Bill Moore es un hombre casado que está viviendo una aventura amorosa con Cynthia Bair. Ambos son felices en el apartamento que comparten, hasta que de súbito, en un momento dado, ella le ataca e intenta morderle en el cuello. Defendiéndose, la mata, y luego la entierra en un jardín cercano, pero cuando regresa ella está durmiendo plácidamente en la cama.
Dirección: José María Zabalza. Producción: Uranzu Films. Guion: José María Zabalza. Fotografía: Raúl Artigot. Música: Ana Satrova. Montaje: Luis Álvarez. Diseño de producción: . FX: Molina. Intérpretes: Simón Andreu (Bill Moore), Susan Taff (Cynthia Bair), Guillermo Méndez (Harry), María Salerno (Ann, esposa de Bill). Nacionalidad y año: España 1972/1985. Duración y datos técnicos: 76 min. color 2.35:1.
José María Zabalza (1928-1985) fue un realizador cinematográfico nacido en Irún que desarrolló una amplia carrera dentro del llamado «cine de géneros», desde que comenzara en 1956 con el drama También hay cielo sobre el mar. Se había licenciado en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Madrid y, tras ejercer durante un breve periodo como economista, decidió presentarse al I.I.E.C. (Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas), la escuela oficial de cine, donde superó el examen de ingreso a director, curso para el cual solo había cinco plazas. Su arranque, como en tantos otros realizadores españoles, mostraba ciertas inquietudes artísticas: su debut estaba inspirado por el neorrealismo italiano, y su siguiente película, Entierro de un funcionario en primavera (1958), con Tony Leblanc, entra en la corriente de humor negro, y fue muy valorada por Berlanga. Esas dos películas se cobijaron bajo su compañía Haz Films, pero finalmente hubo de cerrar por problemas para sacar adelante los proyectos. Así pues, se volcó a hacer teatro y, luego, en los sesenta se pondría a trabajar en esos géneros en los cuales se acabaría especializando.
Según fuera la moda del momento, tocaba una u otra especialidad; así, dirigió wéstern ―acaso por lo que más se le identifica―, policiales, películas de toros o eróticas. El género de terror lo abordó en dos ocasiones, ambas durante la edad de oro del fantaterror: La furia del hombre lobo (1972), aventura del licántropo Waldemar Daninsky con guion y protagonismo de Jacinto Molina/Paul Naschy, está considerada de las peores de la saga. Y también concibió ese mismo año, en clave diríase experimental, El retorno de los vampiros, que filmó en veinticuatro horas naturales[1] y solo cuatro actores (aunque los dos últimos tienen escaso papel). Rodada en 1972, como se ha dicho, sin embargo no gozó de honores de estreno: quedó archivada, no queda claro si por censura ―plantea un adulterio con cierta naturalidad―, o por su carácter poco comercial, pues no es una película de terror «al uso».
Producida por su compañía Uranzu Films ―que había fundado en 1964 junto a su amigo Carlos Serrano Tell, quien sin embargo poco después la abandonó―, Zabalza utiliza música compuesta por su propia esposa, Ana Satrova, muy vinculada a su carrera en esa especialidad. Pero también emplea fragmentos de la Sinfonía fantástica (Symphonie fantastique: Épisode de la vie d’un artiste… en cinq parties, 1830) de Hector Berlioz, uno de cuyos movimientos, «Songe d’une nuit du sabbat», después emplearía Stanley Kubrick para El resplandor (The Shining, 1980), en adaptación de Wendy Carlos y Rachel Elkind. Aquí es manejado tal cual lo orquestó Berlioz, pero con mucho menor tino, con una edición sonora que irrumpe de forma brusca para luego ser truncada de manera no menos abrupta, y así, en varias ocasiones.
La película, como se ha dicho, quedó sin estrenar en su día, hasta lograr la licencia mucho tiempo después, el 14 de octubre de 1985. Con el título de El misterio de Cynthia Baird tuvo un estreno fantasma, consiguiendo una taquilla de casi tres mil espectadores[2], y luego se editó en vídeo como El retorno de los vampiros (que fue tal como se concibió). La copia a la que he podido acceder es esa última, que aparte de manifestar las lesiones características del sistema también muestra mucho desgaste en los cambios de bobina, lo cual no se ajustaría a ese estreno con tan escaso público, así que imaginamos existiría una copia única proyectada con más asiduidad, acaso en pases privados del director. Ese estreno, además, acontece en 1985, el mismo año que el realizador fallece en Madrid, el 8 de junio, a los 56 años.
El retorno de los vampiros arranca como si de una comedia romántica se tratase[3]. Bill y Cynthia comparten su nidito de amor, bromeando y charlando tonterías, y así durante largo tiempo. Algo después se desliza el comentario de que Bill tiene una esposa, Ann, y así se nos informa, por un lado, sobre el referido adulterio, y también comienza, de forma tímida, a desarrollarse la trama sobre la cual pivota el film. De súbito, el enfoque varía y, de súbito, ella le ataca a él, provisto de largos colmillos. El hombre se defiende con una lámpara del salón, y acaba con la mujer vampiro con tan extraño instrumento. Después de enterrarla en el jardín ―Zabalza le dedica un largo plano al hecho, con Andreu arrojando una y otra y otra paletada―, al regresar al apartamento la encuentra durmiendo tan ricamente en la cama.
