Un joven matrimonio, junto a un amigo, se pierden por la campiña cuando ya es noche cerrada y hace frío. Un misterioso individuo aparece de pronto y les informa que puede guiarles hasta un monasterio cercano, donde sin duda les darán cobijo y alimento. El marido se muestra suspicaz y temeroso, sabedor de la notoriedad fantasmal que posee el lugar, pero finalmente van.
Dirección: Fernando de Fuentes. Producción: Producciones FESA (Films Exchange). Productor: Jorge Pezet. Guion: Juan Bustillo Oro, Jorge Pezet, Fernando de Fuentes. Fotografía: Ross Fisher. Música: Max Urban (arreglos musicales). Montaje: Fernando de Fuentes. Dirección artística: Fernando A. Rivero. Intérpretes: Enrique del Campo (Alfonso), Marta Roel (Cristina), Carlos Villatoro (Eduardo), Paco Martínez (padre prior), Victorio Blanco (monje), José Ignacio Rocha (custodio), Francisco Lugo, Beltrán de Heredia, Agustín González… Nacionalidad y año: México 1934. Duración y datos técnicos: 85 min. – B/N – 1.37:1 – 35 mm.
La Llorona (1933), film basado en la clásica leyenda popular mexicana, fue dirigido por Ramón Peón, a partir de un guion en el cual colaboró Fernando de Fuentes. En un intento de capitalizar el gran éxito comercial que tuvo, se proyectó la realización de una nueva película que tocara la temática terrorífica. Ello supuso la unión entre Fernando de Fuentes, de nuevo coguionista, pero ahora también realizador y montador, con el productor Jorge Pezet. Este había quedado recientemente anonadado con las momias disecadas que se exhiben en el Museo del Convento del Carmen, en la capital mexicana, y deseaba hacer uso de ellas en la historia.
De ahí surgió un guion escrito entre Fernando de Fuentes, el productor Pezet y Juan Bustillo Oro, una de las principales figuras del fantástico mexicano, quien ya en 1925 escribió y dirigió El misterio del rostro pálido, uno de los títulos pioneros del género en el país. En esta historia se nos narra la llegada de tres viajeros ―un joven matrimonio junto a un amigo de estos― a un monasterio. Si bien son acogidos y se les otorga tres celdas donde pasar la noche, pronto comienzan a suceder eventos misteriosos, como monjes que vagan por los pasillos sin que parezcan ser conscientes de los visitantes que tienen alrededor, un extraño armario inclinado, que parece ser el acceso a una realidad diferente, o una celda con una inmensa cruz clavada en la puerta, y donde se oyen misteriosos gemidos, elemento este que recuerda enormemente a uno de los mejores episodios de la serie Dimensión desconocida (Twilight Zone, 1959-1964), «The Howling Man» (1960), basado en un relato de Charles Beaumont, y sobre un monasterio donde tienen encerrado tras una puerta al mismísimo diablo.
El fantasma del convento (1934) arranca con ese trío protagonista perdido a la intemperie. Pronto, el realizador pone en evidencia la extraña relación que hay entre los tres, puesto que suele haber gran cantidad de planos en los cuales encuadra a la mujer junto al amigo, dejando al marido fuera de encuadre. Hay un momento muy significativo, por lo demás, cuando llaman a la puerta del monasterio, donde en el contraplano de aquel que les recibe están encuadrados los tres, pero la mano del monje portando un farolillo tapa el rostro del marido, como dejándolo siempre al margen. En cuanto los tres son alojados, cada uno en un cuarto, pronto queda evidente lo que sospechamos, al reunirse la mujer y el amigo, y se deja patente que están comenzando a tener un affaire amoroso.
Ese modo de jugar con los encuadres para aportar información lo extiende Fernando de Fuentes a un uso de la cámara increíble, máxime teniendo en cuenta que la película es de inicios del sonoro, cuando muchos realizadores usaban planos estáticos para rodar diálogos interminables. Aquí, por el contrario, utiliza una cámara siempre móvil, con travellings que sirven para expresar estados anímicos y emocionales, o también para insinuar la incursión de lo sobrenatural en el entorno de los protagonistas. Igualmente, el sonido, o la ausencia de este, sirve también para plasmar una atmósfera numinosa al conjunto.
Es una lástima ese intento de otorgar al film un metraje canónico, esos 85 minutos referidos, lo cual implica que, en un momento determinado, la acción se detenga y todo vaya girando en torno a lo mismo una y otra vez, sin que la narración progrese. El final, por supuesto, es fácilmente adivinable para el espectador experimentado de hoy en día, sin embargo resulta evidente que, en su día, debió impresionar enormemente a los espectadores. Si se hubiera limado el metraje en acaso un cuarto de hora podría haber deparado uno de los grandes filmes del fantástico mexicano. Tal como está, se queda en una buena película, que tampoco está nada mal.
Anécdotas
- Títulos anglosajones: The Fantasy of the Monastery / The Phantom of the Convent.
- El rodaje tuvo lugar en el monasterio de Tepotzotlán, México Distrito Federal, México.
- En el año 2019 fue presentado en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FCIM) una versión restaurada del largometraje. Esta edición fue realizada por el Archivo Permanencia Voluntaria de Tepoztlán a cargo de su fundadora Vivian García y Hugo Villa, director de la filmoteca de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
- Estrenada en México el 27 de junio de 1934. Salvo error, en España no se estrenó, y solo se ha visto ocasionalmente en festivales y filmotecas.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ***
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra