MACLEOD, Fiona (Sharp, William). El comepecados y otros relatos malditos; traducción, prólogo y notas: Alberto Ávila Salazar. Madrid: Diábolo, 2023.  Diábolo Novelas, Colección Fantasmas. 7 relatos. 158 páginas.

Cuando leí Unutterable Horror, la monumental historia de la literatura de terror sobrenatural escrita por S. T. Joshi, me llamó la atención los elogios que dedicaba a la obra fantástica de Fiona Macleod, en especial porque Joshi es un crítico especialmente duro al que no es fácil contentar. De los cuentos de Macleod nos dice que ofrecen «combinaciones incómodas de sobrenaturalismo, fantasía y mitos y leyendas celtas (algunos de ellos quizá inventados o alterados sin admitirlo), únicos en la literatura de su época», y de su narración más admirada, el extenso «El comepecados», concreta  que posee una «atmósfera de morbosidad primitiva incomparable».

Como es obvio, estaba deseando conocer esos textos y por suerte Diábolo Novelas acaba de traer al público en lengua española esta selección de algunos de las mejores narraciones de Fiona Macleod en el agradable y cuidado formato de su colección consagrada a la literatura fantástica.

William Sharp (1855-1905) fue un escritor y editor escocés de vida compleja, por su mala salud y sus relaciones personales, que concentró la mayor parte de su labor en la poesía y en la vindicación de destacados poetas redactando sus biografías, mientras empleaba el seudónimo femenino de Fiona Macleod para publicar prosa narrativa. La adopción de este seudónimo trasciende la simple diferenciación genérica, pues escribiendo como Macleod estaba buscando construir una nueva personalidad y una nueva voz. Es descriptiva una frase extraída de su correspondencia que Alberto Ávila Salazar rescata en el prólogo para este libro: «Puedo escribir con el corazón de una manera que no podría hacer como William Sharp».

Apasionado celtista y creyente en doctrinas herméticas —dos puntos que le unirían en estrecha relación con el futuro premio Nobel William Butler Yeats—, utiliza el folclore gaélico para componer precisos y preciosos relatos fantásticos de gran poder evocador, porque a través de sus palabras casi podemos oler el salitre del mar, escuchar el rumor del viento en la fronda o sentir sobre la piel la humedad de la niebla, sin recurrir a las filigranas abigarradas del sensualismo literario propio de modernistas y decadentes, con quienes coincidió cronológicamente. Su prosa es poco artificiosa, en especial cuando elabora los diálogos, donde intenta ser natural y adecuado al registro que esperaríamos en personajes casi siempre de baja extracción social que se ganan la vida con sus manos callosas, insertando también palabras y frases en gaélico para acercarse a su habla común.

La antología la componen los siguientes cuentos:

En «El comepecados» («The Sin Eater») se nos narra la historia de un viajero menesteroso que regresa al lugar de su nacimiento, un paraje sombrío donde ya nadie de su familia permanece vivo. Su llegada coincide con el fallecimiento de un amigo de su padre, personaje nefasto y criminal a quien habría deseado maldecir en vida; pero, por unas monedas de plata, el viajero acepta protagonizar el rito del comepecados, es decir ingerir el pan, el agua y la sal colados sobre el pecho del cadáver durante el velatorio para así arrebatarle todos sus pecados y permitir que el espíritu pueda partir en paz… Una espléndida construcción de atmósfera supersticiosa y opresiva, que se va volviendo cada vez más malsana hasta adquirir rango de verdadera pesadilla, con una conclusión poderosa.

«Dàn-nan-Ròn» nos refiere los amores de una muchacha con un pescador, frente a la oposición de sus tres primos, su única familia. El motivo es que consideran al pescador un Sliochd-nan-Ron, linaje de humanos hijos de las focas, con la capacidad para tomar forma animal. La muchacha hará oídos sordos a sus advertencias, encaminándoles hacia una tragedia trufada de sangre y delirio… Basado el relato en leyendas de las islas Hébridas, Macleod retomará el tema en otras dos narraciones, «Ramas verdes» y «El bendito», también recogidas en esta antología.

«Morag del Glen» trae un drama doméstico, narrado con un sereno lirismo que emplea las descripciones de paisaje para transmitir los estados de ánimo de los personajes, en su apartado femenino retratados con inusual perspicacia. La hija mayor de una familia de arrendatarios entrega su virtud al hijo del amo de sus tierras y, al descubrirse abandonada, se suicida. La madre, transida de dolor, recita un antiguo encantamiento para purgar la maldición sobre el alma de la hija. Sin embargo el seductor no escapará sin justa venganza.

Los últimos cuatro textos son de mayor brevedad. En «La novena ola» un grupo de pescadores de las Hébridas se refieren al mito de la novena ola, cuyo sonido atrae a todos los seres vivos y los conduce a la muerte en el mar. El abuelo de uno de ellos fue una rara excepción, pues oyó la ola y sobrevivió; de hecho recibió su llamada en varias ocasiones y escapó poniendo distancia de por medio y refugiándose en otras islas. Hasta que recibió una última llamada ineludible…

«El juicio de Dios» trata sobre un antiguo pescador que alivia su añoranza del mar trabajando como pastor en una pequeñísima y casi incomunicada isla. Allí encontrará a una antinatural amante. Lovecraft conocía y apreciaba «El comepecados»; pero no me consta que leyera en alguna ocasión el presente cuento, donde habría detectado parentescos con su propia obra.

En «Ramas verdes» un hombre se ve acosado por una inquietante presencia que identifica como su hermano, al que cree muerto. El motivo de la aparición, probablemente, es porque está cortejando a una joven a quien el desaparecido también deseaba. Continuación de los acontecimientos narrados en «Dàn-nan-Ròn».

«El bendito» es la última entrega de la trilogía iniciada con «Dàn-nan-Ròn», donde se nos relatan hechos precedentes. Un joven cae en un eventual ánimo depresivo por culpa del ambiente tétrico en el que se ve obligado a vivir; no obstante, retiene una luz interior, una mirada capaz de descubrir la belleza en los entornos más odiosos. Recibió en la infancia ese don por el toque del pueblo de las hadas. Un cuento muy breve aunque de singular elegancia.

Armando Boix