(contiene ligeros spoilers)
Tras su enfrentamiento con Godzilla, Haruo despierta en un extraño emplazamiento, el hogar de los Hontuas, residuos de la humanidad que parecen haber sobrevivido y evolucionado desde los tiempos del apocalipsis monstruoso. Haruo pronto se reúne con el resto de la expedición, que también ha sido atendida por esta tribu donde dos gemelas llamadas Maina y Miana parecen poseer un rol especial. Los representantes de los Bilusaludos proponen tratar de alcanzar los restos de Mechagodzilla, una poderosa arma que desarrollaron tiempo atrás y que nunca llegó a funcionar, pues Godzilla alcanzó la base donde se construía. Creen que pueden volver a hacerla funcionar y derrotar el monstruo que gobierna al mundo. Metphies, de la raza de los Exifs, no cree que ello vaya a resultar esencial en la lucha, pero los acompaña hasta ese emplazamiento para comprobar la capacidad regenerativa de la tecnología de los Bilusaludos.
Dirección: Kōbun Shizuno, Hiroyuki Seshita. Producción: Polygon Pictures, Toho Animation. Productor: Takashi Yoshizawa. Productores ejecutivos: Yoshihiro Furusawa, Akito Takahashi. Guion: Gen Urobuchi, Sadayuki Murai, Tetsuya Yamada, según argumento de G. Urobuchi. Música: Takayuki Hattori. Diseño de producción: Ferdinando Patulli, Naoya Tanaka. Intérpretes: Dibujos animados, con las voces (en la VO) de Mamoru Miyano (Haruo Sakaki), Takahiro Sakurai (Metphies), Tomokazu Sugita (Martin Lazzari), Reina Ueda (Maina), Ari Ozawa (Miana), Junichi Suwabe (Mulu Elu Galu Gu), Kenta Miyake(Rilu-Elu Belu-be), Kana Hanazawa (Yuko Tani), Yūki Kaji (Adam Bindewald), Daisuke Ono (Eliott Leland), Kenyu Horiuchi (Unberto Mori), Kazuya Nakai (Halu-Elu Dolu-do), Kazuhiro Yamaji (Endurphe)… Nacionalidad y año: Japón 2018. Duración y datos técnicos: 101 min. Color 1.78:1.
Godzilla: El planeta de los monstruos supuso una primera parte de la trilogía un tanto dura en su desarrollo, aséptico en su inicio, donde por fortuna se suaviza en la segunda parte, llamada Ciudad al filo la batalla.
Ya conocemos a los personajes, y el argumento del filme se torna más sencillo y llevadero, centrándose en conseguir la misión de llegar a una antigua fortificación militar que la raza de los Bilusaludos tenían en la Tierra, y que habían empleado para forjar un arma definitiva contra el monstruo, llamada adecuadamente Mechagodzilla. Este engendro mecánico se había construido gracias al nanometal, un conglomerado con inteligencia artificial. Gran parte de la trama se basa en llegar a ese emplazamiento, tratar de hacerlo funcionar y, en especial, mostrar a Haruo cuestionándose si abrazar dicha tecnología de manera desenfrenada es una buena idea. Mientras tanto, Metphies no parece augurar nada bueno en ese sentido, si bien se sirve del nanometal para reparar una extraña piedra.
Podríamos decir que esta segunda parte de la trilogía se centra especialmente en los Bilusaludos y su forma de entender la vida. Consideran que la religión de los Exifs es un signo de inmadurez y están convencidos de que la clave del éxito está en apoyar sin medida la tecnología. De hecho, las explicaciones más importantes sobre esto se concentran al final, cuando tratan en el emocionante clímax de convencer a Haruo de la necesidad de ser uno con el nanometal. Es en estos momentos, cuando esta historia de animación comienza a mostrar su verdadera razón de ser, y que no es otra que cuestionar lo más profundo del ser humano, sus temores y su odio. De hecho, le gritan a Haruo que debe superar lo humano para hacer frente al monstruo —Godzilla— que ha creado la humanidad. A su vez, el propio Mechagodzilla representa una amenaza, pues se avisa durante el largometraje que por su propia iniciativa, el nanomental tiene el riesgo de expandirse sin control, por lo que es también el monstruo de los Bilusaludos. Un reflejo mecánico, una alegoría cibernética del propio terror de Haruo, y que evoca inesperadas cuestiones nietzscheanas, como expresaba el filósofo alemán en la frase:
«Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.»
El clímax del largometraje contiene una gran carga emotiva, auspiciada por el emocionante tema musical realizada por Takayuki Hattori, y su resolución, donde se exponen los acontecimientos únicamente con la música, elevan el interés de la trama con respecto al episodio anterior.
En el sentido musical llama también la atención la decisión del compositor de emplear texturas electrónicas —casi un latido digital— para los momentos en que se adentran en la ciudad de Mechagodzilla, y cuyos pasillos parecen una suerte de costillas mecanizadas, coronadas por una espina dorsal artificial, así como una electrizante pieza, casi procedente del mundo techno de Tron, para el momento en que consiguen insuflar energía en la urbe electrónica. De igual manera, destaca el empleo de guitarras eléctricas para los momentos del despegue del «buitre», ese ingenio militar volador con una gran capacidad de maniobra.
Por otro lado, puede resultar decepcionante el trato otorgado a Mechagodzilla. Nunca lo vemos como un seguidor más tradicional del kaiju eiga podría esperar —con su pose antropomórfica, símil cibernético de Godzilla— y lo contemplamos más como una enorme ciudad con voluntad propia. Pero, en el fondo, es uno de los indicadores de las intenciones de esta aproximación totalmente diferente al universo Godzilla: el objetivo es deconstruir el kaiju eiga para lograr un relato sobre la identidad del ser humano, y emplear los monstruos únicamente como espejo, como advertencia, más que como un personaje donde concentrar las batallas o el interés resolutorio del filme. De hecho, el propio título del filme, City on the Edge of Battle, evoca directamente al episodio de Star Trek titulado “City on the Edge of Eternity”, considerado por muchos como el mejor de esa serie de ciencia ficción reflexiva, y que da pistas sobre el propio objetivo del anime de Godzilla.
En esta segunda parte, esta finalidad empieza a detectarse, amén de la subtrama muy escueta que Metphies está empezando a preparar aquí y que tendrá su máxima —y esplendorosa— resolución en el último capítulo de la trilogía, como revela la magnífica, sutil y contundente escena post-créditos.
Se ahonda también en la cultura de aquellos que han evolucionado en la Tierra durante estos milenios, los Hontuas, y de cómo veneran a un enorme huevo de las que las dos gemelas protagonistas —Maina y Miana— recuerdan rápidamente a las famosas gemelas adoradoras de Mothra. Sin embargo, los Bilusaludos tratan a esta raza como una forma de vida inferior, a pesar de haber desarrollado capacidades telepáticas.
En cuanto al propio Godzilla, resulta llamativa la idea de plasmarlo —como es habitual en la saga— como un producto de las bombas nucleares y también del calentamiento global, un resultado de los excesos de la humanidad que, sin embargo, ha sido elegido por la propia Tierra como metabolismo predominante para gobernar el planeta y ejercer, en cierta forma, una suerte de control y defensa del ecosistema. Aunque de presencia escueta en el metraje —recordemos lo dicho sobre el protagonismo de los monstruos— su respuesta final donde todo su cuerpo se calienta hasta parecer una roca en llamas tiene un gran poder visual, además de recordar a su versión precombustión de Gojira tai Desutoroia [vd: Godzilla vs Destoroyah, Takao Okawara, 1995].
Se percibe también el interés de dotar a Godzilla de segundas lecturas y, a tenor de los diálogos vertidos durante el largometraje, bien podríamos entender la figura del monstruo como un reflejo de la lucha interna de los personajes, que les hace cuestionarse hasta dónde son capaces de llegar para hacerle frente. En el caso de Yuko, su existencia le hace recordar todos los sacrificios realizados en el pasado por el ser humano, y le hace «caer en la tentación» de aliarse con los Bilusaludos y acariciar su tecnología para vengar ese dolor. Haruo, por su parte, rechaza fundirse con el nanomental —con lo material— y perder su humanidad. De hecho, esta decisión será determinante para poner fin a la vía «materialista» de la trama. No obstante, su ciclo se completará, como hemos avanzado, en el tercer y último capítulo.
En resumen, Godzilla: Ciudad al filo de la batalla, que aún conserva alguno de los inconvenientes de la entrega anterior —una áspera empatía para con los personajes y unos diálogos un tanto áridos en su discurso— pero posee un mejor y más asequible desarrollo, con interesantes apuntes argumentales y una emocionante parte final.
Anécdotas
- Título anglosajón: Godzilla: City on the Edge of Battle.
- En los bocetos conceptuales, Miana y Maina tenían el cabello diseñado de manera diferente, lo que hacía más fácil distinguirlas. En la versión final del largometraje, únicamente el ceño fruncido de Maina es lo que las diferencia.
- El guionista Gen Urobuchi y el director Hiroyuki Seshita, seguidores de la saga del monstruo, valoraron varias ideas en torno a la aparición final de Mechagodzilla. Entre ellas, consideraron que la ciudad Mechagodzilla cobrase vida al final del largometraje, convirtiéndose en una mole cibernética de un kilómetro de altura, o que varios de sus componentes se convirtiesen en réplicas de la cabeza de Mechagodzilla y se lanzasen contra Godzilla. Sin embargo, el codirector Kôbun Shizuno rechazó estas ideas, pues, siguiendo instrucciones también de la productora Toho, quería alejarse de las batallas de monstruos del pasado. Únicamente se ha podido observar el aspecto completo de Mechagodzilla en el material promocional.
- El primer filme de la saga en mostrar un beso en pantalla, cosa que no ocurría desde Los monstruos invaden la Tierra (Kaiju daisenso, Ishiro Honda, 1965).
- A la presente le sigue Godzilla: El devorador del planeta (Gojira: hoshi wo kû mono, 2018), con iguales directores.
- Estrenada en Japón el 18 de mayo de 2018. En Occidente se ha estrenado mundialmente vía Netflix el 18 de julio de 2018.
Octavio López Sanjuán (Alicante, España)
CALIFICACIÓN: ***
bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra