Una mañana, de camino al trabajo, Zac Hobson se encuentra con automóviles abandonados y las calles de la ciudad vacías. Al fin, llega al centro de investigaciones científicas donde trabaja, y en el cual se estaba desarrollando un programa llamado Flashlight. Parece que éste ha fallado, y es la consecuencia de que Zac sea la única persona que queda en el planeta…
Dirección: Geoff Murphy. Producción: Cinepro, Mr. Yellowbeard Productions Limited & Company. Productores: Sam Pillsbury, Don Reynolds. Guion: Bill Baer, Bruno Lawrence, Sam Pillsbury, según la novela de Craig Harrison. Fotografía: James Bartle. Música: John Charles. Montaje: Michael Horton. Diseño de producción: Josephine Ford. FX: Ken Durey (supervisor). Intérpretes: Bruno Lawrence (Zac Hobson), Alison Routledge (Joanne), Pete Smith (Api), Anzac Wallace (compañero de Api), Norman Fletcher (Perrin), Tom Hyde (científico). Nacionalidad y año: Nueva Zelanda 1985. Duración y datos técnicos: 91 min. color 1.85:1.
Aunque hoy en día sorprenda, en tiempos Geoff Murphy fue un director de valía. Su gran éxito vino precisamente con la presente película (véase en el anecdotario la gran cantidad de premios con que fue galardonada en su Nueva Zelanda natal) y al poco saltaba el charco a Estados Unidos. Su carrera en ese país ha sido más bien mediocre, y en los últimos años ha regresado a su país.
Basada en la novela homónima de Craig Harrison (autor, para variar, desconocido en España) se centra en una idea diríase tópica del género de ciencia ficción como es la del único ser humano vagando por una ciudad (una Tierra) desierta de otros pobladores. El concepto puede que naciese en la interesante novela La nube purpúrea / La nube púrpura (The Purple Cloud, 1901), de M. P. Shiel, y después se ha repetido sin parar, tanto en literatura como en cine. Aquí tenemos un ignoto experimento científico que trastorna la materia atómica a tal nivel que hace que la realidad se altere.
En la muy similar The World, the Flesh and the Devil (1959) –inclusive en el ámbito racial, que aquí se toca ligeramente– no aparecían cadáveres por las calles. En aquélla, esa “licencia” parecía usarse con fines metafóricos para acrecentar el sentimiento de soledad de los personajes protagonistas. Aquí, es un efecto real del fenómeno que acontece, pero podría decirse que, más que un fenómeno físico, es más bien metafísico, jugando con el concepto de vida y muerte. Así, puede que los protagonistas, que sufrieron el incidente en el mismo momento de su deceso, en realidad están muertos, y lo que están viviendo sea una especie de más allá. El final es una vuelta de tuerca más a esa cautivante idea.
En un inicio tenemos al protagonista, vagando solitario y viviendo la experiencia de diversas maneras: con resignación, furia, temor, humor, locura… Pasadas esas fases, la aceptación llega gracias a la comparecencia, primero, de una guapa muchacha, y después de un aborigen maorí. Zac Hobson es un científico involucrado en el experimento que ha provocado todo (realizado en coalición con los norteamericanos, que han ocultado datos y son, tal vez, los culpables del fenómeno), así pues intentará revertir de algún modo los efectos, que provocan que toda la humanidad haya desaparecido, literalmente, salvo los tres personajes que conoceremos, Zac, Joanne y Api.
Película de escaso presupuesto (un millón de dólares), se puede considerar un film de ciencia ficción minimalista, donde las relaciones prevalecen, si bien en los instantes finales se busca (se consigue) otorgar algo de emoción física. Una muy atractiva, y distinta, muestra del género.
Anécdotas
- En el Fantafestival de 1986 fue premiada en las categorías de mejor dirección y mejor actor. En los New Zealand Film and TV Awards fue premiada en las categorías de película, director, guion adaptado, fotografía, montaje, diseño de producción, actor protagonista y actor secundario.
- Primer ayudante de dirección: Lee Tamahori.
- Durante los créditos finales hay una secuencia más.
- Primera película neozelandesa de ciencia ficción.
- The Quiet Earth se basa en realidad en la experiencia de un turista estadounidense en Nueva Zelanda en los años setenta. Los neozelandeses siempre se toman los fines de semana libres y duermen hasta tarde. El turista llegó al centro de Auckland un domingo por la mañana y lo encontró completamente desierto. Más tarde dijo que se sentía como el último hombre de la Tierra.
- Acreditada en algunas fuentes con el título español de El único superviviente.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ****
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra