Inglaterra, siglo XIX. Encubierto bajo una falsa identidad de egiptólogo, un detective de la policía llega a un pueblecito con el fin de investigar la desaparición de varias muchachas de la comarca. Los lugareños atribuyen estos hechos a las extrañas prácticas que se realizan en el castillo de Dartmoor.
Dirección: Alejandro Martí [acreditado en las copias internacionales como Ken Ruder]. Producción: Les Films de l’Epée, Les Films du Regard, Órbita Films. Productores: Pierre Belfond, Jean-Claude Roblin. Co-productor: José Ortiz Segura. Productor delegado: George Ferrer. Guion: Julio Salvador, Vincent Didier, según argumento de V. Didier. Fotografía: Raymond Heil. Música: Max Gazzola. Montaje: Ángela Grau. Decorados: Juan Alberto Soler. Intérpretes: George Rigaud (conde de Dartmoor), Michael Flynn (momia), Catherine Franck (Lucille), Frank Braña (James Barton), Martin Trévières (John), Teresa Gimpera (Anna de Bitbury), Jenny Clève (granjera), Patricia Lee, Sandra Reeves, Julie Presscott, Jacques Bernard, Elizabeth Stephanovitch, Richard Vitz… Nacionalidad y año: España, Francia 1973. Duración y datos técnicos: 83/94 min. – color – 1.66:1 – 35 mm.
El secreto de la momia egipcia (1973) es uno de los títulos más ignotos del fantaterror español de los setenta. Coproducción con Francia, su director es Alejandro Martí, responsable de otra película en ese cometido y datada en 1968, Elisabet. Por lo demás, la breve carrera del cineasta se centró en los campos del guion y la producción, en el último de los cuales, tal vez, estribe una de sus aportaciones más interesantes, el policial Han matado a un cadáver (1962), dirigido por Julio Salvador, que aquí asume labores de guionista.
Precisamente en la participación de Salvador estriba lo más interesante de este filme. Fue responsable de uno de los títulos españoles fundamentales de nuestro cine negro, Apartado de correos 1001 (1950), y muy a menudo estuvo coqueteando con el género criminal en sus muy diversas manifestaciones. Junto a la presente tiene otra película de carácter fantástico acreditada como director, la maldita, y nunca mejor dicho, La tumba de la isla maldita (1973), aunque todo parece indicar que el realizador, en realidad, fue el norteamericano Ray Danton. Su labor aquí parece estar compartida por el francés Vincent Didier, de quien no conocemos ningún otro filme, así pues es muy posible que se trata de un nombre inventado de cara a cuestiones administrativas para la coproducción.
El tono global de la película podría recordar un tanto al cine de Roger Corman en su etapa de adaptación de clásicos de Edgar Allan Poe; de hecho, el arranque se asemeja al de algunas cintas del ciclo, y la ambientación es también muy similar. Así, tenemos a un jinete (James: Frank Braña) que llega a un castillo ruinoso con el fin de conocer las momias que posee su propietario, el conde de Dartmoor (George Rigaud). Sin embargo, éste la hace saber las terribles circunstancias que han acaecido: propietario de un sarcófago, descubre en su interior el cadáver de un egipcio sin momificar, y logra devolverle a la vida. Sin embargo, la momia (que, estrictamente, no es una momia) para sobrevivir necesita de sangre humana, por lo cual en esencia es una vampimomia (o un momiro).
Gran parte del metraje lo ocupa el flashback que George/Jorge Rigaud narra, y que se centra en la caza y captura por parte del criado John (Martin Trévières, una especie de Paul Naschy de segunda provisto de una perenne gorra de plato), seguido de la tortura y succión de unas cuantas mozas del pueblo, ahora debido al resucitado lujurioso. Todo hace indicar (sobre todo por uno de sus títulos) que en la versión francesa el egipcio se desatará aún más en los magreos que les aplica a las muchachas —los fallos de rácord en la vestimenta de las susodichas son constantes—.
Y eso es prácticamente todo. La trama supradilatada se hace pesada y plúmbea, aunque hay que reconocer que determinadas situaciones, de lerdas, provocan la carcajada. Los actores se muestran de una torpeza asaz, y los correteos y esquives parecen propios de una comedia. Es curioso, con todo, el modo de rodar de Martí, que semeja propio del cine mudo; es decir, con la imagen abriéndose o cerrándose en un círculo a modo del cierre o apertura del objetivo. En realidad, la película es bastante primitiva en más de un aspecto.
Por lo demás, cabe resaltar lo atrayente de la fotografía de Raymond Heil —quien también trabajó en Orloff y el hombre invisible (Pierre Chevalier. 1970), Las ratas no duermen de noche (Juan Fortuny. 1973) o El destripador de Notre-Dame (Jesús Franco. 1975)—, por medio de un cromatismo exacerbado, donde preponderan los dorados, lo cual, unido al ambiente un tanto inhabitual en un film de terror gótico, rodado en la costa, le confiere, al menos, un cierto elemento atractivo en el aspecto formal.
Con todo, no resulta suficiente para soportar este aburridísimo engendro, clásico ejemplo de cómo algunos productores manchaban celuloide con el fin de aportar a los cines materia de consumo, por si algún espectador incauto picaba.
Anecdotario
- Títulos de la versión francesa: Perversions sexuelles / Les chemins de la violence / Le sang des autres, ou la volupté de l’horreur.
- Títulos anglosajones: Love Brides of the Blood Mummy / Lips of Blood.
- Exteriores rodados en Francia; interiores naturales filmados en Francia y España.
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Las escenas con las chicas involucradas se rodaron tres veces: una, con ellas totalmente desnudas; otra, medio desnudas; y otra, vestidas del todo.
- Estrenada en Francia el 21 de junio de 1973 y en España el 16 de junio de 1974.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ●
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra