En una indefinida población centroeuropea, un asesino está dejando la ciudad anegada de niñas muertas. La policía, dirigida por el fiscal del distrito, está investigando a fondo con el fin de dar con el pérfido criminal.

Dirección: Román Viñoly Barreto. Producción: Argentina Sono Film S.A.C.I. Guion: Alberto Etchebehere, Román Viñoly Barreto [según el guion de Thea von Harbou y Fritz Lang, a partir del artículo de Egon Jacobsohn]. Fotografía: Aníbal González Paz. Música: Juan Ehlert. Montaje: Jorge Gárate, Higinio Vecchione. Diseño de producción: Jorge Beghé. Intérpretes: Olga Zubarry (Amalia / Rita), Roberto Escalada (Dr. Bernar), Nelly Panizza (Cora), Mariano Vidal Molina (Lange), Gloria Castilla (sra. Bernar), Emma Bernal (srta. Fermina), Lucía Besse, Pascual Pelliciota (Gastón), Ricardo Argemí (juez), Alberto Barcel (abogado defensor), Ariel Absalón, Ángel Laborde, Enrique Fava (el noruego), Georges Rivière (presunto culpable), Nina Marqui, Amalia Britos, Verónica Castor, Mathilde García Lange, Pedro Garza, Pepe Armil, Leda Zanda (Alejandra), Gogó, Mónica Reinque, Amanda Rasmussen, Beatriz Mafone, Betty Ferraro, Nathán Pinzón (Teodoro Ulber, ‘El profesor’), Víctor Martucci, Natán Solans (extra), Aída Villadeamigo (portera)… Nacionalidad y año: Argentina 1953. Duración y datos técnicos: 90 min. B/N 1.37:1.

 

El director de origen uruguayo Román Viñoly Barreto (1914-1970) apenas es conocido en España. En su día se estrenó un puñado de películas suyas, a saber, Estrellita (1947) —su debut como realizador—, Calle de los sueños (1949), Fangio, el demonio de la pista (1950), Esta es mi vida (1952) —biopic de Miguel de Molina—, Tormenta de odios (1954), Todo el año es Navidad (1960) —esta de carácter fantástico—, Barcos de papel (1962) y La pérgola de las flores (1965), que es coproducción con España. Nacido en Montevideo y descendiente de una familia de pescadores, se doctoró en Filosofía, estudió música y ballet y fundó un grupo de teatro, además de publicar un libro sobre la vida de San Francisco de Asís. A los veintiséis años se traslada a Buenos Aires y comienza a trabajar en el cine, comenzando como ayudante de dirección de dos películas de Alberto de Zavalía, El gran amor de Bécquer (1946) y El hombre que amé (1947), y rápidamente pasa a la realización él mismo. Entre sus filmes más recordados está El abuelo (1954), según la novela de Pérez Galdós, y en 1965 obtuvo el primer premio a la mejor película argentina con La pérgola de las flores.

 

Aparte de todo ello, a lo largo del tiempo dos filmes suyos han adquirido gran prestigio, la presente y La bestia debe morir (1952), adaptación de la excelente novela homónima de Nicholas Blake (seudónimo de Cecil Day-Lewis). El vampiro negro (1953) es una nueva versión del clásico de Fritz Lang M (1932). El apelativo «negro» del título no se refiere a una cuestión étnica, sino como equivalente a sombrío, oscuro. Con respecto al film de Lang, en los créditos iniciales se hace alusión a un suceso real acontecido en Europa y que sirve de inspiración; se trata de Peter Kürten (1883-1931), conocido como El vampiro de Düsseldorf, que entre febrero y noviembre de 1929 llevó a cabo una serie de asesinatos y asaltos sexuales, siendo sus víctimas niñas, salvo en un caso que fue una mujer. En el juicio aseguró haber bebido la sangre de algunas de ellas, lo que le ganó el epíteto de «vampiro». Fritz Lang se inspiró en ese personaje, libremente, para convertirlo en su criminal Hans Beckert en las facciones de Peter Lorre.

Con respecto al film de Lang, el presente aprovecha, en realidad, pocos elementos: el del silbido por parte del asesino de «En la gruta del rey de la montaña», un fragmento de música incidental, opus 23, compuesto por Edvard Grieg para la obra de Henrik Ibsen Peer Gynt. Y su identificación por parte de un ciego. Amén, por supuesto, de estar centrado el tema en un asesino de niñas. El estilo realista que le aplica Lang a su obra aquí es reemplazado por un tratamiento expresionista, quedando este plasmado en los planos de los callejones oscuros, las cloacas, así como el momento de la canción que interpreta la protagonista, con los planos del público que parecen recreaciones pictóricas.

Rodada en Buenos Aires pero pretendiendo hacerlo pasar por una localidad centroeuropea, Viñoly Barreto aplica al film un tratamiento visual exacerbado, potenciando la visualidad del producto. En ese sentido, en el aspecto estético, fotográfico, la película es una absoluta joya, potenciada por encuadres en contrapicado, o planos detalle de los personajes. Cabe destacar una imagen en particular destacada, cuando la protagonista camina por el pasillo de ese lóbrego sótano en el cual trabajo; sobre la pared, frente a ella, se refleja la sombra de la ventana que tras ella está, y unas manos engarfiadas se proyectan hacia abajo con fines aviesos: va a tomar el cadáver de una niña y a arrojarlo a una alcantarilla.

En cuanto a los personajes, podrían estos dividirse en tres grupos. Por un lado, están las niñas, víctimas inocentes de la depredación de una mente enferma. Aparecen de forma esquiva, a veces simplemente como una silueta alejándose de la mano del criminal; la excepción es la hija de Amalia, la protagonista, que tendrá una vinculación especial con el criminal, y sobre lo cual más adelante incidiremos. Después están las madres, las que sufren la pérdida de sus seres queridos; son como una representación abstracta, que es encarnada de forma taxativa por la citada Amalia, cantante de cabaret, que sin embargo se avergüenza de su forma de vida, y que no quiere que ello represente un estigma en la niña. Los sacrificios que hace en la vida son debidos a su intento de dar un futuro a la cría, y el modo desenvuelto con el que trata a los hombres es un modo de defensa contra ellos.

Por último están los hombres, representados en dos agrupaciones, podría decirse. El protagonista es, el doctor (en Derecho) Bernar, el fiscal que lleva el caso, un hombre de familia, casado con una mujer enferma, y que se vuelca activamente al trabajo. Parece un hombre abnegado y ejemplar, pero en un momento dado sucumbirá e intentará aprovecharse de Amalia; busca en ella la esposa y madre que no puede tener, pero de un modo mezquino e hipócrita, como la propia Amalia le hace ver.

Y luego está el asesino, Teodoro Ulber. Es un hombre reprimido que tiene miedo a las mujeres, por lo cual sus relaciones no se han llevado a efecto. Frecuenta a una cabaretera, Cora, amiga de Amalia, pero de un modo tímido; se sienta a admirarla en silencio y cuando ella se cansa le echa con cajas destempladas. Así pues, satisface su libido reprimida por medio de las niñas, que no pueden oponerse a él. No se dice en ningún momento, pero queda evidente que él, además de matarlas, abusa sexualmente de ellas. Tanto Bernar como Ulber son incapaces de relacionarse de forma directa con las mujeres y las abordan de un modo esquivo.

 

Anécdotas

  • Título anglosajón: The Black Vampire.
  • La película de Fritz Lang se estrenó en Argentina con el título de El vampiro negro.
  • Remake de: M, el vampiro de Düsseldorf (M – Eine Stadt sucht einen Mörder, Fritz Lang, 1931).
  • Otros remakes del original:

M (Joseph Losey, 1951) [EEUU].

El asesino de Düsseldorf / Le vampire de Düsseldorf / La belva di Dusseldorf (Robert Hossein, 1965) [Francia, Italia, España].

 M. le maudit (Claude Chabrol, 1982) [CM TV; Francia].

M – Eine Stadt sucht einen Mörder (David Schalko, 2019) [miniserie TV; Alemania].

  • Estrenada en Argentina el 14 de octubre de 1953, en Buenos Aires.

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: *****

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra