En un futuro incierto, la violencia está cada vez más desatada. Un grupo de jóvenes asalta a las personas para satisfacer sus bajos instintos. Y un asesino en serie apuñala a muchachos. En ese entorno conocemos a Ana, una enfermera, y a David, miembro de ese grupo de violentos.
Dirección: Eloy de la Iglesia. Producción: José Frade Producciones Cinematográficas S.A. Productor: José Frade. Guion: Eloy de la Iglesia, José Luis Garci, Antonio Fos, Antonio Artero, George Lebourg. Fotografía: Francisco Fraile. Música: Georges Garvarentz. Montaje: José Luis Matesanz. Diseño de producción: Eduardo Torre de la Fuente. FX: Pablo Pérez (efectos especiales). Intérpretes: Sue Lyon (Ana Vernia), Christopher Mitchum [acreditado como Chris Mitchum] (David), Jean Sorel (Víctor Sender), Ramón Pons (Tony), Charly Bravo (Bruno), Alfredo Alba (Román Mendoza), Antonio del Real (Mik), Domingo Codesido Ascanio [acreditado como David Carpenter] (Phil), Ramón Fernández Tejela [acreditado como Ramón Tejela] (Nicola), Fernando Hilbeck (marido), Eduardo Calvo (rehabilitado 2), Fernando Sánchez Polack (rehabilitado 1), Paul Pavel (rehabilitado 3), Manuel Guitián (señor Frans, anciano en hospital), Jean Degrave [acreditado como Jean Degrass] (director del hospital), David Areu, María Moreno, Javier de Campos, Antonio Puga, Saturno Cerra, César Godoy, Antonio Gutti, Manuel Barrios, Fernando E. Romero, Sofía Casares. Fabián Conde. Luis Gaspar. Montserrat Julió. Ángel Blanco, Agustín Bescos, Antonio Orengo… Nacionalidad y año: España, Francia 1973. Duración y datos técnicos: 98 min. – Technicolor – 2.35:1 – Techniscope – 35 mm.
Una gota de sangre para morir amando / Le bal du vaudou (1973) es ya la séptima película de Eloy de la Iglesia, después de debutar con la cinta infantil Fantasía… 3 (1966) y, entre otras, contribuir con la «trilogía sórdida» formada por El techo de cristal (1971), La semana del asesino (1972) y Nadie oyó gritar (1973). Podría decirse que la presente, por lo demás, supusiera un punto de arranque para su posterior filmografía, eliminando los elementos futuristas y de giallo, y dejando solo el entorno social, la violencia y las pandillas juveniles.
Se ha hablado insistentemente de cómo Una gota de sangre para morir amando fusila el planteamiento de La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971)[1]. Hace una alusión directa al film de Stanley Kubrick cuando en una televisión anuncian su proyección, y una banda de delincuentes que disfruta con la violencia, y que al inicio incluso asaltan una casa muy parecida a la que compartían en el film británico Patrick Magee y Adrienne Corri, aunque aquí también hay un niño de por medio. Y, de igual modo, se introduce el sistema de terapia de reconducción psicológica de los delincuentes, la llamada Técnica Ludovico, procedente de la novela de Anthony Burgess que dio origen al film de Kubrick. De forma harto curiosa, este enfoque, ambientado en un mundo futurista más ostentoso que en su fuente de inspiración, se mezcla con el de los gialli que en ese momento triunfaban procedentes de Italia.
Redundando en el tema futurista, añadamos que en ese mundo parece existir cierta moda vintage: en un momento dado, en una sala de subastas se ofrece una reproducción ampliada de una viñeta del cómic de Alex Raymond Flash Gordon, y todos pujan por ella como si fuera una rareza. Eso facilita que, junto a elementos fantacientíficos, como los videófonos que exteriorizan auriculares iguales a los de los teléfonos de los setenta, o la casa del matrimonio asaltado, aparezcan rudimentos arcaicos (sin duda para ahorrar en ambientación), así coches por las calles contemporáneos al rodaje, como seiscientos, o la alusión a las «motos antiguas» a modo de vehículos que atraen a la juventud del momento. A destacar también que en la subasta no queda claro qué tipo de moneda se usa, y que se intenta aparentar que la acción tiene lugar en un país indeterminado ―¿imposición de la censura?―, con nombres que podrían valer para diversos países, aunque el rodaje en Madrid quede claro, como los planos en el Parque de Atracciones, con rótulos en español.
La acción se divide en distintos frentes: por un lado, tenemos a una pandilla de cuatro jóvenes violentos, uno de los cuales, David (Mitchum), se siente incómodo en el grupo y se irá apartando de él, aunque no será porque precisamente sea una bondad de persona; otra subtrama la tenemos en el doctor Sender, que está desarrollando una terapia de reconversión de delincuentes, por medio de métodos agresivos, para eliminar la violencia en estos; otra más sería la de la enfermera Ana, que sale con el doctor, pero que en secreto seduce muchachos para después del coito asesinarlos por medio de un objeto punzante ―elemento que parece un precedente de Instinto básico (Basic Instinct, 1992), de Paul Verhoeven―, en este caso un bisturí. Y tendríamos otro más, como es el subrayado de esa sociedad, en gran parte gracias a lo que vemos en televisión, ya sea a través de los telediarios o mediante unos anuncios irónicos que semejan también un precedente de otras películas de Verhoeven como son RoboCop (RoboCop, 1987) y Starship Troopers: Las brigadas del espacio (Starship Troopers, 1997).
En vista de lo referido con anterioridad, podemos comprobar que ningún personaje importante en la película es retratado de forma en exceso positiva: David es un violento, sin duda (destroza la casa de los asaltados de forma gratuita, tal vez porque le dejan solo mientras los demás abusan de la mujer y del hombre), y luego chantajea a Ana; Ana, precisamente, es una psicópata asesina, y puede que incluso fuera quien matara a sus padres, elemento este que es tratado muy por encima; y Sender es un fascista que emplea con los delincuentes la misma violencia que les intenta arrebatar. Inclusive los medios de comunicación son agresivos e intimidatorios, y la policía elude sus responsabilidades ante los crímenes.
Dentro de todo ello, De la Iglesia aporta un punto de vista crítico con esa sociedad futura que, por supuesto, es un reflejo de la nuestra propia. La deshumanización que impregna ese mundo debe ser sublimada por los personajes por medio de la violencia referida, para sentirse activos. En un momento determinado, un enfermo refiere a Ana que el mundo está habitado por muertos que trabajan y que creen estar vivos. La homosexualidad de su director se ve reflejada en ese local gay que aparece, donde incluso podremos vislumbrar un beso lésbico y una caricia entre dos hombres ―insólito en una película de la época franquista―. Ana liga allí con un muchacho que tiene dudas sobre su sexualidad, y le invitará a probar con ella, para después soltarle un discurso acerca de la aceptación de uno mismo y el derecho a ser como uno sea. También ironiza De la Iglesia con el estereotipo del mariquita amanerado, tan usual en el cine español de la época, interpretado además por el habitual en estas lides Javier de Campos.
Todo ello se ofrece no demasiado bien hilvanado, pero se muestra atractivo en esa mezcla de contrastes, donde inclusive la mixtura de elementos futuristas y contemporáneos ―ese vestuario setentero…― otorgan cierto aire curioso al resultado. La dirección es un tanto desmañada, como es característico en De la Iglesia, si bien brilla positivamente el presupuesto, gracias a la coproducción con Francia, y donde tenemos un reparto internacional de cierto lustre, en especial Sue Lyon ―a la que, en un momento determinado, veremos leyendo la Lolita de Vladimir Nabokov, que tuvo una versión cinematográfica dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada por ella misma―. Y la música, que mezcla temas clásicos (como en el cine de Kubrick, una vez más) y composiciones escritas ex profeso, está mejor montada de lo acostumbrado en una película española.
Escena correspondiente a la copia internacional de la película, y ausente en la versión española
A menudo los diálogos aparecen en exceso literarios, redundantes y pomposos, huella sin duda de la intervención de José Luis Garci en el guion, y las citas cultas quedan demasiado evidentes. Pero el film, dentro de sus muchas imperfecciones, aparece como simpático e interesante, y representa un espécimen sorprendente de ciencia ficción española, un tanto en la onda de Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973), de Richard Fleischer. A veces, una cinta imperfecta puede resultar más satisfactoria que una mejor trabajada pero sin una chispa de originalidad. Y sin embargo, la presente, como hemos visto, tampoco resulta en exceso original, si bien De la Iglesia se las apaña para reconducirla hacia su propio terreno.
Anecdotario
- Títulos anglosajones: Murder in a Blue World / Clockwork Terror / To Love, Perhaps to Die.
- El título en francés significa El baile del vudú [!]. En Italia adoptó el título de I vizi morbosi di una giovane infermiera, esto es, «Los vicios morbosos de una joven enfermera».
- Uno de los títulos ingleses, Murder in a Blue World, esto es, «Asesinato en un mundo azul», alude a una bebida de ese color que se ve anunciada en televisión al inicio de la película, y que la protagonista bebe insistentemente.
- El niño hijo de la familia atacada al inicio es interpretado por Fernando E. Romero, famoso en la época por aparecer en televisión en los anuncios de gaseosa La Casera. Tiene también un papel destacado en La orgía nocturna de los vampiros (1973), de León Klimovsky.
- Voces de doblaje: Javier Dotú (Christopher Mitchum), Manolo García (David Carpenter/varios), José Guardiola (Jean Degrave), Claudio Rodríguez (Jean Sorel), María Luisa Rubio (Sue Lyon), Joaquín Vidriales (Fernando Sánchez Polack).
- Estrenada en España el 22 de agosto de 1973, en Madrid, y el 8 de octubre, en Barcelona. En Francia tuvo lugar el 13 de noviembre de 1974.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: **½
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra
[1] En ciertos círculos se la denominó «La mandarina mecánica», y uno de los títulos anglosajones del film fue Clockwork Terror.