Howard Trent está ciego, y piensa que su esposa Irene tiene un amante, por lo que musita en sueños, amén de por sus celos patológicos. Cuando él muere en una explosión en la casa, ella lo ve en una pesadilla, y decide irse a vivir al pequeño apartamento que tiene en una peluquería que regenta. Pero allí, el amor de sus sueños se le aparece…

Dirección: William Castle. Producción: William Castle Productions para Universal Pictures. Productor: William Castle. Productora asociada: Dona Holloway. Guion: Robert Bloch, [según la historia “Witches’ Friday” de Elizabeth Kata]. Fotografía: Harold E. Stine. Música: Vic Mizzy. Montaje: Edwin H. Bryant. Dirección artística: Frank Arrigo, Alexander Golitzen. Efectos especiales: Burt Westmore, [Richard Blair, Karl Silvera, sin acreditar] (maquillajes), Charles Spurgeon (efectos especiales). Intérpretes: Robert Taylor (Barry Morland), Barbara Stanwyck (Irene Trent), Judi Meredith (Joyce Holliday), Hayden Rorke (Howard Trent), Rochelle Hudson (Hilda), Jess Barker (Malone), Marjorie Bennett (encargada de la peluquería), Lloyd Bochner (el Sueño), Tetsu Komai (jardinero), Paulle Clark (Pat), Paul Frees (voz del narrador), Kathleen Mulqueen (cliente)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1964. Duración y datos técnicos: 84 min. – B/N – 1.85:1 – 35 mm.

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William Castle fue un director cuya carrera podría dividirse en tres etapas. La primera abarcaría entre 1943, año de su debut (previo a ello tiene un cortometraje en 1939, así como otro en el mismo 1943), hasta 1951; esta es la etapa más desconocida, y se adentra en el cine criminal y de misterio, donde tiene títulos que merecen cierto interés, como alguna aportación del ciclo «The Whistle». La segunda etapa empezaría en 1951 y acabaría en 1955, donde realizaría una gran cantidad de wésterns, de calidad muy mediana en su mayoría, por no decir mediocre. Tras un ínterin con unas pocas películas variadas y diversos trabajos para televisión comenzó su etapa más famosa, como director de cine de terror —aunque algunas de esas producciones eran más bien de misterio—, iniciada con Macabre (1958) y que alcanza hasta el final de su carrera como realizador, con Shanks (1974). En esa etapa también comienza activamente su faceta como productor, dentro de la cual se inscriben todas sus películas de aquel entonces, más alguna joya como es La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968), de Roman Polanski.

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A tenor por lo visto de él de sus dos últimas etapas, Castle era un realizador desmañado, sin mucha imaginación, que plantaba la cámara delante de los actores y les hacía recitar los diálogos, sin buscarse demasiadas complicaciones. Tal vez por ello, cuando se puso a hacer películas de terror, se buscó un truco adicional para captar al público, sus famosos gimmicks, que consistían en fullerías como ofrecerte un seguro de vida si te morías de miedo, o colgando esqueletos encima de los espectadores.

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The Night Walker (1964) ya no pertenece a la etapa de los gimmicks, sino que se centra más o menos en recurrir a viejas glorias de la pantalla —aquí, Robert Taylor y Barbara Stanwyck— e intentar imitar éxitos ajenos, en concreto el Psicosis (Psycho, 1960) de Alfred Hitchcock —una referencia casi constante en esta etapa— y ¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962), de Robert Aldrich. De la primera se agenció como guionista a Robert Bloch, autor de la novela originaria, que escribió tanto la presente como El caso de Lucy Harbin (Strait-Jacket, 1964) para él; de la segunda contrató a una de sus estrellas, la gran Joan Crawford, que participaría en El caso de Lucy Harbin y Jugando con la muerte (I Saw What You Did, 1965), y a punto estuvo también de trabajar en la que nos ocupa, pero lo dejó por Canción de cuna para un cadáver (Hush… Hush, Sweet Charlotte, 1964) —que luego también abandonó para no tener que coincidir con Bette Davis—.

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Así pues, ajeno a los gimmicks, el plato fuerte de The Night Walker sería, por un lado, la referida comparecencia de dos actores de la talla de Barbara Stanwyck y Robert Taylor, y por otro lado de un guion en teoría sólido, que te mantiene en tensión y no sabes qué va a suceder. En el primero de los aspectos, más o menos, la cosa se mantiene, y resulta grato ver a estas estrellas. Pero en el segundo todo se desmorona, con una trama elemental, obvia y sin gancho. La historia de los sueños recurrentes de Irene y la aparición de su apuesto galán —el elegante Lloyd Bochner, acreditado como «el Sueño»— no resultan demasiado interesantes, y cuando de inmediato sospechas que eso ha de tener relación con una trama turbia no es muy difícil hacer encajar las piezas, ni tampoco sospechar de los pocos personajes concurrentes.

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Y la realización, como se dijo, de Castle, tampoco es un dechado de virtudes: se muestra incapaz de aprovechar elementos escenográficos para producir inquietud, y resulta de un prosaico que provoca el bostezo —su intento constante de emular a Hitchcock no puede sino producir la sonrisa compasiva—. Para mayor inri, la inadecuada música de Vic Mizzy —responsable de la de la serie La familia Addams— semeja más propia para un film de espionaje. Así, en lo que se refiere a Castle, tiene especial delito la escena en la capilla, pese a elementos tan atractivos como la inquietante presencia de las figuras de cera, pero el director abusa de los elementos introduciendo demasiados insertos, eliminando la inquietud por saturación, y resulta infantil su fijación como elemento turbador de una lámpara girando en el techo. De tal manera, en ningún momento se concreta, se palpa, ese mundo onírico y/o sobrenatural, debido a lo prosaico de la puesta en escena. Sí resultan atractivos, en cambio, los efectos de animación que aparecen en la locución inicial, aunque lo discursivo del texto quita también fuerza a la escena.

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En resumen, una floja aportación al ciclo terrorífico de Castle, que pese a sus errores tuvo una contribución atractiva con la previa El caso de Lucy Harbin. Tras esta, pese a ello, la cosa fue a peor.

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Anecdotario

  • Título en México: Amor entre nubes [sic]. Título en Argentina y Venezuela: Amor entre sombras.
  • Título alternativo: The Dream Killer.
  • Última película en cines de Barbara Stanwyck. A partir de ahí solo trabajó para televisión.
  • Barbara Stanwyck y Robert Taylor estuvieron casados en la vida real. Se divorciaron doce años antes de la producción de la película.
  • El papel de Irene fue ofrecido a Joan Crawford, que ya trabajó en el film anterior de Castle, El caso de Lucy Harbin (Strait-Jacket, 1964), y volvería a participar en el siguiente, Jugando con la muerte (I Saw What You Did, 1965), pero este lo rechazó.
  • En los créditos no figura que el guion de Bloch está basado en una historia original de Elizabeth Kata. Esta fue una novelista australiana que también trabajó en Hollywood, siendo este uno de los argumentos que desarrolló para la industria del cine.
  • Estreno en Estados Unidos: 30 de diciembre de 1964 (Los Ángeles); 20 de enero de 1965 (Nueva York, en programa doble con Man in the Dark). En España permaneció inédita.

 

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

CALIFICACIÓN: **

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra