Nada más regresar de recibir el premio Nobel de la paz, Jeremy Spensser, un genio humanitario, fallece en un accidente. Su padre, que es neurocirujano, le extrae el cerebro y lo mantiene con vida, y su hermano, que es experto en mecánica, le construirá un cuerpo en el cual «vivirá», el Coloso de Nueva York.
Dirección: Eugène Lourié. Producción: Paramount Pictures. Productor: William Alland. Guion: Thelma Schnee, según una historia de Willis Goldbeck. Fotografía: John F. Warren. Música: Van Cleave. Montaje: Floyd Knudtson. Dirección artística: John B. Goodman, Hal Pereira. FX: Farciot Edouart (procesos fotográficos, John P. Fulton (efectos fotográficos especiales), Charles Gemora, Ralph Jester (diseño del traje del Coloso). Intérpretes: John Baragrey (Dr. Henry Spensser), Mala Powers (Anne Spensser), Otto Kruger (Dr. William Spensser), Robert Hutton (Dr. John Robert Carrington), Ross Martin (Dr. Jeremy ‘Jerry’ Spensser / voz del Coloso), Charles Herbert (Billy Spensser), Ed Wolff (el Coloso), Roy Engel (inspector de policía), Dick Nelson (Charles, chófer y mayordomo), George Douglas, Sam Harris, Larry Kerr, Harold Miller, Foster H. Phinney, Jack Richardson, Court Shepard, Charles Sherlock, Bert Stevens, Max Trumpower… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1958. Duración y datos técnicos: 70 min. – B/N – 1.66:1 – 35 mm.
William Alland (1916-1997) fue colaborador del gran Orson Welles y actor en sus inicios, hasta que se focalizó en el campo de la producción. Entró a trabajar en esa especialidad en la Universal, y aparte de muchos wésterns también se ocupó de la unidad de ciencia ficción de la compañía, para la cual aportó joyas como La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, Jack Arnold, 1954), This Island Earth [tv/dvd: Regreso a la Tierra, Joseph M. Newman, J. Arnold, 1955] o Tarantula [dvd/tv: Tarántula, J. Arnold, 1955], entre otras. Sin embargo, tras la comedia Escala en Tokio (The Lady Takes a Flyer, J. Arnold, 1958) abandonó la casa y pasó a participar en la Paramount, donde, en un amplio espectro fílmico, se encargó de dos cintas de ciencia ficción, The Space Children [dvd: Hijos del espacio, J. Arnold, 1958] y la presente.
The Colossus of New York [dvd/tv: El Coloso de Nueva York, 1958] es, desde luego, toda una rareza dentro de la nutrida ciencia ficción de los cincuenta, y ha tardado bastante en ser descubierta y valorada. En su día pasó sin pena ni gloria, y en su autobiografía, el director Eugène Lourié apenas le dedica atención. El argumento proviene de una idea de Willis Goldbeck, autor de muchas aventuras cinematográficas del doctor Kildare, pero que también participó en obras maestras como La parada de los monstruos (Freaks, Tod Browning, 1932) o El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, John Ford, 1962). Y el libreto proviene de Thelma Schnee, que es el nombre de soltera de Thelma Moss, quien más tarde se convertiría en una famosa parapsicóloga. Como guionista participó solo en tres producciones de televisión —una de ellas la serie Misterios de la ciencia (Science Fiction Theatre, 1955-1957)— y dos películas, esta y el policial El detective (Father Brown, Robert Hamer, 1954). En su faceta «paranormal» es famosa por sus trabajos con la fotografía Kirlian, y también estudió cuestiones como los fantasmas o la levitación.
El Coloso de Nueva York diríase que es una intriga familiar en clave de ciencia ficción. Con un reparto muy reducido, tenemos al genio doctor Jerry Spensser (Ross Martin, futuro intérprete en la serie Jim West). La mansión que habita (muy propia de una película de terror) la comparte con su esposa Anne, su hijo Billy, su hermano Henry y su padre William. Jerry es un genio que, por sus innovaciones, ha sido premiado con el Nobel de la paz, aunque es escéptico que en el mundo en que viven haya verdadera paz. Cuando regresa de recibir el galardón, un camión trunca su existencia, pero su padre, que es neurocirujano, se hace cargo del cuerpo.
Tiempo después, Henry es llamado por William y este le muestra el cerebro de su hermano, vivo en un recipiente. Este elemento hace recordar la novela El cerebro de Donovan (Donovan’s Brain, 1942) de Curt Siodmak, y sus distintas versiones cinematográficas. Ahora, William quiere que Henry, con los conocimientos de mecánica que tiene, construya un cuerpo que pueda alojar ese cerebro. Así lo hace, y Jerry vuelve a existir, aunque en cierta manera ya no viva. Carece de un cuerpo con el cual sentir y, de ese modo, ¿puede experimentar emociones?
Jerry, como suele decirse, era el ojito derecho de su padre, algo que Henry siempre ha envidiado. De hecho, pese a que Henry no sea un científico mediocre, siempre se ha sentido, no obstante, un segundón. Ahora, tras la muerte de su hermano, es consciente de las carencias que sufre, y sin ese reto presente, intenta recuperar el amor de su padre, pero también que su cuñada y su sobrino sean algo más que eso. Así, accede al requerimiento de William de que construya un «cuerpo» para su hermano, para ver si así su padre lo acepta de una vez por todas, aunque piense que lo que está haciendo sea una herejía. También comienza a cortejar a Anne y a comportarse como un padre con Billy.
Surge ahí un dilema moral, donde el neurocirujano expone que el verdadero valor de un ser humano está en su cerebro, mientras que un colega, el doctor John Robert Carrington, refiere que este se halla en verdad en el alma. Ahora, cuando Jerry es solamente un cerebro con una envoltura aparatosa, su conciencia comienza a cambiar. El film, en ese aspecto, plantea un moraleja conservadora, donde la ciencia no puede suplir a la religión, el cerebro al espíritu y, perdido este, se pierde también la humanidad.
Todo ello se expone con unos modos estéticos de lo más llamativos. Ya se ha referido que la mansión que habitan los científicos semeja propia de una cinta de terror, y casi podría valer para un film de Drácula. El «cuerpo» que Henry construye a su hermano es un mostrenco enorme, con unos rasgos faciales terroríficos, una constitución voluminosa cubierta por unas vestimentas amplias y ostentosas. El director, Eugène Lourié, fue director artístico y diseñador de producción, y con esos conocimientos como base potencia ese aspecto del film, brindándole una grandeza visual apabullante. En el cargo de realizador cinematográfico solo hizo cuatro películas, El monstruo de tiempos remotos (The Beast from 20,000 Fathoms, 1953), la presente, Behemoth the Sea Monster / The Giant Behemoth [tv/dvd: El monstruo submarino, 1959] y Gorgo (Gorgo, 1961), es decir, todas ellas películas de efectos especiales y monstruos, si bien El coloso de Nueva York se diferencia del resto en que aquí el monstruo es humano, y la motivación de su maldad es debida a cuestiones emocionales.
Son esas emociones referidas las que mueven en todos los aspectos a los personajes del film, inclusive el niño[1], que tendrá una importancia crucial en la historia, puesto que desde el inicio percibimos una relación especial entre padre e hijo. Pero más allá de los referentes argumentales, Lourié, de modo sorprendente, trabaja el aspecto estético del film, y hay un momento grandioso, cuando el Coloso se aproxima a su padre creador (nunca mejor dicho) surgiendo de las sombras. Amén de ello, la criatura desarrolla poderes inéditos, como una percepción extrasensorial, y una capacidad de emitir rayos por los ojos, que confiere a la cinta un tono pulp de lo más agradecido, y dispensa un clímax que al fin es rubricado por una resolución sencilla y tan atípica como resulta toda la película en sí.
Anecdotario
- El disfraz del Coloso medía dos metros y medio, pesaba 45 kilos y estaba hecho de arpillera, plástico, goma y alambre fino de gallinero. En su interior había baterías, cables, tanques de aire y tubos de oxígeno. El especialista Ed Wolff (que medía 1,80 metros) tardaba cuarenta minutos en ponerse y quitarse el traje, por lo que se construyó un bastidor especial donde podía descansar mientras seguía disfrazado entre toma y toma.
- Hubo que volver a rodar la secuencia del funeral porque el actor Ross Martin, que iba en el ataúd, se quedó dormido y sus ronquidos ahogaron los diálogos grabados.
- Estrenada originalmente en programa doble con The Space Children [dvd: Hijos del espacio, Jack Arnold, 1958].
- Estrenada en Estados Unidos el 19 de noviembre de 1958. En España permaneció inédita hasta su edición en DVD por parte de Absolute Distribution en su colección L’Atelier XIII.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: ***½
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] Interpretado por Charles Herbert, a quien podemos recordar como el hijo del protagonista en La mosca (The Fly, Kurt Neumann, 1958).