Un científico, forzado por el ejército a experimentar con radiación nuclear para desarrollar nuevo armamento, muere en una explosión. Después de su entierro se aparece a un colega suyo. Está poseído por una entidad extraterrestre, que conmina a la Humanidad a rendirse ante una inminente invasión. Si no, harán alzarse a los muertos de las tumbas para que ataquen a los vivos.

Dirección: Edward L. Cahn. Producción: Premium Pictures Inc. para United Artists. Productor: Robert E. Kent. Guion: Samuel Newman. Fotografía: Maury Gertsman. Música: Paul Dunlap. Montaje: Grant Whytock. Dirección artística: William Glasgow. FX: Phillip Scheer (maquillaje), Roger George (efectos especiales). Intérpretes: John Agar (comandante Bruce Jay), Jean Byron (Phyllis Penner), Philip Tonge (Dr. Adam Penner), Robert Hutton (Dr. John Lamont), John Carradine (Dr. Karol Noymann / voz de los extraterrestres), Hal Torey (granjero), Paul Langton (teniente general Stone), Eden Hartford (Secretaria del WAAF [Women’s Auxiliary Air Force]), John Dehner (narrador [voz]), George Bruggeman, Dick Cherney, Rudy Germane, Don Kennedy, Jack Kenney, Chuck Niles, Edwin Rochelle, John Roy… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1959. Duración y datos técnicos: 67 min. B/N 1.85:1.

 

Invisible Invaders [dvd/tv: Invasores invisibles, 1959] es un típico representante del cine barato de ciencia ficción de la época, producido en esta ocasión por Robert E. Kent, quien había tocado un poco todos los géneros, en busca del éxito fácil. Su última película fue The Christine Jorgensen Story [tv: La historia de Christine Jorgensen, Irving Rapper, 1970], sobre una operación de reasignación de género que se efectuó en la Dinamarca de los años cincuenta.

El punto de partida es una invasión invisible, nada menos. La que parece una idea curiosa proviene de la exigencia por parte de Kent de que no se viera a los extraterrestres, para ahorrar presupuesto. A partir de ahí, el guionista Samuel Newman desarrolló toda la trama centrándose en ese concepto, y buscando solucionar el problema que ello representaba para los personajes. Durante un tiempo, Newman fue un especialista en escribir historias ambientadas en la jungla. Dentro del fantástico, solo escribió la presente además de la muy loca The Giant Claw [dvd/tv: La garra gigante, Fred F. Sears, 1957][1]. Aquí, las limitaciones impuestas la verdad que le hacen resultar ingenioso y, dentro de las convenciones del género en la época, desarrolla una historia que mantiene el interés en todo momento, y en la parte centrada en los cuatro protagonistas enclaustrados en el búnker en busca de solucionar el problema que representan los alienígenas, posee bastante potencia.

Claro que este elemento, el encerrar a los personajes en un lugar delimitado, también ayuda a simplificar el film en muchos aspectos y economizar en costes de producción. De hecho, el ahorro intensivo parece que es el único referente en la elaboración. La invasión viene representada por una serie de sabotajes que cometen los alienígenas a lo largo del mundo, constituidos por imágenes de archivo de diversas catástrofes[2]. Aparte de ello, los extraterrestres invaden los cuerpos de los fallecidos y los reaniman, con el fin de atacar a los humanos y cometer las referidas tropelías. Al principio, muere John Carradine y lo usan para comunicar su ultimátum a la Tierra; cuando la humanidad no hace caso de su requerimiento, usarán los muertos vivos para esas acciones referidas. Veremos también unos cuantos zombis vagar por los campos (hay un plano de un puñado descendiendo por una colina que se repite hasta tres veces). Resulta curiosa la iconografía de estos resucitados. Aparte del hecho de vestir impecablemente de traje (sus familiares los enterraron con sus mejores galas), caminan de forma rígida y tienen el rostro de un blanco cadavérico con unas enormes ojeras resaltando. Juraría que George A. Romero vio esta película, y le sirvió acaso de influencia inconsciente en La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968).

El cine de ciencia ficción de los cincuenta fue terreno abonado para la serie B. En aquel entonces era un género muy mal visto, y pocas producciones de serie A aparecieron por esas fechas; de las pocas que lo hicieron, tenemos las excelentes Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, Robert Wise, 1951) y La hora final (On the Beach, Stanley Kramer, 1959). Las buenas películas del género se recluyen en su mayoría dentro de la serie B, y luego tenemos producciones ultrabaratas que discurren entre la serie C y la Z. Puede decirse que el cine de Edward L. Cahn entra dentro de esa categoría, pero también que sus películas son de las más decorosas dentro de ella. Muy mal valorado ―se llegó a hacer incluso un chiste con su nombre, rebautizándole Edward L. Can’t («no puede»)―, sin embargo su obra ofrece un nivel de decencia muy acusado y, dentro de lo paupérrimo de los presupuestos que maneja, los solventaba con notoria eficacia.

Aquí aporta tensión, emoción y un poquito de reflexión en una peliculita que supera en poco la hora de duración. Los actores son solventes, dentro de los que manejaba el género en aquellos tiempos, y para estar confeccionada a base de retales funciona bastante bien. Otro tema es el hecho de que el científico del film, el doctor Adam Penner, interpretado por Philip Tonge, tras la muerte de su colega y amigo, el profesor Karol Noymann, refiera al ejército que abandona su puesto dentro de la investigación, y que se retira para trabajar en pos de la paz en lugar de la guerra. Todo el mundo se lo echa en cara, tanto el militar a cargo como otro colega, el doctor John Lamont (que más adelante se mostrará como un cobarde), e incluso su hija. A lo largo del metraje se le presionará para cambiar de idea, y la moraleja final de la cinta resulta bastante belicosa, y el científico descubrirá que hay que mancharse las manos de sangre.

 

Anecdotario

  • Título en Chile y México: Invasores invisibles.
  • El rodaje de exteriores tuvo lugar en el socorrido Bronson Canyon, Los Ángeles, California, y los interiores en el Paramount Sunset Lot, Los Ángeles, California.
  • La producción de Invisible Invaders comenzó en diciembre de 1958.

  • El crítico de cine Bill Warren la calificó de «peliculita barata», señalando que «es imposible que el rodaje durara más de dos semanas (probablemente una)» y que el film da «todas las muestras de haber sido hecho con mucha prisa».
  • El nombre del personaje Dr. Karol Noyman (interpretado por John Carradine) fue reciclado por el guionista Samuel Newman a partir de un personaje totalmente distinto de su película The Giant Claw [dvd/tv: La garra gigante, Fred F. Sears, 1957] (interpretado allí por Edgar Barrier).
  • El efecto de sonido con el jadeo de los extraterrestres está replicado del de It! The Terror from Beyond Space [dvd: El terror del más allá, 1958], también de Cahn. El borrón desenfocado que representa a los invasores se supone que es el traje del alienígena de esta película, también.
  • El accidente aéreo es una imagen de archivo de experimentos de control remoto realizados por la Fuerza Aérea. Se puede distinguir una X dibujada en la ladera de la montaña.
  • Las imágenes del coche estrellándose contra una subestación eléctrica son recicladas del final del policial con Robert Mitchum Camino de odio (Thunder Road, Arthur Ripley, 1958).
  • La música de Paul Dunlap se reutilizó en The Angry Red Planet [dvd/tv: La furia del planeta rojo, Ib Melchior, 1959], salvo los títulos de crédito, que se compusieron ex profeso. Y también fue replicada de nuevo en The Three Stooges in Orbit (Edward Bernds) en 1962 y en Destination Inner Space [vd: Destino espacio interior, Francis D. Lyon] en 1966.

  • United Artists estrenó esta película en un programa doble con The Four Skulls of Jonathan Drake (1959). Ambas fueron dirigidas por Edward L. Cahn y, a pesar de que en cada una de ellas figuraba una productora diferente, Premium Pictures y Vogue Pictures, en realidad las dos fueron producidas por la misma empresa.
  • Estrenada en Estados Unidos el 15 de mayo de 1959. En España permaneció inédita hasta su edición en DVD dentro de la colección L’Atelier XIII, de Absolute Distribution, y después se ha emitido por televisión.

 

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)

 

CALIFICACIÓN: **½

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

 

[1] También podríamos añadir, en un tono distinto, The Wizard of Baghdad (1960), de George Sherman.

[2] Algunas de ellas, repicadas de diferentes películas. Véase al respecto el anecdotario.