Una expedición llega a una isla ignota con el fin de explotarla para extraer petróleo. Sin embargo, sus intenciones se ven frustradas cuando comprueban que en el lugar habita un simio gigantesco, un gorila que se sentirá interesado por una muchacha rubia que está entre el grupo.
Director: John Guillermin. Producción: De Laurentiis/Paramount. Productor: Dino De Laurentiis. Productores delegados: Federico De Laurentiis, Christian Ferry. Guion: Lorenzo Semple Jr., según el guion de James Creelman y Ruth Rose. Fotografía: Richard H. Kline. Música: John Barry. Montaje: Ralph E. Winters. Diseño de producción: Mario Chiari, Dale Hennesy. FX: Carlo Rambaldi (diseñador de Kong), Frank Van Der Veer (efectos visuales), Rick Baker, Rob Bottin (efectos de maquillaje). Ayudante de dirección: Kurt Neumann. Intérpretes: Jeff Bridges (Jack Prescott), Jessica Lange (Dwan), Charles Grodin (Fred Wilson), René Auberjonois (Roy Bagley), John Randolph (capitán Ross), Julius Harris (Boan), Jack O’Halloran (Joe PeR.K.O.), Dennis Fimple (Sunfish), Ed Lauter (Carnahan), Mario Gallo (Timmons), John Lone (cocinero chino), John Agar (oficial), Rick Baker (King Kong), Gary Walberg, Keny Long, Sid Conrad, George Whiteman, Wayne Hefley, Corbin Bernsen, Joe Piscopo, Forrest J Ackerman, Donald F. Glut… 126 min. (versión cines) / 182 min. (versión TV) / 193 min. (versión extendida TV) – Metrocolor – 2.39:1 – Panavision – 35 mm.
Con la moda del cine catastrófico en la década de los setenta, una nueva versión del clásico King Kong de Schoedsack y Cooper no debió parecer descabellada. De hecho, por aquel entonces hubo dos proyectos simultáneos: el de Laurentiis, que acabó haciéndose, y otro por parte de la Universal titulado The Legend of King Kong, dirigido por Joseph Sargent[1], cuya protagonista femenina había de ser… Barbra Streisand, y los efectos especiales, todos por medio de stop-motion, los realizaría el gran Jim Danforth, a partir de un guion de Bo Goldman (Alguien voló sobre el nido del cuco, ¿Conoces a Joe Black?) que se centraba en la época del film original. Ese proyecto también estuvo previsto que fuese interpretado por la televisiva Susan Blakely y Peter Falk (Colombo). Se desató una batalla legal, y por último los derechos devinieron a Laurentiis[2].
Dino de Laurentiis, mítico productor italiano que, en tiempos, contó con producciones de prestigio como Arroz amargo (Riso amaro, 1948), de Giuseppe de Santis o Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957), de Federico Fellini, fue derivando de manera paulatina hacia un cine más espectacular. En 1966 produjo La Biblia… en su principio (The Bible… in the Beggining), dirigida por John Huston, intento de elaborar una serie de películas que adaptaran el libro sagrado en su integridad, pero el fracaso comercial del primer film truncó la carrera de los restantes.
En 1975 Laurentiis produce Mandingo (Mandingo), película sobre la trata de esclavos de alto contenido erótico, y para la cual contrata al director Richard Fleischer. Laurentiis manipuló el montaje a su gusto y Fleischer renegó de la versión estrenada (aunque después volvería a trabajar con él). Así pues, como decíamos, tras esta película el preboste italiano se embarca en otro proyecto. Eran los años de Poseidones y Colosos, y también de Tiburones y otras criaturas del reino animal de proporciones vastas. Aunadas ambas situaciones, tenemos a King Kong, y Laurentiis decidió crear su nueva versión del mito[3]. Tras esta película, por cierto, insistió con la temática con una producción sumamente atractiva: El desafío del Búfalo Blanco (The White Buffalo, J. Lee Thompson, 1977), wéstern fantástico sobre un gigantesco búfalo que supone la encarnación fantasmal de todos los animales abatidos por el sanguinario Buffalo Bill Cody. Y una vez más insistiría Laurentiis con su revisión del Tiburón spielberguiano con Orca, la ballena asesina (Orca, Michael Anderson, 1977).
La elección de Guillermin como director era obvia, dado que ya había dirigido El coloso en llamas (The Towering Inferno, 1974), pese a que, previamente, el proyecto fue ofrecido a Steven Spielberg, Roman Polanski, Michael Winner o Sam Peckinpah. Como guionista, por lo demás, contó con el entonces valorado en este tipo de cine Lorenzo Semple Jr.[4], con quien volvería a contar de Laurentiis para un remake de John Ford nada menos, la catastrófica —en todos los sentidos— Huracán (Hurricane, 1979), de Jan Troell[5], y la muy kitsch versión de la obra maestra de Alex Raymond Flash Gordon (Flash Gordon, 1980), de Mike Hodges.
Los problemas pronto se hicieron notar cuando uno de los hijos de Dino, Federico, declaró que el papel de King Kong lo interpretaría un actor negro, por estar esta raza más cercana a sus orígenes primates. No sabemos si tal perla de comentario fue debida a racismo o estupidez, o ambas cosas, que para el caso es lo mismo. Por su parte, el propio Dino, en 1976 declaró triunfalista: «Nadie lloró cuando murió Tiburón. Pero cuando el simio muera, la gente va a llorar. Los intelectuales van a amar a Kong; incluso los que admiran la primera versión van a adorar la nuestra. ¿Por qué? Porque no les daré una basura. No gasté dos o tres millones para un producto rápido. Gasté veinticuatro millones en mi Kong. Les voy a dar calidad. Tengo una gran historia de amor y una gran aventura.» Como si alto presupuesto y calidad estuvieran unidos de forma indisoluble…
Otro de los problemas devino cuando se contrató a Carlo Rambaldi para diseñar un modelo mecánico a tamaño natural del simio, un mostrenco que costó la escalofriante cantidad de 1,7 millones de dólares, para ser usado solo en una escena, con pésimos resultados además, pues lo artrítico de los movimientos del mono mecánico era obvio. Este muñeco a tamaño natural, por cierto, fue reciclado para la parábola de Marco Ferreri Adios al macho (Ciao, maschio, 1978). Con todo, la publicidad insistió que el muñeco se usó en todo el metraje, cuando en realidad se trataba del especialista en estas lides Rick Baker, caracterizado entre maquetas, a lo Godzilla, como queda obvio para cualquier espectador avezado.
En total el presupuesto de la película alcanzó la cantidad de 25 millones de dólares. Parte del mismo no fue destinado a grandes estrellas, desde luego, pues el film suponía el debut de la modelo Jessica Lange en el cine. Y eso que, se cuenta, para el papel optaron Cher, Bo Derek, Meryl Streep —fue descrita por Dino De Laurentiis como «demasiado fea para King Kong»—, Kim Bassinger, Britt Ekland, Farrah Fawcett, Sylvia Kristel, Melanie Griffith, Valerie Perrine, Bette Midler y, de nuevo, Barbra Streisand.
Y cabe señalar que por la época Jeff Bridges comenzaba a despuntar —sus filmes más importantes hasta el momento eran La última película, Fat City y Un botín de 500.000 dólares, donde él, en todo caso, era un secundario prometedor— y no era el actor de prestigio que ahora es. Ambos, acompañados de estupendos actores secundarios como Charles Grodin, René Auberjonois o Ed Lauter. Resaltemos, por lo demás, que en 1982 la cadena televisiva NBC ofreció un remontaje ampliado de la película con hasta diez escenas nuevas, que algunos calificaban que mejoraban el original. Otra escena, en la cual la serpiente gigante ataca a los marineros, parece darse por perdida (¿para emular el mito de la escena de las arañas de la clásica?).
Como anécdota, resaltemos que en este filme trabajó Harold Wellman, ayudante de cámara en la versión de 1933, y que ahora sería el cámara de efectos especiales. También, para ambientar determinados planos, como los de las escenas de multitudes en la isla al inicio con los indígenas, por medio de altavoces se ponía la música que había compuesto John Barry para la película Nacida libre (Born Free, James Hill, 1966). Tal vez por ese motivo se decidió al final contratar al compositor inglés para King Kong, y ese elemento es notoriamente significativo para calibrar las intencionalidades y los resultados.
La película de Schoedsack y Cooper recurría a una partitura de Max Steiner para conferir atmósfera al film. Se trataba de una composición primitiva, que evocaba ecos salvajes, que brindaba un tono de aventura oscura, numinosa, a los resultados. Por su parte, la creación de John Barry otorga visos más luminosos —salvo temas más acordes con otro tono— y dejaba traslucir sin lugar a dudas que se trataba de una historia de amor, romántica, imposible, un amour fou en definitiva. Otro cambio, igual de ostentoso, tenía lugar en esta ocasión: los cineastas eran reemplazados por prospectores petrolíferos. Es decir, los creadores de la fábrica de sueños cedían lugar a personas que pisaban el suelo y lo taladraban para crear una industria próspera. Había desaparecido el sueño y esta era la realidad; lo onírico había dado lugar a lo prosaico. Empero, no todo resulta negativo en esta cinta. El guion de Lorenzo Semple Jr. ofrece puntos de interés y, una vez asumido el cambio de rumbo, de orientación, que presenta esta cinta, todo ello está resuelto con convicción.
La acción arranca en Surabaya, Indonesia, donde un buque petrolero de la compañía Petrox parte rumbo a una isla no cartografiada en los mapas, y donde esperan hallar petróleo en abundancia. El científico de la compañía, encarnado por René Auberjonois, refiere que la isla se halla rodeada por emanaciones gaseosas con un fuerte componente de CO2, lo cual hace pensar en el oro negro, pero Jack Prescott (trasunto del Jack Driscoll de la clásica, encarnado por Jeff Bridges), un paleontólogo de Princeton que se ha colado a bordo, refiere que el CO2 muy bien podría provenir de la respiración de animales, es decir, del propio Kong.
De hecho, la película ofrece ciertos vaticinios de lo que nos vamos a encontrar: la secuencia pre-créditos finaliza con un brindis «por el más grande», y más adelante Dwan (Jessica Lange) refiere que le echaron el horóscopo en Hong Kong donde le presagiaron que atravesaría una gran masa de agua y conocería a «la mayor persona de su vida». Otros detalles de interés aparecen al inicio, cuando se muestra una fotografía con infrarrojos de la isla, que presenta la apariencia exacta de un cráneo de mono. Prescott, por lo demás, referirá que, en 1605, un viajero portugués, Fernando de Queres, fue desviado hacia la isla, envuelta sempiternamente en una niebla sobrenatural, por el viento de Tenotang, y una vez arribado en la playa del Cráneo oyó el bramido de una bestia gigantesca. ¿Es Kong centenario, o solo el último de su especie, habiendo muerto, quizás poco antes, sus ascendientes?
Prescott supondrá el punto de inflexión crítica que impone la película, con sus postulados ecologistas, mientras que Dwan, lógico es, constituye la parte emocional, afectiva. Ésta arribará al barco proveniente de un naufragio, con lo cual se introducirá el elemento femenino de una forma, se pensaba en aquel entonces, más lógica. Si el film primitivo no hubiese existido, y Peter Jackson hubiese efectuado un remake del presente, habría introducido el personaje femenino, quizás, reemplazando al científico que encarna Auberjonois, por poner un ejemplo, otorgando a la mujer un cometido totalmente lógico en aquel entorno. Pero no nos desviemos del rumbo…
Como se habrá podido ver por los comentarios precedentes, los nombres de los personajes han sido cambiados por completo. Sin embargo, los elementos clave que existían en el King Kong originario son respetados aquí: la escena del tronco, Kong desnudando a la chica, los fotógrafos que lo enfurecerán y provocarán su huida, el ataque al tren elevado… Respecto a lo que decíamos al inicio de este comentario, al menos sí respetarán que Dwan sea, al igual que Ann Darrow, una aspirante a actriz.
No obstante, otros elementos son eliminados de la película. Para el amante de las monster movies, el más obvio supone la supresión de los dinosaurios. Acaso una muestra de racaneo por parte de De Laurentiis, para ahorrar en efectos especiales, o quizás un intento de otorgar mayor realismo al film… un film, recordemos, de fantasía. Solo se respetará la aparición de la serpiente gigante, también presente en la cinta clásica. Elemento, por lo demás, sumamente interesante. Le precede la escena en la cual Kong acaricia con su enorme dedo a Dwan, le arranca abalorios y los tirantes del vestido, mientras ella gime… No cabe duda sobre el integrante sexual del momento. Y una vez excitado Kong, surge la serpiente gigante. ¿Metáfora en exceso burda? Cuando se acometió este remake, sin duda Semple había leído las teorías freudianas referentes al clásico, por lo cual no dudaríamos de su inclusión intencionada[6].
Por lo demás, el guion de Lorenzo Semple está salpicado de forma intermitente por diálogos pueriles con otros más elaborados. En el primero de los casos, destaquemos un vergonzante «Maldito mono chauvinista» que le suelta Dwan a Kong; en el sentido contrario, lo sugestivo del comentario de Prescott sobre haber sustraído a los isleños el gorila: «Cuando cogimos a Kong, raptamos a su Dios». Otros elementos del libreto son dignos de resaltar, como, al inicio en el barco, el radar que muestra el perfil de la isla, y que detecta el inmenso volumen de Kong —en ese instante, la hermosa música de Barry sufre un quiebro inquietante—. O la magnífica escena en la cual Prescott y Dwan se besan y el pañuelo de ella es arrastrado por el viento hasta el mismísimo Kong, quien reconoce el aroma de su amada —al final, buscando a la mujer por Nueva York, se regirá por el olfato—. Enfurecido, ella habrá de calmarlo; resulta escalofriante percibir cómo Kong, de pronto, es consciente de todo, de la imposibilidad de su amor, y suelta a Dwan, dejándola partir, y quedando él solo en la bodega.
En cierto sentido, la película es una continua alternancia de momentos logrados con otros no tanto. La excelente fotografía, la bella música y el sólido plantel interpretativo se ven acompañados de una roma puesta en escena que es incapaz de sacar provecho a los elementos. Con todo, a veces Guillermin plantea resoluciones visuales dignas de interés, como cuando Dwan está atada al poste y un travelling de aproximación constituye un plano subjetivo de Kong; o, en el clímax final, el plano detalle de las ametralladoras de los helicópteros, recalibrándose y situándose, presagiando su amenaza y peligro. O el momento final, con Kong aún agonizante, y los fotógrafos posándose sobre su tórax para tomarle fotos, como buitres carroñeros. O la belleza mágica, quizá involuntaria, de los planos nocturnos en la isla rodados en estudio. En definitiva, esta película está a años luz del portento de su originaria, pero ni mucho menos es el bodrio execrable que por lo general se le atribuye. Eso quedará para la secuela.
Anecdotario
- Título alternativo: King Kong: The Legend Reborn.
- Premios: 1977: Oscar: especial a los efectos visuales; nominaciones a la fotografía y el sonido. Academy of Science Fiction, Fantasy and Horror Films: premio especial. Globos de Oro: mejor debut femenino (J. Lange). BAFTA: nominación al diseño de producción.
- Rodada entre el 15 de enero y el 27 de agosto de 1976. Para representar la isla de la Calavera se utilizó la de Kaua’i, en Hawái, Estados Unidos.
Escena eliminada del montaje final
- Unos años antes, la Hammer también había pensado hacer un remake de la película, pero se desechó tras rodar unas pocas bobinas de prueba. Sin embargo, parte del metraje de la Hammer se utilizó en un anuncio de Volkswagen.
- De Laurentiis ofreció la dirección a Mario Bava, pero este dijo que no quería salir de Italia.
- Dino De Laurentiis se puso en contacto con Ray Harryhausen para que realizara los efectos stop-motion de Kong. Harryhausen lo rechazó por considerar que doce meses no eran suficientes para llevar a cabo un rodaje tan detallado.
- Rick Baker creó cuatro trajes de simio y los utilizó como actor. Un traje interior especial con músculos rellenos de silicona representaba con realismo la musculatura adecuada bajo el pelaje. Las manos usaban extensiones animatrónicas, controladas por operadores fuera del plató, para dar a Kong unas extremidades largas como las de un gorila.
- El Kong mecánico, de 12,20 metros, se construyó con un armazón de aluminio de 3,5 toneladas, recubierto de caucho y 460 kg. de colas de caballo argentinas, cosidas individualmente. Su interior estaba compuesto por 1.200 metros de manguera hidráulica y 1.500 metros de cableado eléctrico. Lo controlaban 20 operarios y costó un total de 1,7 millones de dólares.
- Además del Kong completo, Carlo Rambaldi construyó las dos manos mecánicas que sujetaban a Jessica Lange bajo la supervisión de Glen Robinson en el departamento de construcción de MGM. Las manos eran de duraluminio con pernos especiales en los nudillos para evitar que se cerraran con demasiada fuerza, aunque se rompiera el cable principal de la muñeca; estaban recubiertas de caucho y cola de caballo argentina, y tardaron cuatro meses y medio en crearse.
- Las vocalizaciones de Kong fueron grabadas por Peter Cullen (no acreditado), quien forzó tanto las cuerdas vocales que tosió en el estudio de grabación.
- A Fay Wray le ofrecieron un cameo. Lo rechazó porque no le gustaba el guion.
- Hubo diversas secuelas propuestas que nunca llegaron a realizarse: un King Kong en África, así como The Bionic Kong (para aprovechar el éxito de El hombre de los seis millones de dólares y La mujer biónica) y King Kong versus Orca (un crossover con Orca, la ballena asesina) o King Kong en Moscú.
- Remake de King Kong (King Kong, 1933), de Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper.
- Secuela: King Kong 2 (King Kong Lives, 1986), de John Guillermin [y Charles McCracken].
- Estrenada en Estados Unidos el 17 de diciembre de 1976, al igual que en España.
Bibliografía
King Kong; guión de Lorenzo Semple, Jr. Barcelona: Producciones Editoriales, 1977.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ***
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Sargent es un director principalmente centrado en televisión, donde suele efectuar productos algo superiores a la media. En cine, por aquella época, logró algunos éxitos, como el sólido film de ciencia ficción Colossus: The Forbin Project [tv/dvd: Colossus, el proyecto prohibido, 1970], el magnífico policial Pelham 1-2-3 (The Taking of Pelham One Two Three, 1974) o la biopic bélica MacArthur, el general rebelde (MacArthur, 1977).
[2] De Laurentiis había comprado los derechos del personaje, y Universal poseía los derechos sobre la novelización de Lovelace, por lo cual ambos creían tener la razón de su lado. Por último, se llegó al acuerdo judicial de que Universal haría la película dos años después que la de De Laurentiis; ante esto, es lógico de Universal abandonara de manera definitiva.
[3] Parece ser que De Laurentiis tuvo la idea porque su hija tenía en su habitación un póster de la película de Schoedsack/Cooper.
[4] Semple saltó a la fama con la serie televisiva Batman (Batman, 1966-1968), escribiendo también su versión cinematográfica de 1966; de igual modo redactó los guiones de, por ejemplo, Papillon (Papillon, 1973), El último testigo (The Parallax View, 1974), Con el agua al cuello (The Drowning Pool, 1975), Los tres días del cóndor (Three Days of the Condor, 1975), y tras King Kong, la aventura bondiana Nunca digas nunca jamás (Never Say Never Again, 1983).
[5] En principio, John Guillermin también trabajó en este proyecto, hasta ser definitivamente adjudicado al gran director de fotografía sueco.
[6] En la versión original de la película, en un momento dado se menciona que Kong ha querido violar a Dwan. El doblaje español lo sustituye por «aplastarla».