Siglo XVI, en Hungría. La condesa Bathory es juzgada y sentenciada, así como su servidumbre, entre ellos el licántropo Waldemar Daninsky, cuyo corazón es atravesado por la cruz de Mayenza, que es de plata. La condesa, sin embargo, clama que regresará después de muerta para vengarse. En la época actual, tres estudiantes universitarias van en busca del sepulcro de la Bathory; una de ellas, en secreto, pretende resucitar a la infame noble. Al mismo tiempo, unos ladrones de tumbas profanan la de Daninsky y lo devuelven a la vida.

Dirección: Jacinto Molina Álvarez. Producción: Dálmata Films, S.A. Productores: Modesto Pérez Redondo, Julia Saly. Productor ejecutivo: Enrique Molina. Guion: Jacinto Molina Álvarez. Fotografía: Alejandro Ulloa. Música: CAM España. Montaje: Pedro del Rey. FX: Ángel Luis de Diego (maquillaje), Antonio Molina (efectos especiales), Alberto Nombela Núñez (ayudante de efectos especiales). Intérpretes: Paul Naschy (Waldemar Daninsky), Julia Saly (condesa Elisabeth Bathory), Silvia Aguilar (Erika), Azucena Hernández (Karen), Beatriz Elorrieta (Mircalla), Pilar Alcón (Bárbara), Narciso Ibáñez Menta (profesor), Rafael Hernández (Yoyo, segundo ladrón de tumbas), Ricardo Palacios (Veres, primer ladrón de tumbas), Pepe Ruiz (segundo ladrón), Tito García (primer ladrón), David Rocha (bandido joven), Luis Barboo (Sando, el bandido), José Riesgo, Charly Bravo, Manuel Pereiro, Ramón Centenero, Alexia Loreto, José Thelman, Mauro Rivera, José Luis Baringo, José Cela, Berto Navarro, José Luis Chinchilla, José Sacristán… Nacionalidad y año: España 1981. Duración y datos técnicos: 93 min. color 1.66:1 (formato original) 1.85:1 (formato en EE.UU.).

 

En 1968 se estrenó el film La marca del hombre lobo, dirigido por Enrique López Eguiluz. Supuso no solo la película inaugural de la saga del licántropo Waldemar Daninsky, sino también el primer guion escrito por Jacinto Molina Álvarez que se veía introducido a la pantalla. Desde entonces, fueron no pocas las cintas que escribiera el cineasta conocido con el sobrenombre de Paul Naschy, realizadas por gente como León Klimovsky, Carlos Aured, José Luis Madrid y otros muchos. En bastantes ocasiones, Molina no se sintió del todo satisfecho por el modo en el cual sus libretos eran trasladados al cine. Al final, decidió solventar esa cuestión pasando él mismo a la dirección. Ese debut se produjo con Inquisición (1977), de título suficientemente explícito, pero no sería hasta la que nos ocupa, esto es, El retorno del hombre lobo (1981), que no abordaría a su personaje insignia, Waldemar Daninsky. Esta película, además, la rodó con el sello creado por él mismo, Dálmata Films, para el cual también aportó El carnaval de las bestias / Zangyaku! Kyôen no yakata (1980), rodado en coproducción con Japón, así como los documentales El museo del Prado (1980) y El palacio Real de Madrid (1981), concebidos para dar a conocer estos monumentos históricos en el país nipón.

Se suele decir que la presente película es un remake de La noche de Walpurgis (1971), tercera aportación al ciclo de Waldemar, y que entonces dirigiera León Klimovsky, mas no es del todo exacto. Gran parte del argumento recuerda un tanto, en su estructura base, a esa cinta, pero podría decirse que, más bien, El retorno del hombre lobo sería un conglomerado de las ideas que formaban hasta entonces la saga del licántropo polaco, recogiendo de diversas películas uno u otro detalle para proporcionar algo así como un nuevo inicio, aunque los filmes del ciclo nunca tuvieron continuidad. Por tanto, el título de esta cinta sería algo más una referencia interna antes que algo de carácter argumental, si bien de igual modo en la trama se nos ofrece un retorno de ese hombre lobo, pues es ajusticiado al principio y después regresa. Así, por solo detallar el elemento más ostentoso, las turistas son salvadas del ataque de los bandoleros/violadores por Waldemar, tal como sucediera también con anterioridad en Dr. Jekyll y el hombre lobo (L. Klimovsky, 1972).

En esta película Molina también resucitaba (nunca mejor dicho) a la reina vampiro. En La noche de Walpurgis había aparecido bajo los rasgos de la norteamericana Patty Shepard y había bautizado ahí al personaje como Wandesa Dárvula de Nadasdy; ahora, aquí, le aportaba el verdadero nombre del referente histórico que inspiraba a su creación, esto es, Elisabeth (o Erzsébet) Bathory (1560-1614), una noble húngara que fue acusada de asesinar a cientos de niñas y mujeres entre 1590 y 1610, con el fin de bañarse en su sangre y permanecer eternamente joven, aunque hoy día se especular si todo no sería una acusación falsa con el fin de usurparle sus posesiones.

En todo caso, el personaje entró en la leyenda, y no son pocas las películas (y los libros) que la han utilizado como elementos más o menos histórico, o directamente mitológico, y conectarla con el mundo de los vampiros sería bastante habitual. Al fin y al cabo, algunos estudiosos la han vinculado con la misma genealogía que Vlad Tepes, el personaje real que diera origen al Drácula de Bram Stoker.

Aquí tenemos, por tanto, a dos personajes que son unidos al principio, la condesa Bathory y Daninsky. Ambos son juzgados por sus crímenes, pero ahí mismo se dice que Waldemar era controlado por la noble, por tanto, no sería realmente culpable de sus acciones. Con todo, es sentenciado a serle colocado la «máscara de la humillación» ―que recuerda a la máscara del demonio del film homónimo de Mario Bava de 1960―, y luego se le atraviesa el corazón con la llamada cruz de Mayenza, creación de Molina, una daga en forma de cruz y forjada en plata que, según la leyenda, matará al hombre lobo, pero solo si le es clavada por una mujer que lo ame, y en noche de luna llena, tal como se refiere en esta película, como corolario de las apariciones previas que ha tenido esta reliquia a lo largo de la saga.

En cuanto a la condesa, esta es condenada por actos de brujería, y se la sentencia, tal como en la vida real, a seguir existiendo emparedada en sus aposentos del castillo. Después, moriría y sería enterrada y, en el presente, su tumba es descubierta por el trío de estudiosas. Yace en una tumba con una lápida que reproduce su efigie; cuando se vierte sangre sobre el rostro de la figura pétrea, por los labios de la escultura se filtra el líquido y va a parar sobre el cadáver, reviviéndolo. Bathory regresa a la vida convertida en vampiro, pero además tiene poderes mágicos, pues puede hacer levitar y lanzar objetos con un gesto de su mano. También resucita a su primo, otro servidor suyo, que se presenta como una especie de zombi guerrero, pero por desgracia este sugestivo elemento tiene poca representación en la trama.

Antes mencionábamos la inocencia de Waldemar. Este regresa a la vida y toma alojamiento en un castillo junto a una sirvienta que acoge, llamada Mircalla, al igual que otro personaje vampírico famoso, la Carmilla de J. Sheridan Le Fanu. Sigue vistiendo los mismos ropajes de épocas pretéritas y, cuando descubre a los bandoleros que tratan de asaltar al trío, los abate con sendas flechas lanzadas por una ballesta. Dado que son estudiosas y conocen la historia, Waldemar se presenta ante ellas con un nombre falso, pero no las engaña. Poco después, ya es llamado por su verdadero apelativo por Karen, que se ha enamorado de él. También lo ama Mircalla, que tiene el rostro deformado por las llamas cuando fue sentenciada a morir en la hoguera por una turba enfurecida que le acusó de bruja, mas una lluvia salvadora apagó las llamas y logró escapar.

El director de fotografía del film es Alejandro Ulloa, uno de nuestros más grandes profesionales en ese sentido ―El día de los enamorados (Fernando Palacios, 1959), El príncipe encadenado (Luis Lucia, 1960), Atraco a las tres (José María Forqué, 1962), Miss Muerte (Jesús Franco, 1966), Pánico en el transiberiano (Eugenio Martín, 1972)…―. Trabajó en variadas ocasiones al lado de Jacinto Molina y, según se cuenta, era un gran aficionado al género de terror gótico. No sorprende, pues, la labor excepcional que realiza en este film, con iluminaciones mágicas, brumas sobrenaturales y un uso de la luna llena que hechiza el encuadre. Hay algunos planos exteriores que parecen rodados en estudio, tal es el control de cada fuente lumínica que emplea.

Hay cierta holgura de medios;  pese a ello se percibe que era necesario más presupuesto, más tiempo. Muchas escenas son resueltas con unos pocos planos, y una mayor diversidad de encuadres hubiera otorgado más riqueza estilística al conjunto. Aún con todo, Molina busca proporcionar una cámara fluida, y dado que no puede partir la composición debido a ese rodaje rápido que imperaba en España, mueve de continuo el tomavistas, de forma que, como un invitado invisible, se mueve entre los personajes, reencuadrando y aportando un aura mágica al sentido del narrador.

Waldemar intenta descubrir dónde descansan las mujeres vampiro y acabar con ellas, mientras que ha de lidiar con su periódica conversión en hombre lobo. No es consciente, como en el Drácula (Dracula, 1958), de Terence Fisher, que tiene el horror en su propia casa. El enfrentamiento final, por supuesto, representa una lucha entre el licántropo y la reina vampiro, exaltada por una tremenda fisicidad, donde uno y otra se lanzan en plancha contra su enemigo, si bien ella aún posee poderes como para arrojarle su propio ataúd, haciéndolo levitar. Julia Saly, una bailarina de flamenco que desarrolló una carrera paralela como estrella del fantaterror, en aras de su amistad con Naschy, interpreta a la condesa con rabia y energía, potenciándolo con unos ojos adormilados que internan el personaje en el mundo onírico.

Tenemos también la aparición como estrella invitada de Narciso Ibáñez Menta como un profesor en silla de ruedas, lo cual es todo un lujo. Se tiene el buen tino de conservar al actor con su auténtica voz, así como algunos secundarios, no así a Paul Naschy que, como es costumbre, es doblado, en esta ocasión por Héctor Cantolla[1], y que redunda en perjuicio de su interpretación, pese a la solidez del intérprete, pero es inevitable que el doblaje siempre aporte distanciamiento en las obras fílmicas. Muchos estudiosos consideran El retorno del hombre lobo una de las mejores películas de Naschy y de la saga de Waldemar, y ciertamente hay motivos para ello.

 

Anecdotario

  • Títulos anglosajones: The Night of the Werewolf / Night of the Werewolf / Return of the Wolfman / The Craving.
  • En el Festival de Fantasporto, en 1982, la película tuvo una mención especial del jurado, así como el propio Paul Naschy.
  • Rodada en las localidades de Navacerrada, Villafranca del Castillo, Talamanca del Jarama y Valdepiélagos, en Madrid, y en Belmonte, Cuenca.
  • La recaudación cosechada fue de cerca de veintitrés millones de pesetas.
  • Debut de la actriz Pilar Alcón.
  • La voz de Paul Naschy está doblada por Héctor Cantolla, la de Julia Saly por María Luisa Rubio y la de Azucena Hernández por Paloma Escolá, entre otros.

  • La música de los títulos de crédito iniciales y finales pertenece al film Tentáculos (Tentacoli, Ovidio G. Assonitis, 1977), compuesta por Stelvio Cipriani.
  • La película anterior de la saga de Waldemar Daninsky fue La maldición de la bestia (Miguel Iglesias Bonns, 1975). La siguiente sería La bestia y la espada mágica (J. Molina, 1983).
  • Estrenada en España el 10 de abril de 1981, en Barcelona. En Madrid no se vio hasta el 28 de abril de 1989, en los multicines Picasso. 

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: ***

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

 

[1] Según nos refiere la página web El doblaje, fue la voz habitual de Robert Foxworth, Terence Hill, Stacy Keach y Burt Reynolds. A Naschy lo doblaría en bastantes ocasiones, a saber, en El espanto surge de la tumba (Carlos Aured, 1973), El carnaval de las bestias (J. Molina, 1980), La bestia y la espada mágica (J. Molina, 1983), Latidos de pánico (J. Molina, 1983) y Los resucitados (Arturo Bobabilla, 1994/2017).