía otros compromisos. También fueron considerados para ese papel Stewart Granger y Harry Andrews.
- Walker pretendía ofrecer papeles a Lee J. Cobb y Richard Greene.
- La edición en Blu-ray ofrece el formato a 1.66:1.
- Estrenada en el Reino Unido en febrero de 1976. En España se estrenó el 22 de octubre de 1980, en Barcelona, en el cine Arenas (en programa doble con Eróticos juegos de la burguesía [Plus ça va, moins ça va, Michel Vianey, 1977]), y en el Vergara, en sesión única.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ***
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra