Howard Allen Frances O’Brien (más conocida como Anne Rice) nació el 4 de octubre de 1941 en Nueva Orleáns, aunque luego se trasladó a vivir a Texas y a San Francisco. Cuando Anne tenía quince años su madre murió a consecuencia del alcoholismo que sufría. La escritora ha referido como influencia autores tan variados como Charles Dickens, Virginia Woolf, John Milton, Ernest Hemingway, William Shakespeare, las hermanas Brontë, Jean-Paul Sartre, Henry James, Arthur Conan Doyle y Henry Rider Haggard, nada menos —circunscritos a su obra global, desde luego, no solo por la presente—. Fue en 1973, tras la traumática muerte de su hija, cuando retomó un relato que tenía escrito y lo decidió convertir en novela, y así nació Entrevista con el vampiro. La escritora refiere que para sus no muertos se inspiró en la imagen que ofrecía la actriz Gloria Holden en la película La hija de Drácula (Dracula’s Daughter, Lambert Hillyer, 1936), y uno pensaría que es a causa de la dimensión humana del personaje y el modo en que arrostra su condición; aunque también, personalmente, percibo influencias del relato “El vampiro” (“The Vampire”, 1819) de John William Polidori y la novela corta Carmilla (Carmilla, 1872) de J. Sheridan Le Fanu, en el perfil aristocrático y decadente de sus personajes, y en su intento —vano— de aportar un perfil elegante y clásico a su prosa.
También se detecta en este texto, su debut como escritora profesional, una tentativa de crear la gran novela de vampiros, de sintetizar todo ese mundo y fundar un universo autónomo y consistente. Sin embargo, queda evidente la inexperiencia de la autora, y el trabajo se le escapa, literalmente, de las manos, apareciendo una obra descompensada. Da la impresión de que, en su origen, el texto resultante le pareció en exceso breve para ofrecerlo a una editorial, por lo cual debió revisarlo desde el principio y fue intercalando párrafos aquí y allá, con el fin de que arrojara una extensión algo más adecuada. Ello provoca que ciertas situaciones se muestren un tanto esquemáticas, si bien luego hay momentos en que hay varios párrafos en que tiende a la digresión; en ocasiones, la acción se interrumpe para divagar, regresar a la referida acción, volver a divagar…: para mantener la atención del lector y que este no se pierda se requiere mucho oficio por parte del escritor, algo para lo cual, sin embargo, Anne Rice no está dotada.
La historia está dividida en tres partes: la inicial, que transcurre en Nueva Orleáns, narra la conversión en vampiro de Louis, el protagonista, por parte de Lestat, y lo que deviene a continuación, con Claudia, una niña de cinco años que también se convierte en vampiro. La segunda parte es bastante breve, con Louis y Claudia vagando por Centroeuropa en busca del hipotético origen de los vampiros; hay una subtrama con un pintor inglés que arranca muy bien, y que podría parecer un relato clásico del siglo XIX, escrito por Le Fanu o Stoker, pero Rice pierde pronto interés por él y la historia se disipa sin concretarse. La tercera parte es el viaje de los dos a París, donde se encuentran al enigmático Armand, propietario del Théâtre des Vampires. Todo ello es narrado desde el inicio por Louis, en la actualidad, a un joven periodista, quien va grabando la entrevista; todo esto del vampiro entrevistado me parece un tanto ridículo, y hubiera quedado bien la novela entera narrada en primera persona por Louis, sin otra justificación.
Lo más destacado, por supuesto, es la idiosincrasia que dispensa a esos vampiros, más humanos que sobrenaturales, y da la impresión de que Rice se olvida a veces de lo que son y los presenta demasiado normales, sudando o llorando. Precisamente este último elemento, el lloriqueo, es el que más sobresale en una obra que busca eliminar oscuridad a unos seres sobrenaturales y acercarlos a la condición de la debilidad humana, descartando el perfil tenebroso y convirtiéndolos en unos personajes más sensibleros que sensibles. En todo caso, lo mejor de la novela es su capacidad, hasta cierto punto, de crear una psicología diferente y definida a cada uno de los personajes, destacando por encima de todos, a mi juicio, Armand, por ese delicado equilibrio con el que siempre transita entre los dos bordes de la oscuridad y la luz.
Y, sobre todo, Claudia, una mujer que va madurando psicológicamente pero que está encerrada en un cuerpo de niña. Los estudiosos refieren que el personaje está inspirado en la hija de Anne Rice, que murió a los cinco años de edad víctima de la leucemia. Y es bastante obvio, y de esta manera la escritora parece que intentara recrear a su hija perdida, dotarla de vida y retenerla, siempre congelada, en un cuerpo infantil. Lástima la torpe manera en que tiene de hacerla desaparecer de la trama, acaso incapaz de atreverse a presenciar la muerte del personaje.
El resultado es una obra muy irregular, que dispone de unos pocos elementos tan atractivos como dispersos en un conjunto que se pierde en todo momento, demasiado ambiciosa y poco madurada, que hubiera necesitado una revisión a fondo, con mayor calma, y haber sabido aprovechar esos instantes diseminados por las páginas. Además, Entrevista con el vampiro es, sin duda, precedente de una saga literaria tan terrible como es Crepúsculo de Stephenie Meyer. Y también podemos percibir su clara influencia en la serie televisiva Crónicas vampíricas (The Vampire Diaries, 2009-1017), siendo ello aún más palpable en su spin-off The Originals (The Originals, 2013-1018) —y que se basaba en una saga literaria obra de L. J. Smith, pero hasta ahí ya no me he atrevido a llegar—.
Una imagen de la versión cinematográfica
Edición original:
Interview with the Vampire. Nueva York: Knopf, 1976.
1ª ed. en español:
Entrevista con el vampiro; por Anne Rice; traducción de Marcelo Covián. Barcelona: Grijalbo, 1976.
Edición más reciente en español:
Entrevista con el vampiro; por Anne Rice; traducción de Marcelo Covián Fasce. Barcelona: Ediciones B, 2019. Colección: Crónicas vampíricas; I.
Carlos Díaz Maroto