Cuando la abuela muere, una familia comienza a reaccionar al suceso de manera muy diversa, pero que conduce a todos a una conmoción moral…

Dirección: Ari Aster. Producción: PalmStar Media. Productores: Kevin Scott Frakes, Lars Knudsen, Buddy Patrick. Productores ejecutivos: Gabriel Byrne, Toni Collette, Jonathan Gardner, William Kay, Ryan Kreston. Productores asociados: Tyler Campellone, Beau Ferris, Jeffrey Penman, Brandon Tamburri. Guion: Ari Aster. Fotografía: Pawel Pogorzelski. Música: Colin Stetson. Montaje: Lucian Johnston, Jennifer Lame. Diseño de producción: Grace Yun. FX: Kayla Dobilas, Chris Hanson (efectos especiales de maquillaje), Steve Newburn (diseñador de modelos y miniaturas), Lucien Harriot, Ryan Sonderegger (supervisores de efectos visuales). Intérpretes: Alex Wolff (Peter), Gabriel Byrne (Steve), Toni Collette (Annie), Milly Shapiro (Charlie), Ann Dowd (Joan), Christy Summerhays (maestra de Charlie), Morgan Lund (Mr. Davis), Mallory Bechtel (Bridget), Jake Brown (Brendan), Brock McKinney (Aaron), Harrison Nell, BriAnn Rachele, Heidi Méndez, Moises L. Tovar, Jarrod Phillips, Zachary Arthur, David Stanley, Bus Riley… Nacionalidad y año: Estados Unidos 2018. Duración y datos técnicos: 127 min. Color 2.00:1.

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Hereditary (Hereditary, 2018) comienza con un travelling en torno a una habitación llena de casas de muñecas. Después, se detiene ante una y hay un movimiento de aproximación, hasta que un dormitorio llena por completo la pantalla. En ese instante, la puerta de esa habitación se abre y entra Steve, el padre de familia del grupo familiar que protagoniza el filme. Es una interesante clave para comprender por dónde discurrirá la película, puesto que podría decirse que los protagonistas son muñecos en una casa de juguete, títeres movidos por demiurgos poderosos.

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Annie, la madre, tiene un extraño trabajo: ella es la que construye esas casas de muñecas, que además vienen incorporadas con personajes que reproducen (de un modo inquietante) a su familia. En una ocasión le llama por teléfono un jefe para hablar de una futura e hipotética exposición de esas construcciones; el que la voz de ese ignoto patrón sea puesta por el propio director de la película no parece baladí.

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Cuando la película arranca la abuela ya ha fallecido; todos se despiertan y se preparan para asistir al entierro. El sentimiento por la pérdida es muy diferente según cada uno de los miembros de la familia, así, Peter, el hijo mayor, para nada está apesadumbrado, mientras que la hija pequeña, Charlie, siente profundamente esa muerte, quizás porque, cuando nació, la abuela usurpó en cierta manera el rol de la madre, y se siente unida a ella.

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Existe un momento en el cual la madre, Annie, asiste a una sesión de autoayuda tan característicos en Estados Unidos, e informa al grupo (a  nosotros) de los desequilibrios mentales que asaltaron a sus padres y tíos; todo hace deducir que ella también —Hereditary, hereditario— padecerá algún trastorno, así como sus dos hijos. De esta manera, durante dos tercios de película, magistrales, se ancla la duda de que si lo que acontece es producto de algo externo, o es debido a los problemas psíquicos de los personajes.  En esos dos tercios la cinta podría calificarse más bien como un melodrama malsano y enfermizo, donde no sabemos muy bien qué está sucediendo, pero que nos mantiene absorbidos, en especial por la soberbia interpretación de Toni Collette y lo inquietante que resulta la presencia de la niña, Milly Shapiro —a los diez años protagonizó el musical Matilda; esta es su primera película—.

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El último tercio del film es donde  Ari Ester, el guionista y realizador —este es su primer largo también; antes ha dirigido siete cortos—, intenta dar una explicación a todo, e introduce un coven satánico, un tanto al estilo de La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, Roman Polanski, 1968), y un demonio al que se rinde culto, Paimon. Es aquí donde la película se convierte en una de terror, y al tiempo se trivializa un tanto. Poseía más poder de fascinación que todo tuviera lugar en unas mentes desequilibradas, que todo fuera producto, más bien, del propio ser humano, antes que de una entidad sobrenatural. De hecho, cuando en la escena de la sesión de espiritismo vemos fenómenos paranormales y tizas moviéndose solas sobre una pizarra la credibilidad se derrumba un tanto.

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Posiblemente uno de los grandes aciertos del film se halle en la valiente decisión de dejar la historia descabezada —nunca mejor dicho— a la media hora. La primera parte está desarrollada de forma primorosa, llena de detalles sutiles y de un tono de lo más pesadillesco. Luego, esta da paso a otra demasiado desatada, donde incluso la lógica interna parece volar por los aires en ciertos momentos. De pronto todo se torna algo basto, demasiado dantesco, —precisamente, quizás en este último adjetivo se encuentre la clave—. Como si tuviésemos dos mundos bien diferenciados, y el segundo fuese las amenazas del primero hechas carne, y donde la locura más desaforada se hubiese dado cita. Quizás algunos de nosotros, más sensibles a esas sectas tan familiares y que dan auténtico pavor de solo pensar en esa cotidianidad, hubiésemos abrazado algo más sutil.

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No parece descabellado pensar que Charlie ha tenido a  Paimon dentro —en modo durmiente— desde pequeña, desde que la abuela se hizo cargo de ella, e incluso se apunta el detalle algo escabroso de que llegó incluso a amamantarla. El inconveniente es que Paimon debe residir dentro de un cuerpo varón —recuérdese que, al nacimiento de Charlie (que tiene nombre de chico) se refiera que la abuela quería un chaval, aunque luego se una mucho a ella—. Antes, dentro de la línea de sangre de la protagonista, ello se había intentado llevar a cabo, pero como cuenta Annie en la reunión a la que asiste, su hermano se había suicidado porque la abuela le estaba intentando meter a más gente dentro de él y, por otro lado, ella nunca dejó que la abuela se acercase a su primogénito Peter, ya que de alguna forma sabía lo que intentaba hacer. Por ello, de forma subconsciente —sonámbula—, Annie les intentó prender fuego a sus propios hijos, aduciendo que no quería hacerles daño alguno, sino todo lo contrario, salvarlos.

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Se entiende que solo cuando muere la abuela —de ahí la gran importancia de que el relato comience en ese momento—, la secta parece dar ese definitivo paso adelante y urdir el plan para cambiar al demonio de receptáculo terrenal.

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Aunque puede resultar algo rebuscado, todo el tema de cercenar la cabeza de la hermana —algo que ya está urdido de antemano: se puede comprobar que cuando van hacia la fiesta el poste, con el que se golpeará después, tiene inscrito un símbolo extraño que luego veremos relacionado, e incluso es presagiado cuando ella misma decapita la paloma­— para liberar al demonio de su interior, y así poder meterlo en el recipiente “ideal”. También podemos observar en un momento dado cómo en el libro de brujería que Annie está ojeando aparece dibujado el rey Paimon a lomos de un camello mientras porta tres cabezas cercenadas en sus alforjas, además de poder leerse algunos párrafos que arrojan algo más de luz sobre el asunto. La decapitación como símbolo de poder es algo que aparece en antiguos mitos.

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Tal vez hubiera sido interesante que Ari Aster hubiera rodado dos películas con cada una de las ideas que parecen conformar el film. Pese a todas estas contradicciones, Hereditary es una película de una atmósfera portentosa, que demuestra que su director tiene una mirada definida para el género de terror. Tal vez si evitara lo obvio e intentara derivar más hacia lo experimental, lo psicológico, lograría objetivos más sólidos.

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Anécdotas

  • Título en Italia, México, Perú: El legado del diablo.
  • Rodada con un presupuesto estimado de diez millones de dólares.
  • Alex Wolff quería romperse realmente la nariz en la escena donde eso sucede, pero el director lo rechazó amablemente.
  • Estrenada en Estados Unidos el 8 de junio de 2018. En España se estrenó el 22 de junio.

Carlos Díaz Maroto y

Jesús Mayoral Velázquez de Castro

 

CALIFICACIÓN:  ****

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** excelente ***** obra maestra