Tras su inicial desconcierto, decide hacer como si nada, pero llama a un amigo y trabajador suyo para que investigue la vida de su amante. Así se entera de que ella (o alguien con el nombre de ella) murió siglos atrás junto a un hombre que se llamaba igual que él. Poco después, es Bill quien ataca a Cynthia, también provisto de colmillos; todo se repite: ella lo mata, y él de pronto se recupera, y ambos comparten su desconcierto. Es entonces cuando comienza, acaso, lo mejor de la película, al menos en el plano teórico. Se desliza la idea de que ambos pudieron ser vampiros en una vida previa, y murieron; ahora, acaso sean la reencarnación de ellos, y de forma paulatina la existencia previa se va adueñando de la presente. O tal vez haya un pliegue temporal y sean ellos mismos los que viven un pasado y un presente simultáneos. Las «transformaciones» de ambos, además, parecen influidas en cierta medida por una reproducción del cuadro Saturno devorando a su hijo (1820-1823) de Francisco de Goya.
En realidad, tampoco resulta muy coherente, y el planteamiento está plagado de ideas inconexas y situaciones absurdas. Todo se estropea aún más cuando hay un giro de guion hacia el final, y luego un golpe de efecto para rubricar el film. Y es que el guion, pese a esos elementos atractivos que se apuntaban, parece una mera excusa para rodar por el placer de rodar, y experimentar, por un lado, el proceso industrial de construir la película en esas veinticuatro horas, y por otro el ejercicio artístico de concebir un film experimental que bascula entre la comedia, el drama, el terror y la reflexión existencialista. Zabalza rueda con esas tres cámaras simultáneas, por lo cual, al menos, evita los fallos de rácord. La fotografía es debida a uno de nuestros mejores profesionales en ese ámbito, Raúl Artigot[4]; es una lástima la nula calidad de la copia que he logrado ver, pues las capacidades de su trabajo en esta obra no se pueden vislumbrar. La planificación que le aplica Zabalza es meramente funcional, recurriendo mucho al zoom, como era habitual en la época, y solo se abandona a la experimentación en algunos planos por medio del montaje, como en los propios créditos, o cuando rueda el cuadro de Goya, donde efectúa giros y composiciones inclinadas de la pintura.
Sobre el papel, pues, El retorno de los vampiros / El misterio de Cynthia Baird ―aplíquesele el título que se prefiera― es un film de sumo interés, que no puede ser despachado como «una película de terror del montón», pues no lo es en absoluto, ni como una «mierda», como la he visto definida en algún medio de Internet. Tiene fallos, y muchos, y ambiciones, demasiadas, para la torpe resolución que demuestra al final y que da por tierra las posibilidades que ofrecía, ya fuera en el tratamiento argumental de esas realidades que se solapan, o en la experimentación industrial/formal que se pretende. Como film de vampiros, por lo demás, se presenta por completo deslavazada, aunque, como se ha referido, no era esa la intención de la cinta. Una rareza, en todo caso, para bien y para mal.
Anecdotario
- Rodada con un presupuesto inferior a un millón de pesetas, en solo veinticuatro horas (naturales), el 15 de febrero de 1972, de tres de la tarde a la misma hora el día siguiente.
- En la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, hay registrados dos guiones de la película, uno de una extensión de 38 hojas, el otro de 83, con fecha 1972 y 1971, respectivamente.
- El apartamento donde convive la pareja era en realidad un set improvisado situado en una tienda de muebles de Madrid llamada Expomuebles (hacia el final se ve al fondo un camión de esa empresa).
- En algunas escenas, Zabalza indicó a los actores que movieran los labios, y que luego en posproducción se inventaría qué haría decir a los personajes.
- Estrenada en España en cines en 1985 como El misterio de Cynthia Baird, y después editada en vídeo como El retorno de los vampiros (su título de rodaje) por Videotechnics.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: *½
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] En palabras de Zabalza, con doce cámaras simultáneas, pero se especula que debieron ser solo tres.
[2] No nos consta estreno en Madrid, por ejemplo.
[3] Gran parte del diálogo en la escena «de cama» inicial lo fusila Zabalza de una de sus propias películas, la comedia Julieta engaña a Romeo (1965).
[4] Por la época también dirigió una película de terror de difícil distribución y que se ha convertido de culto, El monte de las brujas (1973). Con Zabalza, además, trabajó en otras dos ocasiones, en el musical
El milagro del cante (1967), protagonizado por El Príncipe Gitano y Rafael Farina, y en El vendedor de ilusiones, una fantasía musical rodada también en 1967 pero no estrenada hasta 1971.