Yoriko está enferma de tuberculosis, así que su marido, que es médico, decide que se trasladen al pueblo de ella para que se recupere. Su cuñado les localiza una mansión, que se dice que está encantada, y la aclimatan para convertirla en residencia y consulta médica. Al poco, una anciana de aspecto inquietante comienza a aparecérsele a Yoriko, pero su marido no parece verla…
Dirección: Nobuo Nakagawa. Producción: Shintôhô Pictures. Productor: Mitsugu Ôkura. Guion: Jiro Fujishima, Yoshihiro Ishikawa, según la novela de Sotoo Tachibana. Fotografía: Tadashi Nishimoto. Música: Chumei Watanabe. Montaje: Toshio Gotô. Diseño de producción: Tatsuyoshi Shimamura. Intérpretes: Toshio Hosokawa (Dr. Tetsuichiro Kuzumi), Midori Chikuma (Toyoko Hiramatsu), Yuriko Ejima (Yoriko Kuzumi), Fujie Satsuki (madre de Shogen), Shin Shibata (Shinnojo, hijo de Shogen), Takashi Wada [acreditado como Keinosuke Wada] (señor Shogen), Ryûzaburô Nakamura (Kokingo), Fumiko Miyata (señora Miyaji), Noriko Kitazawa (Yae), Hiroaki Kurahashi (Kenichi, hermano de Yoriko), Rei Ishikawa (Saheiji), Kôji Hirose (Sudo), Eijiro Kawai (conductor), Den Kunikata (Hachiro’uta), Akiko Mie (Satsuki), Hiroshi Sugi (Suizen), Yuko Tsuji (Osato), Sakutarô Yamakawa (Kichizou)… Nacionalidad y año: Japón 1958. Duración y datos técnicos: 68 min. B/N-color 2.35:1.
El mito de los gatos fantasma, o gatos vampiro, llamados bakeneko, está muy extendido en la mitología nipona y, por extensión, ese animismo se refleja también en su cine, y son gran cantidad de películas las que han abordado el tema. Bôrei kaibyô yashiki (1958) ―literalmente quiere decir “La mansión del gato fantasma”― es uno de sus ejemplares más característicos, y uno de los más prestigiosos, donde se une el mito del bakeneko con el del yōkai o fantasma. En la tradición budista, los gatos se consideraban generalmente malvados, mientras que las tradiciones japonesas locales a menudo los veían como juguetones y protectores, y en ese último sentido, el arranque nos presentará al felino de la película en esa segunda condición. El film, por cierto, está acreditado a una novela de Sotoo Tachibana, pero el parecido con esta es muy remoto.
La narración se estructura por medio de una disposición de muñecas rusas, diríase, con una historia dentro de otra historia que cuenta otra historia. Comienza en una noche de apagón, donde el doctor Kuzumi llega al hospital donde trabaja y, en la oscuridad, se sienta en su despacho a rememorar un suceso que le aconteció[1]. Ahí arranca la historia de él con su esposa, aquejada de tuberculosis, y cómo se trasladan al pueblo de ella para que se recupere (aunque luego, la mayor parte del tiempo también está lloviendo). Alojados en una mansión que se dice encantada, las apariciones de una anciana de cabello blanco, con el pelo sobre el rostro, asustan mucho a la mujer, y la vieja intenta estrangularla por dos veces. El doctor recibe, al fin, una invitación de su cuñado de visitar a un sacerdote, quien les cuenta lo que aconteció en el pasado, en la época feudal, y así asistimos a otra historia, ambientada en tiempos pasados, en el siglo XVI, y que reproduce el tono de los jidaigeki, es decir, los films de época. Lo atractivo de todo ello es que la historia del presente se narra en blanco y negro tintado de un leve tono azul, mientras que la del pasado se ofrece en un bellísimo color, en Eastmancolor y formato Shintohoscope, este último recurrente en todo el film. Después volveremos a la época presente y, luego, al hospital del inicio, donde se nos dará una sorpresa.
El director es Nobuo Nakagawa (1905-1984), quien nació en Kioto y fue influenciado desde el principio por la literatura proletaria; también escribió críticas de cine amateur para la revista de cine Kinema Junpō. Se unió a Makino Film Productions en 1929 como ayudante de dirección, pero cuando el estudio quebró en 1932 se trasladó a la productora de Utaemon Ichikawa e hizo su debut como director en 1934 con Yumiya Hachiman Ken. Más tarde trabajó para la Toho, donde realizó comedias y documentales durante la guerra. Fue en Shintôhô y después de la guerra, sin embargo, donde se hizo conocido por sus adaptaciones cinematográficas del kaidan japonés, y en especial por la presente. Aparte de ello, es reconocido por su demencial Jigoku (1960) ―literalmente, “El infierno”―, que dispone de una espléndida edición de Criterion, y también dirigió kaidan para la televisión nipona, así como dos episodios de la mítica La frontera azul (Suikoden, 1973). Su última película, dentro de una filmografía que comprende exactamente cien títulos, fue Kaiidan: Ikiteiru Koheiji (1982), y fallecería poco después, en 1984, en Tokio, a los setenta y nueve años.
Lo que más sobresale de Bôrei kaibyô yashiki es la elegancia con que está rodada, muy característica por otra parte del cine japonés tradicional. Hay una sucesión constante de refinados movimientos de cámara, con travellings de avance, como cuando llegan al inicio a la mansión y la exploran, como laterales, relacionando personajes y situaciones entre sí. Esa planificación se altera, dentro del flashback en color, en la escena del asesinato; mientras los hombres discuten, la cámara avanza y retrocede, para potenciar la tensión entre ambos; después, cuando ya acontece el crimen, la cámara se queda inmóvil en la habitación mientras los dos contendientes desaparecen del cuadro y se producen los primeros ataques fuera de campo; después, reaparecen y siguen luchando, ahora frente a la cámara, todavía inmóvil, y solo en unos instantes se altera el encuadre para aportar algún plano de mayor aproximación. Al final, en el último estertor de la víctima, la cámara avanza una vez más, para resaltar cómo la víctima agarra con las manos ensangrentadas las fichas del juego Go que ha provocado la disputa.
En el aspecto sobrenatural, tenemos un gato negro como plano inicial de la película y, un par de segundos después, comienzan los créditos. La cámara sigue al gato y nos conduce a un plano subjetivo del doctor iluminándose con una linterna. Tendremos, como presagio, otro gato negro que se atraviesa en la carretera mientras los protagonistas se dirigen a la mansión, y otro más que, ya en el jardín de esta, salta repentinamente, asustando a Yoriko, enfermiza e hipersensible. Inicialmente tendremos apariciones de esa anciana de cabello blanco, que podría representar a la propia enfermedad que está corroyendo a la mujer. Luego, en el flashback en color, asistiremos a la aparición del fantasma del asesinado, que su madre, ciega, verá, y lo cual dará arranque a todo. La víctima tenía una gata tricolor, con el rabo medio cortado, y la madre le pedirá al felino que lleve la maldición al asesino y todos sus descendientes, tras lo cual se suicida. El gato, encarnado en la suicida, matará a la anciana madre del criminal, y después se mutará en esta para cometer la venganza.
Ahí es donde está lo más suculento de los elementos sobrenaturales del film, pues convertido el gato en anciana, conversará normalmente, pero en ocasiones da muestras de su origen felino, atrapando una carpa de un estanque y llevándosela o lamiendo leche de un cuenco. En ocasiones, entre sus cabellos blancos, se alzan dos orejas puntiagudas, igualmente blancas, y amenaza con las manos a modo de garras. Y tiene la facultad de tirar de sus víctimas, literalmente, como si tirara de las cuerdas de una marioneta, pero sin contacto físico. Otro elemento curioso a destacar es el de la mancha de sangre en la pared, que por mucho que se limpie reaparece, tal como acontecía en el delicioso cuento “El fantasma de Canterville” (“The Canterville Ghost”, 1887), de Oscar Wilde.
Un film hermoso y emocionante, de una belleza arrebatadora, tanto en sus escenas en color como en blanco y negro, con una potencia sorprendente en su tratamiento no solo cromático o monocromático, sino por la ductilidad narrativa de una cámara que siempre sabe estar en el lugar preciso o dirigirse a él. Una obra maestra que debería conocerse mejor, así como el resto de la filmografía de su responsable.
Anécdotas
- Títulos anglosajones: Black Cat Mansion / The Mansion of the Ghost Cat.
- Estrenada en Japón el 13 de julio de 1958.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: *****
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Lo cual recuerda a la obra maestra del cine negro norteamericano Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944), basada en una novela de James M. Cain.