En 1454, el malvado hechicero Alaric de Marnac es detenido y sentenciado a muerte, siendo decapitado, y su fiel sirviente Mabille de Lancré ahorcada. En la época actual, un descendiente de él, Hugo, se traslada junto a unos amigos a su villa en las montañas para localizar dónde, según la leyenda, están enterrados cabeza y cuerpo, por separado. Pero el poder del hechicero, aún en esas condiciones, es intenso, y maneja los hilos para alzarse de la tumba.
Dirección: Carlos Aured. Producción: Profilmes. Productor: Modesto Pérez Redondo. Productores ejecutivos: José Antonio Pérez Giner, Ricardo Muñoz Suay. Guion: Jacinto Molina. Fotografía: Manuel Merino. Música: Carmelo A. Bernaola. Montaje: Javier Morán. Decorados: Gumersindo Andrés. FX: Julián Ruiz (maquillaje), Antonio Molina (efectos especiales). Intérpretes: Jacinto Molina [acreditado como Paul Naschy] (André de Marnac / Alaric de Marnac / Hugo de Marnac), Emma Cohen (Elvire), Víctor Alcázar [acreditado como Vic Winner] (Maurice Roland / André Roland), Helga Liné (Mabille de Lancré), Cristina Suriani (Paula), Betsabé Ruiz (Silvie), Julio Peña (Jean), Luis Ciges (Alain ‘Le Rat’), Ramón Centenero (André Govar, el alcalde), Francisco Llinás (René), Juan Cazalilla (Gaston, el guardés), María José Cantudo (Chantal), Montserrat Julió (Odile), Elsa Zabala (Madame Irina Komarova, la médium), Esther Santana (víctima del dormitorio), Francisco Nieto (Hubard), Marcia Bell (Marcia), Pedro Bravo (víctima del dormitorio), José Martínez Blanco (narrador [voz])… Nacionalidad y año: España 1973. Duración y datos técnicos: 88 min. – color – 1.85:1 – 35 mm.
La casa de producción Profilmes, que acabaría siendo conocida como «la Hammer española» debido a su profusión de películas del género de terror, le llegó a Jacinto Molina con el encargo de escribir rápido una idea para una película, el que de hecho constituiría el arranque de la compañía. El actor y guionista lo desarrolló en día y medio[1], y de inmediato se pusieron a rodar, filmando en menos de cuatro semanas, si bien luego el estreno de El espanto surge de la tumba (1973) se retrasó al año siguiente.
Aquí Molina intentó crear una nueva «criatura», el hechicero Alaric de Marnac. Algunas fuentes refieren que la inspiración proviene de la cinta norteamericana The Thing That Couldn’t Die (Will Cowan, 1958), por el hecho de tratar ambas la idea de una cabeza viviente; si bien el actor, por aquel entonces, ya solía viajar a festivales en el extranjero, donde pudo ver la cinta en alguna retrospectiva, puesto que era inédita en España, cabe mantener la duda al respecto. La estructura de la historia recuerda más a La máscara del demonio (La maschera del demonio, 1960), con un hechicero (una bruja en el film de Mario Bava) ejecutado en la antigüedad por un hermano, junto a su fiel sirviente, y que regresa a la vida en un entorno familiar donde su descendiente es su viva imagen. Donde sí tienen razón las referencias es en citar la influencia de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1968) es en la representación de los zombis que aparecen en el film, de forma muy breve, en todo caso.
Lo mejor de la película son determinados dispositivos argumentales que convergen. La propia idea de Alaric de Marnac es bastante atractiva. Se inspira en un personaje real, Gilles de Rais (ca. 1405-1440)[2], un caballero que sirvió a las órdenes de Juana de Arco, pero más conocido, con todo, por asesinar a un sinfín de niños, si bien también podría tratarse de una confabulación de la Iglesia para usurparle las tierras. Aquí, ya en territorio totalmente fantástico, Alaric de Marnac es un hechicero ―y también un vampiro y un hombre lobo, tal como claman al inicio en su sentencia―, que tiene innegables poderes mágicos. En esa escena inicial, el aire lóbrego está conseguido por medio de elegantes travellings laterales y unos efectos de sonido que potencian el ambiente.
Cuando se le sentencia se refiere que cabeza y tronco sean separados con el fin de eliminar sus capacidades, si bien comprobaremos luego que estas no se hallan mermadas. Al principio, una pareja de amigos urden un plan para que Hugo y sus compañeros asistan a una sesión de espiritismo y así acicatear su interés por Alaric. Uno de esos camaradas, Maurice ―también descendiente de otro de los que le ejecutaron, tal como el propio hermano de Alaric, André― está siendo dominado, sin saberlo, por el espíritu del hechicero, y más adelante, uno de los ladrones de la cabeza, que habla y vive, es controlado por esta para al fin unirla al tronco y volver a la existencia. Tanto cráneo como tronco están incorruptos, mas no así su servidora Mabille, que es un esqueleto, y a la que habrá que resucitar por medio de un ritual (la víctima es tumbada encima de los huesos, Alaric se tiende encima de ella y, cuando se separa, ahí está Mabille, y debajo la osamenta, como si la hechicera se hubiera encarnado en el cuerpo de la sacrificada y luego recuperara sus rasgos primigenios).
Otro elemento bastante atractivo son los referidos zombis. De forma paulatina se va asesinando a diversos personajes, y Hugo y Maurice se deshacen de los cadáveres arrojándolos al lago cercano (la falta de conciencia de este acto también es digna de estudio). En un momento determinado, el hechicero hará que los muertos broten de las aguas y vayan a acosar a los vivos, con la apariencia de un ahogado; después, retornarán al humedal, donde esperarán a ser invocados de nuevo.
Resulta muy curioso el hecho de que, de pronto, se refiera que hay un elemento que puede combatir al hechicero. Se trata de un medallón llamado «los martillos de Thor», y que el guardés de la finca, Gaston, mantenía oculto, «por si acaso». Cómo un instrumento que representa a un dios pagano de la mitología germánica puede combatir a un hechicero servidor del demonio cristiano no queda muy claro, pero el efecto es igual al de la cruz contra los vampiros.
Carlos Aured debuta como realizador con la presente. Con anterioridad había sido ayudante de dirección desde 1964, y dentro de ese campo trabajó en La noche de Walpurgis (León Klimovsky, 1971). Según parece, en un inicio se pensó en Klimovsky para ponerse al frente de esta, pero al hallarse ocupado se acordaron de Aured y así inició una filmografía centrada principalmente en el terror, para también tocar el género erótico[3]. A lo largo de su carrera como director dio muestras de un estilo desmañado y poco aplicado; dentro de su ciclo fantaterrorífico, puede que lo mejor que hiciera fue Los ojos azules de la muñeca rota (1974), donde el aire malsano está muy logrado. Aquí se percibe la referida impericia en todo momento, y hay muchos instantes que se ven deslavazados, perdiéndose continuidad en la planificación. Sin embargo, de forma sorprendente, las escenas de terror están mucho más conseguidas. Ofrecen imágenes habituales en el cine de Paul Naschy, como es el cambio de iluminación ante la presencia del mal, por lo que cabría especular que las buenas ideas que brotan esporádicamente procedían más de Molina que de Aured. Y resulta en verdad excelente la escena en la cual Vic Winner toma la cabeza amputada de Alaric para unirla al cuerpo; la alternancia de planos de una testa artificial (muy bien ejecutada por los técnicos de efectos especiales) y el propio Paul Naschy en la posición adecuada sigue un soberbio ritmo y, pese a los obvios cortes de montaje para efectuar los canjes oportunos, ofrece una continuidad y una fluidez sorprendentes.
A nivel argumental existen también algunos elementos habituales en el cine de Naschy, como son esos bandoleros que les surgen en mitad del camino, y más o menos usuales en su filmografía. De todas maneras, situar un fundamento así dentro del contexto de la Francia de los años setenta proporciona al film un tono extraño, como si, cuando los personajes llegan a determinado lugar, cercano a donde fuera enterrado el hechicero, de algún modo el entorno se sumerge en una intemporalidad propia de épocas más bárbaras. De hecho, tras los salteadores surge un grupo de justicieros, comandados por el alcalde de una cercana localidad, que los ejecutan mientras sueltan carcajadas de regocijo.
Paul Naschy ofrece dos personajes diferentes (el tercero es un cameo, diríase), cada uno de los cuales es doblado por una voz distinta. Ello otorga una personalidad dispareja a cada uno de ellos en el aspecto más obvio. Pero, además, el actor aporta unos matices distintos. Hugo es un hombre de mundo, normal, campechano, un poco amante del humor, y que se verá agobiado por una situación que le sobrepasa. Alaric, por su parte, es el mal absoluto, y aquí Molina lo interpreta con una sonrisa prieta de malignidad, con una mirada concentrada y perversa. A su lado, Helga Liné, bellísima y también inicua. Juntos forman una buena pareja para la galería del género.
Antes hemos mencionado el tema de la «moralidad» de los personajes. En tiempos pasados Alaric, un hechicero malvado, al fin y al cabo, fue ejecutado bajo la fría mirada de su hermano André y de Maurice Roland. En la actualidad, los descendientes de estos últimos, Hugo y André, son amigos íntimos. Cuando acontece el suceso de los bandoleros y su ejecución por parte de la chusma, André clama que habría que informar a las autoridades, pero Hugo le quita importancia al asunto alegando que son cosas de la región. Más adelante, cuando los sirvientes de la casa son asesinados, Hugo se pone furioso… pero luego, los dos colegas se desharán sin más de los cadáveres arrojándolos al pantano.
De tal modo, el nivel moral de los personajes, tanto los malvados como los teóricamente positivos (en lo que se refiere a los hombres; las mujeres solo están para asustarse y/o aparecer desnudas) discurren en una corriente diríase paralela. El ambiente malsano de podredumbre ética parece regir entre unos individuos que solo se mueven a partir de instintos primarios. De tal modo, los monstruos pueden ofrecer aquí muchos rostros. Es cine de consumo, rápido y violento, apoyado en las evisceraciones y los cuerpos desnudos. No es una película buena, tampoco eso se buscaba; la admiración que despierta entre muchos es comprensible, pero, en verdad, no compartible, pese a esos aciertos ocasionales.
Anecdotario
- Títulos anglosajones: Horror Rises from the Tomb / Horror from the Tomb / Mark of the Devil 4 / Mark of the Devil Part IV: Horror Rises from the Tomb.
- El rodaje, efectuado en 1972, tuvo lugar en el valle de Lozoya (para la casa de Hugo, que en realidad era una finca del padre de Paul Naschy), Rascafría y Talamanca del Jarama, todo en la provincia de Madrid.
- La película tuvo su premier en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges en abril de 1973.
- Cristina Suriani recibió un crédito de «presentación». Sin embargo, ésta era su quinta película. Sí es el debut fílmico de María José Cantudo.
- A varias escenas se les dio dos versiones. Una primera, vestida, para la explotación de la película en España y otros territorios, y una segunda, con las actrices desnudas, para exportar al extranjero (aunque originalmente en EEUU se vio la versión censurada).
- La ficha de doblaje es la siguiente: Héctor Cantolla (Paul Naschy como Hugo), José Guardiola (Paul Naschy como Alaric), Juan Miguel Cuesta (Vic Winner), Lola Cervantes (Helga Liné), Pilar Calvo (Elsa Zabala), Maripe Castro (Betsabé Ruiz), José Martínez Blanco (Ramón Centenero), Mayte Santamarina (Cristina Suriani), Joaquín Vidriales (Juan Cazalilla/varios).
- Remake: Purana Mandir [«The Old Temple», Shyam Ramsay, Tulsi Ramsay, 1984; India].
- Secuela: Latidos de pánico (Jacinto Molina, 1983).
- Estrenada en España el 30 de abril de 1973.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: **
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] «Las centraminas fueron mi inspiración», declararía. En Paul Naschy. Memorias de un hombre lobo; de Jacinto Molina; prólogo de Luis Alberto de Cuenca; filmografía de Adolfo Camilo y Luis Vigil. Madrid: Alberto Santos Editor, 1997.
[2] Paul Naschy / Jacinto Molina abordaría el personaje en un plano más biográfico, con ciertas licencias, llamándolo Gilles de Lancré, en El mariscal del infierno (1974), dirigida por León Klimovsky.
[3] Fue responsable de la programación «X» de Canal Plus durante unos años.