En una pequeña población fronteriza del Oeste, en 1880, una serie de misteriosas muertes comienzan a acontecer en el lugar, con la defunción siempre de jóvenes muchachas. Al tiempo, existe una guerra por las tierras y el agua del lugar, enfrentando a las familias Carter y Buffer. Todo ello parece irlo observando desde lejos un misterioso pistolero vestido de negro, Drake Robey.

Dirección: Edward Dein. Producción: Universal International Pictures. Productor: Joseph Gershenson. Guion: Edward Dein, Mildred Dein. Fotografía: Ellis W. Carter. Música: Irving Gertz. Montaje: George A. Gittens. Dirección artística: Robert Clatworthy, Alexander Golitzen. Intérpretes: Eric Fleming (predicador Dan), Michael Pate (Drake Robey), Kathleen Crowley (Dolores Carter), John Hoyt (Dr. Carter), Bruce Gordon (Buffer), Edward Binns (sheriff), Jimmy Murphy (Tim Carter), Helen Kleeb (Dora), Jay Adler (camarero), Edwin Parker [Eddie Parker] (esbirro), John Truax (esbirro), Frankie Van (esbirro), Rush Williams (esbirro), Margaret Bert (ama de llaves de Dan), Edward Colmans (Don Miguel Robles), Jeanna Cross (Isabella), Henry Darrow (Roberto Robles), Clem Fuller, George Huggins, Charles Keane, Nancy Kilgas, Walter Lawrence, Alan Reynolds, John Rice, Forrest Stanley, Amzie Strickland, Don Sullivan… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1959. Duración y datos técnicos: 79 min. B/N 1.37:1.

 

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Curse of the Undead (1959) no es la primera película de terror ambientada en el Oeste, pues ya tenemos ejemplos inclusive dentro del cine mudo, pero sí tal vez la primera que gozó de cierto eco en los tratados fílmicos del género. Si se analiza su argumento a fondo, empero, podrá comprobarse que su trama podría situarse en cualquier otra parte del mundo, y la socorrida guerra por el agua de tantas películas del Oeste se podría reemplazar por otra rivalidad territorial.

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El proyecto de la película nació de un comentario jocoso que hizo el matrimonio formado por Edward y Mildred Dein. Edward (1907-1984) era un guionista de cine que saltó a la dirección, ámbito en el cual rodó solo ocho filmes, comenzando con la coproducción hispano-británica Manchas de sangre en la luna / Come Die My Love (1952), codirigida, en apariencia, con Luis Marquina, y finalizando con la coproducción italo-británica Una vergine per un bastardo (1966), codirigida, en apariencia, con Ubaldo Ragona. La presente fue su antepenúltima producción, y la primera del género de terror[1]. Mildred (1911-1997), por su parte, fue una guionista que debutó también con Manchas de sangre en la luna, concibiendo la historia, y escribió el libreto de otras cinco cintas más de su marido, terminando con la presente.

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Pues bien, la referida broma sobre el proyecto fue oída por el productor Joseph Gershenson (1904-1988). Este trabajaba en el departamento musical de la Universal, donde había supervisado el acompañamiento sonoro de más de trescientas películas, seleccionando las melodías de archivo que iban en los filmes, algo muy habitual en la productora. Como compositor, en realidad, solo hizo la música para dos cortos documentales y diversas canciones para otros seis filmes. Paralelamente a ello inició una amplia carrera como productor, comenzando con West of Carson City (1940) ―con el seudónimo de Joseph G. Sanford― y finalizando con la citada The Leech Woman. Pues bien, oído ese comentario, refirió a Edward Dein que quería producir esa película, si bien en los primeros estadios del proyecto en el estudio se pensaba que se trataría de una parodia.

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Es curioso, en todo caso, el modo en que está enfocado el tema del vampirismo en el filme. La conversión del protagonista no viene derivada del ataque de otro no muerto, sino por el hecho de cometer el pecado mortal de suicidarse, impelido por la mala conciencia de haber matado a su hermano, en un acceso de celos. En principio, solo ataca a mujeres jóvenes, y el motivo de esa agresión es el de alimentarse. Cuando pone a la chica de la película, Dolores, en su objetivo, antes de morderla la besará, y poco a poco se irá enamorando de ella. También asalta a varios hombres, en esos casos con objetivos concretos, como la ambición o la venganza, y en todo momento sus víctimas no resucitarán a modo de vampiro. Nuestro hombre puede resistir la luz del sol ―al igual que Drácula y Carmilla en los originales cánones literarios―, pero en una conversación con Dolores le comenta, de un modo semiencubierto, que la luz del día le molesta cada vez más.

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En el flashback donde conocemos su origen comprobamos que es de origen hispano, y que su nombre era Drago Robles, ahora reconvertido en Drake Robey ―aunque tanto Drago como Drake remiten en cierta manera al nombre de Drácula―. Vestido de rico hacendado mexicano, con capa, da muy bien el tipo de vampiro popularizado por la Universal, y de hecho cuando le vemos atacar a una víctima lo hará desplegando la capa y tapando sus actos, del mismo modo que hacía Bela Lugosi. Ahora, de regreso a su población veinte años después, viste a modo de asesino a sueldo completamente de negro; ello, unido a los rasgos adustos del actor Michael Pate ―de cierto parecido con Humphrey Bogart― le proporciona un aspecto muy adecuado para hacer de vampiro. Dein le fotografía muy a menudo solo mostrando su sombra, inmensa, contra los blancos muros de las haciendas hispanas, con el sombrero siempre destacando, contrastando el efecto del clásico look de vaquero con el aura sobrenatural que le imprime.

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A lo largo de la trama las insinuaciones acerca de la condición vampírica del personaje se van añadiendo tenuemente, pese a que el espectador está apercibido ya de ese detalle desde el propio título. El engominado predicador que oficia de protagonista pronto ve señales de mordeduras ―dos leves rasgos de sangre, sin señal de punción― en el cuello de la primera víctima que conocemos, pero no hace referencia alguna al tema, y no sabemos si existe desconocimiento por su parte del asunto vampírico, o bien desconfía de sus sospechas. Poco a poco, detalles dispersos van confluyendo en el conocimiento que tiene el sacerdote acerca del estado sobrenatural de su ―en muchos aspectos― enemigo y un detalle muy interesante en ese sentido es una especie de pin que tiene el clérigo en la solapa, con una cruz en él, y que se refleja en el rostro del vampiro, produciéndole no poca inquietud. Por cierto que, más adelante, el no muerto desfilará por el cementerio, pasará junto a una enorme cruz, y no se sentirá afectado en absoluto.

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En el aspecto argumental, la película recuerda un tanto a otra producción Universal, Son of Dracula [tv/dvd: El hijo de Drácula, Robert Siodmak, 1943], e incluso visualmente el tratamiento estético que se le aplica es muy similar, con las texturas expresionistas y las sombras que prevalecen. Recuérdese que el filme citado estaba, además, situada en una plantación del Sur de Estados Unidos, por lo cual incluso en contexto ambas cintas se muestran cercanas.

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Como film del Oeste el resultado es un representante del montón dentro de la corriente cinematográfica del momento. Y como película de vampiros resulta convencional. Sin embargo, la unión de ambos conceptos en una consecuencia produce un muy interesante producto, un wéstern de atmósfera atípica ―potenciado con una música de raíces tradicionales pero que incorpora a su instrumentación el órgano y el theremín― o bien un film de vampiros con un decorado insólito. Si habláramos de un cóctel, diríamos que nos encontramos ante dos ingredientes no demasiado destacados, pero que al unirlos proporcionan un saborcillo sugestivo.

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Anécdotas

  • Título de rodaje: Affairs of a Vampire.
  • Título de la edición en 16 mm: Mark of the West.
  • Título en Chile: La maldición del zombie. Título en México: Maldición diabólica.
  • Rodada en 18 días.
  • Eddie Parker, además de hacer un papel secundario, efectuó la labor de especialista, tal como era su costumbre.
  • Estrenada en Estados Unidos en mayo de 1959.

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: ***

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

[1] La otra fue la curiosa The Leech Woman (1960).