Don Miguel descubre en sus tierras a una muchacha, Marta, que está siendo acosada por los perros de la finca. La acoge en su lujosa mansión y pronto comienza a obsesionarse con ella, mientras aún está torturado por la desaparición de su esposa y la muerte de su madre.
Dirección: José Antonio Nieves Conde. Producción: Atlántida Films, Cinemar. Productor: José Frade. Guion: Ricardo López Aranda, Juan José Alonso Millán, Tito Carpi, José Antonio Nieves Conde, basado en la obra teatral Estado civil: Marta de J. J. Alonso Millán. Fotografía: Ennio Guarnieri. Música: Piero Piccioni. Montaje: Maruja Soriano. Decorados: Román Calatayud. Intérpretes: Marisa Mell (Marta / Pilar), Stephen Boyd (Don Miguel), Jesús Puente (Don Carlos), Nélida Quiroga (Doña Clara), George Rigaud (Arturo), Isa Miranda (Elena), Howard Ross (Luis). Nacionalidad y año: España, Italia 1971. Duración y datos técnicos: 96 min. Color 2.35:1.
Sin lugar a dudas, José Antonio Nieves Conde es uno de los directores fundamentales de la historia del cine español. No ya solo porque cuente en su haber con uno de los títulos de gloria de nuestra filmografía, la maravillosa Surcos (1951), sino porque su carrera en su integridad es una muestra de buen hacer y solidez profesional, donde destacan títulos de la calidad de Angustia (1947), Balarrasa (1951), Los peces rojos (1955) ―joya del noir hispano que casi incursiona en los terrenos del fantastique―, Todos somos necesarios (1956), El inquilino (1958)… En todo caso, todavía está a la espera una revalorización total (aún con la Espiga de Oro que le fue otorgada por la Seminci de Valladolid en 1995, once años antes de su muerte).
En la década de los sesenta su cine se adocena un tanto, mas no pierde el interés. Es entonces cuando dirige la fantástica El sonido de la muerte / Sound of Horror (1966), un filme muy inteligente que sabe sacar partido a su raquítico presupuesto. Y, ya en los setenta, se hace cargo de un curioso díptico —coincidente con su etapa a las órdenes de José Frade, junto al que desarrollaría la parte final de su trayectoria, perteneciente, en teoría, al cine de consumo— de títulos determinados por participar en el guion el entonces popular autor teatral Juan José Alonso Millán, y ambos en coproducción con Italia: Historia de una traición / Nel buio del terrore (1971) y la presente. Ambas, además, están protagonizadas por la curiosa pareja compuesta por la austriaca Marisa Mell y el irlandés Stephen Boyd, y basculan entre el género de intriga, el suspense y el terror, siendo Marta la que más cerca está de este último. Respecto a Historia de una traición, se trata simplemente de un thriller efectivo.
Marta, por su parte, procede de una obra teatral de Alonso Millán, Estado civil: Marta, estrenada en el Teatro Club de Madrid el 24 de enero de 1969, con protagonismo de Ismael Merlo (quien también dirigió la representación) y Vicky Lagos. No conozco la obra de teatro, pero sospecho que todo ese tono mortuorio y los ecos hitchcockianos que posee el filme proceden de la labor en el libreto por parte de Nieves Conde, cinéfilo reconocido, cuyos comienzos en este mundillo le sitúan trabajando de crítico en el diario Pueblo tras la Guerra Civil.
La trama nos presenta a un individuo de buena posición (Don Miguel: un torturado Stephen Boyd), que se encuentra totalmente solo en su finca dado que la servidumbre (un matrimonio mayor) ha tenido que ausentarse debido al accidente de un hijo. Una mañana se encuentra que en sus tierras se ha internado una muchacha (Marta: una fascinante Marisa Mell), que está acosada por los perros de la finca —un tanto como el retablo de “El infierno de los amantes” (1483) de Botticelli, según El Decamerón de Bocaccio—. La joven dice haber escapado de una casa cercana donde se ha producido un asesinato, y él, sin plantearse ni plantearle pregunta alguna, la acoge en su casa. Esa inverosimilitud es coherente con el tono de la película, pues la interna en una atmósfera onírica que no abandona el metraje en su totalidad. Dentro de ese entorno enfermizo, averiguamos que la esposa de Miguel lo abandonó, y aún sigue atormentado tanto por la ausencia de esta como por la muerte de su madre.
Como se ha dicho, Marta tiene ecos hitchcockianos, siendo una especie de mezcla entre Rebeca (Rebecca, 1940) —la mansión donde el “fantasma” de la anterior inquilina aún despierta ecos—, Psicosis (Psycho, 1960) —la madre muerta, de alguna manera, aún sigue controlando al protagonista— y De entre los muertos / Vértigo (Vertigo, 1958) —la ausencia de la amada muerta, a la que, incluso, en un momento determinado, el amante hará que la nueva presencia femenina se haga pasar por ella—.
Con ese planteamiento, la película transcurre casi en su totalidad en el semidesierto caserón donde ambos personajes dirimen sus pasiones de un modo enfermizo, tortuoso, cada uno de ellos yendo en busca de un objetivo oculto. Una atmósfera de necrofilia latente aletea a lo largo de todo el metraje, y otros “pecados” también se dan en él; así, en un momento dado, se insinuará algún tipo de incesto entre madre e hijo: él está a punto de confesárselo a Marta cuando están en lo alto de un campanario —nuevo guiño a Vértigo—, pero en ese instante las campanas comenzarán a batir, como si de ese modo intentaran impedir que esas palabras prohibidas fuesen pronunciadas.
Marisa Mell, diríase, interpreta a cuatro personajes distintos: el de la esposa muerta, Pilar; el de la recién llegada, Marta; el de Marta haciéndose pasar por Pilar; y el de Verónica, la verdadera identidad de la mujer. La actriz austríaca, sin duda, fue una intérprete fascinante y magnética, pero también es cierto que carecía de los suficientes registros para otorgar diferentes matices a toda esta gama de elementos. De todos modos, su aire un tanto perdido es muy útil para brindar el aura enigmática que precisa su cometido.
Stephen Boyd representa a un personaje que se diría es casi virgen, y los cuarenta años que tenía cuando rodó la película aparentan ser muchos más, con lo cual el aspecto avejentado ayuda a aportar un matiz tortuoso a un personaje obsesionado con una cierta impotencia sexual —aquí también tenemos ecos de La condesa descalza (The Barefoot Contessa, Joseph L. Mankiewicz, 1954)—. El coprotagonista de Ben-Hur (Ben-Hur, William Wyler, 1959), pese a su mala suerte (rubricada por su muerte a los cuarenta y cinco años víctima de un ataque al corazón), fue un actor mucho más versátil de lo que se le calificó, y aquí aporta el matiz atormentado que su personaje requiere.
José Antonio Nieves Conde hace lo que puede para otorgar de coherencia a una trama tan morbosa que la censura, desde luego, castró hasta niveles alarmantes. Sea dicho con toda claridad: la versión española de esta coproducción es difícil de seguir por los cortes perpetrados por los santos inquisidores, habiendo instantes en los cuales parece comenzar una escena que acaba de forma brusca a los cuatro segundos. Por supuesto, las constantes secuencias de cama también sufren abruptos saltos.
Pese a todos estos inconvenientes, el resultado se sigue con fascinación, sin duda por la habilidad del director de El diablo también llora (1965) para la puesta en escena, la coreografía gestual y corporal que los personajes parecen bailar en ese entorno dañino y retorcido, las lecturas subyacentes que se perciben, las insinuaciones constantes que aletean sobre las relaciones. Por supuesto que, si el lector domina un tanto el italiano, y tiene la difícil opción de acceder a la versión en ese idioma, percibirá matices ausentes en nuestra castrata edizione.
Anécdotas
- En 1971 el Sindicato Nacional del Espectáculo situó la presente en el puesto número 4 en la categoría de mejor película.
- El rodaje tuvo lugar en El Paular, Torrelodones y Viñuelas, localidades de la provincia de Madrid.
- El título italiano, traducido, significa «…Después de eso, mata al macho y lo devora».
- Estrenada en España el 11 de abril de 1971, y en Italia el 19 de agosto de 1971.
Bibliografía
Estado civil, Marta: obra en dos actos; por Juan José Alonso Millán. Madrid: Escelicer, 1969. Colección: Teatro; nº 626.
Carlos Díaz Maroto