A finales del siglo XX comenzaron a emerger de las profundidades del planeta un sinfín de monstruos. Titanes que desataron su furia contra la humanidad, reduciendo las ciudades a cenizas. Pero todos palidecían ante la aparición de la bestia definitiva, Godzilla, que se enfrentaba por igual contra la civilización y contra otros gigantes. La humanidad es obligada a abandonar la Tierra en busca de un planeta prometido, en compañía de dos razas extraterrestres exiliadas que, sin éxito, también intentaban detener a Godzilla. La llegada a dicho emplazamiento se produce varios años después, si bien el planeta se revela inhabitable. Así pues, siguiendo las directrices de Haruo, un joven que cuando era niño fue testigo de primera mano de la devastación de Godzilla, los humanos restantes deciden regresar a la Tierra. Solo que en el planeta azul, siguiendo la teoría de la hiperrelatividad, han transcurrido veinte mil años.

 Dirección: Kōbun Shizuno, Hiroyuki Seshita. Producción: Polygon Pictures, Toho Animation. Productor: Takashi Yoshizawa. Productor ejecutivo: Yoshihiro Furusawa. Guion: Gen Urobuchi. Música: Takayuki Hattori. Montaje: Aya Hida. Diseño de producción: Ferdinando Patulli, Naoya Tanaka. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces (en la VO) de Mamoru Miyano (Haruo Sakaki), Takahiro Sakurai (Metphies), Tomokazu Sugita (Martin Lazzari), Junichi Suwabe (Mulu Elu Galu Gu), Kenta Miyake(Rilu-Elu Belu-be), Kana Hanazawa (Yuko Tani), Yūki Kaji (Adam Bindewald), Daisuke Ono (Eliott Leland), Kenyu Horiuchi (Unberto Mori), Kazuya Nakai (Halu-Elu Dolu-do), Kazuhiro Yamaji (Endurphe)… Nacionalidad y año: Japón 2017. Duración y datos técnicos: 88 min. Color 1.78:1.

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La premisa de este Godzilla: El planeta de los monstruos, primera parte de una trilogía de largometrajes animados, es realmente seductora. Un relato de ciencia ficción desbordante, donde se presenta un mundo distópico donde el ser humano ha sido barrido del planeta, quedando Godzilla durante miles de años como organismo predominante. En este sentido, la secuencia a modo de prólogo, donde se narran los últimos días de la civilización, son especialmente atractivos. Con un aroma que recuerda a la secuencia similar presente en Pacific Rim, los aficionados al kaiju eiga agradecen la aparición en forma de siluetas de diversos monstruos conocidos de la filmografía de Toho, como puede ser las imágenes de Kamakuras y Dogora o la mención a Hedorah. Todo con clima apocalíptico y descorazonador. Sorprenden así las intenciones solemnes del proyecto, desprovisto de humor alguno y que abraza la seriedad de la narración, dotando en definitiva de un espíritu adulto muy bienvenido.

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El problema, que comienza a detectarse a los pocos minutos del largometraje, es que dicha solemnidad se transforma en frialdad en lo que respecta a los personajes. Su retrato carece de fuerza y la profundidad suficientes como para que el espectador empatice, sin ir más lejos, con el trauma de Haruo, lo que debería resultar esencial. Tampoco ayuda la forma de realizar la animación, con unos rostros ciertamente inexpresivos, y extremadamente limpios, sin alma. Si a ello se le suman varias secuencias donde el resto de personajes secundarios mantienen extensos diálogos sobre asuntos que, debido a que el espectador acaba de sumergirse en la narración, le son ajenos, la sensación de desapego aumenta por momentos. De esta forma, se obtiene un segmento inicial que lastra de forma contundente el resto del metraje, aun cuando en opinión del que suscribe las cosas mejoran conforme aparece ese Godzilla constituido como si una especie de vegetal descomunal se hubiera hiperdesarrollado.

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Los matices de los personajes se pueden desarrollar más adelante, como ocurre con cualquier serie de películas, pero es esencial una plasmación temprana lo suficientemente interesante para que no decaiga en exceso la atención del espectador, como aquí ocurre. Poco importa que los personajes sean humanos o extraterrestres, todos están perfilados de forma atonal, intercambiables, y los detalles mínimamente interesantes, como esa raza alienígena que rinde culto a su religión particular, se diluyen entre los movimientos hieráticos y robóticos de los protagonistas. La narración, ya entumecida por el problema mencionado en cuanto a los personajes, impide un completo disfrute de las secuencias posteriores de acción, que terminan resultando lo mejor de la película, debido en parte por los ahora bien empleados recursos que posibilita la acción realizada por animación por ordenador y también por una fotografía muy llamativa. Así, los momentos del retorno a la Tierra son especialmente bellos, con unos tonos púrpuras mezclados con el azul de la Tierra, o la última batalla contra el Godzilla original, con un atardecer cálido mientras tiene lugar una encarnizada lucha entre monstruo y hombre.

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Con todo, como decíamos, durante el último tramo el interés del filme remonta con la consecutiva aparición de Godzilla, realmente amenazador en esta vertiente hiper descomunal de dios de la destrucción, elevado a esa categoría gracias a la banda sonora compuesta por Takayuki Hattori y ese tema barroco donde un coro masculino subraya el aspecto mitológico de la montaña radiactiva viviente. El músico ya era conocedor de los ambientes sonoros del monstruo, pues suyas son las bandas sonoras de Gojira tai SupēsuGojira [Godzilla vs Space Godzilla, 1994] y Gojira Nisen: Mireniamu [Godzilla 2000: Millennium, 1999] —obra con la que guarda ciertos paralelismos, especialmente detectable en algunas melodías de ambiente militar—, y aunque en algunos momentos sus composiciones para este largometraje pueden pasar desapercibidas, en su escucha aislada resulta una muy destacable banda sonora.

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Ojalá un mejor inicio y retrato de los personajes hubiera servido para convertir este Godzilla: El planeta de los monstruos en algo mucho más destacable, pues queda la sensación de oportunidad un tanto desaprovechada, de un largometraje de anime ordinario con un ritmo gélido que solo mejora en su última parte gracias a las secuencias de acción y las sorpresas en cuanto al monstruo protagonista.

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Anécdotas

  • Títulos anglosajones: Godzilla: Monster Planet / Godzilla: Planet of the Monsters.
  • El proyecto fue originalmente ideado como una serie de televisión. Fue el reseñable éxito de Shin Gojira en los cines japoneses lo que convenció a los creadores para formular el proyecto en una trilogía dispuesta a ser proyectada en cines.
  • Antes del estreno del filme, se publicó una novela que funcionaba a modo de precuela, titulada Gojira Kaiju Mokushiroku («Godzilla: El apocalipsis de los monstruos»). En ella se ahondaba en las secuencias mostradas en la escena del prólogo, protagonizada por diversos monstruos de la productora Toho. De esta forma se incidía en el ataque de Kamacuras, la mantis gigante, en Nueva York, o el invertebrado asediando Londres. Por su parte, China fabricaba un arma biológica llamada Hedorah, que tras acabar con Rodan y Anguirus, se volvía en contra de sus creadores. Asimismo, Dagahra arrasaba Sydney, en Australia, mientras Orga atacaba Esmirna, en Turquía. Por último, la raza de los Bilusaludo construía a Mechagodzilla.
  • El Godzilla del final del filme ostenta el récord de ser el más grande de la filmografía del monstruo radiactivo, con nada menos que 300 metros de alto.
  • En los créditos hay un destello donde se vislumbra a MechaGodzilla. En la copia de Netflix este plano desaparece.
  • A la presente le seguirá Gojira: kessen kidô zôshoku toshi (2018), con iguales directores.
  • Estrenada en Japón el 17 de noviembre de 2017. En Occidente se ha estrenado mundialmente vía Netflix el 17 de enero de 2018.

Octavio López Sanjuán (Alicante. España)

CALIFICACIÓN: ** interesante