En un pequeño pueblecito de Canadá hay ubicada una base militar aérea de los Estados Unidos, provista a su vez de una central nuclear. Pronto en el lugar comienzan a aparecer algunas personas muertas con una expresión de horror en el rostro, y más tarde se averigua que son atacados por extrañas criaturas invisibles que les succionan el cerebro y la médula espinal por dos pequeñas heridas en la nuca…

Dirección: Arthur Crabtree. Producción: Producers Associates, Amalgamated Productions. Productor: John Croydon. Productores delegados: Richard Gordon, Charles F. Vetter. Guion: Herbert J. Leder, según el relato «The Thought Monster» de Amelia Reynolds Long. Fotografía: Lionel Banes. Música: Buxton Orr. Montaje: R. Q. McNaughton. FX: Peter Neilson, Flo Nordhoff, Karl-Ludwig Ruppel (efectos especiales). Ayudante de dirección: Douglas Hickox. Intérpretes: Marshall Thompson (comandante Cummings), Kynaston Reeves (profesor R. E. Walgate), Kim Parker (Barbara Griselle), Stanley Maxted (coronel Butler), Terry Kilburn (capitán Al Chester), James Dyrenforth (alcalde), Robert MacKenzie (alguacil Gibbons), Peter Madden (Dr. Bradley), Gil Winfield (Dr. Warren), Michael Balfour (sargento Kasper), Launce Maraschal (Melville), Meadows White, E. Kerrigan Prescott, Lala Lloyd, Shane Cordell, Sheldon Allan, Alexander Archdale, Tom Watson… Nacionalidad y año: Reino Unido 1958. Duración y datos técnicos: 75 min. – B/N – 1.66:1 – 35 mm.

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Arthur Crabtree (1900-1975) fue un realizador inglés que apenas tiene sitio en las enciclopedias. Debutó —tras trabajar como director de fotografía durante muchos años— con un film de cierta fama como es La madonna de las siete lunas (Madonna of the Seven Moons, 1945), tocó un par de veces el «mito» de Lilli Marlene, dirigió bastantes episodios de las series Colonel March of Scotland Yard (1954-1956), con Boris Karloff, e Ivanhoe (Ivanhoe; 1958-1959), con Roger Moore, y su última película fue Los horrores del museo negro / Horror en el museo negro (Horrors of the Black Museum, 1959). Esta última y la presente suponen las únicas aportaciones que ofreció al género fantástico. Inicialmente, el director previsto de la presente era Herbert J. Leder, el guionista, pero al ser norteamericano no obtuvo el permiso de trabajo en el Reino Unido a tiempo, y fue reemplazado por Crabtree[1].

Fiend Without a Face (1958) es una disparatada muestra de ciencia ficción, como la mayoría de las que se produjeron en la década de los cincuenta. En ella, un científico consigue dar forma a sus pensamientos, algo así como el monstruo del Id de Planeta prohibido (Forbidden Planet, 1956), de Fred McLeod Wilcox[2], pero ubicado en una pequeña población agrícola canadiense, donde se emplaza una base militar norteamericana —el rodaje, con todo, fue realizado enteramente en Gran Bretaña—. Durante una parte de metraje se hace gala de una interesante oposición de los aldeanos contra los militares, a los que consideran culpables tanto de la mala leche —literalmente— que dan las vacas, primero, como de los crímenes que acontecen en la zona, después. Sin embargo, lejos de ofrecer una visión sobre el imperialismo norteamericano en otros lugares, pronto esa idea es soslayada para ofrecer, finalmente, a los militares como salvadores del grave problema que acontece. Sin duda ello es debido a un intento de vender el film en Estados Unidos y hacerlo pasar como de esa nacionalidad, motivo por el cual protagoniza el actor de ese país Marshall Thompson, habitual por esas fechas en otras producciones del género —Cult of the Cobra, It! The Terror from Beyond the Space, First Man Into Space, antes de lograr la fama con la serie Daktari (Daktari; 1966-1969).

En todo caso, al tratarse de una producción británica, y no norteamericana, el tono varía un tanto, y el ambiente rural prevalece por encima del militar, confiriendo un atractivo entorno a la intriga, que a su vez es desarrollada de un modo paulatino, haciendo aparentar que lo que acontece discurre por distintos meandros narrativos, incluyendo el elemento sobrenatural, como la alusión a un «vampiro cerebral» o una atmosférica escena en un cementerio. No cabe duda de que, si la presente hubiese sido una producción estadounidense, hubiera estado enclavada en la paupérrima serie Z típica de casas como la AIP. Sin embargo, el origen británico confiere a los resultados cierta elegancia, cierta belleza visual en un blanco y negro muy bien contrastado. Además, ofrece un nivel de interpretaciones bastante destacado, Thompson a la cabeza, que muestra una exquisita dicción que en nada queda por debajo de los actores británicos[3] y canadienses que lo acompañan, siempre sólidos.

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La intriga, pues, se desarrolla de forma paulatina. El metraje es tan escaso —hora y cuarto— que prácticamente no hay tiempos muertos. La invisibilidad de las criaturas, además de economizar la producción, ayuda a que el suspense se mantenga; cuando, al final, se ve a los monstruos, el diseño de estos es desquiciante: un cerebro provisto de una médula espinal colgando, que agita como un látigo para avanzar, y dispone de dos antenas y dos bracitos. Estos cerebros, que acuden en masa al final a rodear la casa que habitan los protagonistas —reverberan ecos precursores de La noche de los muertos vivientes se mueven por efectos de stop-motion, algo rústicos pero, en definitiva, bastante resultones, otorgando a los resultados un aire naïf muy grato[4]. E incluso se exhiben unos elementos de cierto gore al mostrar los cerebros reventando a causa de los disparos de los militares, y cuando se destruyen al final su putrefacción es muy similar al que exhibirán las criaturas de Posesión infernal (The Evil Dead, 1981), de Sam Raimi.

El resultado es un serie B sólido, con fuerza y atractivo, un característico espécimen de ci-fi británica con las virtudes que solían caracterizar estas producciones en los cincuenta, y que merece ser rescatada por los cinéfilos aficionados al género que no se dejen engañar por lo barato de la propuesta, sino por el espíritu que la impele.

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Anécdotas

  • Título en Argentina: El vampiro atómico. Títulos en México: El vampiro atómico / El monstruo sin rostro.
  • El presupuesto del film fue de 50.000 libras.
  • En su estreno original en Inglaterra el film provocó un escándalo, aún después de que la junta censora hubiera obligado a diversos cortes para no calificarla X. Algunos de esos cortes incluían planos de disparos sobre las criaturas, y también eliminaban los obscenos efectos de sonido mientras se destruían.
  • En el número de marzo de 2010 de Fangoria se anunció un remake para 2011. De momento, el proyecto no se ha hecho realidad.
  • Estrenada en el Reino Unido en diciembre de 1958 —y con anterioridad en Estados Unidos—, en programa doble con The Haunted Strangler, de Robert Day, con Boris Karloff. En España quedó inédita.

 

Bibliografía

  • LONG, Amelia Reynolds: «El monstruo cerebral»; traducción de ¿José Mallorquí? Inc. en Narraciones terroríficas nº 15. Buenos Aires: Molino Argentina, 1940. Traducción de «The Thought Monster» (1930).

 

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: ***

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

[1] Según declaraciones del protagonista Marshall Thompson, el primer día de rodaje Crabtree echó un vistazo al guion y se irritó, diciendo que no había sido contratado para rodar «eso», un film de monstruos. Abandonó el rodaje y no volvió hasta varios días después, tiempo durante el cual el propio Thompson dirigió la película.

[2] En todo caso, el relato original de Amelia Reynolds Long (1904-1978) en que se basa fue publicado en la mítica revista Weird Tales en 1930, por lo cual no cabe concebir la idea de plagio.

[3] Los actores ingleses fueron doblados por norteamericanos para que no les delatase el acento.

[4] Esas secuencias fueron dirigidas por el barón Florenz Von Nordoff, y la animación efectuada por Karl-Ludwig Ruppel, en Munich.