A Gene Roddenberry (1921-1991) le sucedió lo mismo que a Rod Serling. Ambos se dieron cuenta de que la censura se les echaba encima cuando sus guiones para televisión trataban asuntos como la guerra, el racismo y otros temas candentes. También comprobaron que, si en lugar de ambientar ese guion en el estado de Massachussets, lo hacían en la galaxia de Andrómeda, aquellos genios que velaban por lo que podíamos ver o no ni percibían el mensaje. Serling decidió entonces crear Dimensión desconocida (Twilight Zone; 1959-1964), y Roddenberry Star Trek (1966-1969)[1].
Sin embargo, Roddenberry vendió su concepto a la cadena como “un Caravana a las estrellas”. Caravana (Wagon Train; 1957-1965) había sido una afamada serie del oeste que duró ocho temporadas con un total de 284 episodios, y que narraba el éxodo de un sinfín de familias en una caravana prestos a colonizar tierras del Oeste poco después de la Guerra Civil. Por ella pasaron directores de la talla de Robert Florey, John Brahm, Joseph Pevney —también presente después en Star Trek—, Jack Arnold, Tay Garnett o hasta el mismísimo John Ford. Así pues, los conflictos humanos que se daban en ese viaje por las colinas del Oeste se trasladaban a los abismos galácticos. Y así nació Star Trek, serie de ochenta episodios[2] distribuidos en tres temporadas.
Nuestro hombre, de todas maneras, era un gran fan de la ciencia ficción. Su colaboradora D. C. Fontana declaró en una ocasión:
Al principio, cuando empezamos la serie en 1966, Gene Roddenberry quería autores de ciencia ficción. Creía que, si le dábamos a la serie el caché de contar con guionistas de ciencia ficción con experiencia, le daría más credibilidad y el público lo apreciaría. Un público conocedor, por supuesto.
En la primera temporada escribieron, pues, autores como George Clayton Johnson, Robert Bloch, Jerry Sohl, Theodore Sturgeon, Fredric Brown —en el único episodio de las series trek basado en una historia ajena a su universo, “Arena”—, Harlan Ellison —con un episodio, “The City on the Edge of Forever”, ganador del Emmy y otros premios, pese a lo cual Ellison siempre renegó de los cambios que le perpetraron—… Y un tal Richard Matheson.
Richard Matheson
Richard Matheson (1926-2013) fue uno de los grandes escritores y guionistas de género fantástico. Es especialmente conocido por tres excelentes novelas, Soy leyenda (I Am Legend, 1954), El hombre menguante (The Shrinking Man, 1956) y La casa infernal (Hell House, 1971) —y enormemente desconocido por otras muchas, aún inéditas en España—, así como por infinidad de relatos cortos[3]. Saltó al cine como guionista adaptando su propia novela con El increíble hombre menguante (The Incredible Shrinking Man, Jack Arnold, 1957), y desde entonces alternó en el séptimo arte la labor de recreación de su propia obra o la de guionista a partir de textos ajenos (E. A. Poe, Jules Verne, Fritz Leiber, Dennis Wheatley…) o propios. En televisión desarrolló una amplia carrera, escribiendo telefilmes —entre ellos, el famoso El diablo sobre ruedas (Duel, Steven Spielberg, 1971)— o episodios de series, donde debutó con un capítulo para Buckskin (1958-1965) en 1959, una serie del Oeste inédita en España.
En su episodio para Star Trek, titulado “The Enemy Within”[4], plantea el tema de la dualidad humana, una idea que podría rastrearse hasta la novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1886). La obra de Stevenson, entre sus muchas interpretaciones, vendría a aportar el punto de vista de la psicopatología, por medio del tema de la «doble personalidad», evidenciado por la influencia que le ejerció el caso real de Louis Vivet, que sufría un trastorno de identidad disociativo, o lo que en tiempos se denominaba «personalidad múltiple». Nacido en 1863, la madre de Vivet era una prostituta que lo maltrataba, y a los ocho años él comenzó a delinquir, siendo internado en un correccional; más adelante se le diagnosticarían diez personalidades distintas, aunque según estudios recientes se trataría solamente de dos, y las otras las desarrollaría durante el tratamiento mediante hipnosis.
En todo caso, no conviene olvidar que también se trata de una alegoría moral, así como social. Jekyll y Hyde vendría a ser la visión contraria al mito del «buen salvaje» que instauró Jean Jacques Rousseau en su Emilio, o De la educación (Émile, ou De l’éducation, 1762); aquí, por el contrario, el barniz de civilización que el ser humano posee oculta la naturaleza salvaje y egoísta que rige nuestro estado primigenio. En el orden social, Stevenson lanza una mirada a la moral burguesa del momento, la época victoriana, que comprende entre 1837 y 1901 –que es lo que duró la regencia de la reina Victoria–, donde presidía la regla de la etiqueta; en ese entorno, la hipocresía de la alta sociedad constituía las normas que imperaban en aquel entonces. Mr. Hyde vendría, pues, a personificar la liberación de esa doble moral; Jekyll incorporaría el burgués falsario, y Hyde la emancipación de las represiones auto-impuestas por la castidad.
Matheson reubica esos planteamientos en un tratamiento de ciencia ficción, donde la excusa narrativa la presenta la máquina de teletransporte[5]. En Star Trek, la técnica del teletransporte fue introducida por Roddenbery con el fin de ahorrar efectos especiales y eliminar lanzaderas u otro tipo de vehículos para descender a los planetas, o inclusive hacer aterrizar la Enterprise. Así, en este contexto, un fallo en el teletransportador[6] origina que, cuando el capitán Kirk es evacuado de un planeta denominado Alfa 177, la máquina lo escinda en dos entidades separadas[7]. En primer lugar, aparece de un modo que diríase es normal; el capitán abandona la sala, acompañado de Scotty, y segundos después la máquina se pone en marcha de nuevo, por sí sola, y reaparece Kirk, pero de un modo sutilmente distinto: la iluminación en su rostro, así como la interpretación de Shatner, nos desvela su personalidad maligna.
A partir de ahí, la trama expone a ese Kirk malvado, suelto por la nave, mientras se intenta controlar sus acciones, por parte del Kirk benigno y sus compañeros, en particular Spock y McCoy.
Con este planteamiento, sin duda divertido, Matheson traza esa dualidad a la que hacía referencia en el caso de Jekyll y Hyde. Solo que, en este caso, el objeto de crítica no es la moral victoriana, obvio es, sino la propia moralidad humana y, más en concreto, lo que nos hace ser como somos, con nuestros rasgos positivos y negativos. De esta manera, se plantea la tesitura de que, cuando al capitán Kirk se le escinde en dos entidades autónomas, una benigna y otra maligna, a medida que pasa el tiempo ambas formas comienzan a manifestar una debilidad, se ven incapaces de controlar las emociones y comportarse como un ser completo. Es decir, que todos somos la conjunción de nuestras características humanas, inclusive las negativas. Y, en el caso de Kirk, la capacidad de mando, sus rasgos de militar competente, residen en ese lado donde se plantea la brutalidad, la falta de empatía, el egoísmo en suma. Existen frases muy jugosas a lo largo del episodio planteando esta disyuntiva, por parte de Spock, y algo menos por McCoy[8].
Como es lógico, todo ello se presenta de un modo matizado, debido a la censura inherente en la época y el medio. Así, al inicio, se percibe su actitud por medio de un trato grosero concedido al doctor McCoy y al requisarle una botella de brandy sauriano, que irá trasegando con chulería por los pasillos de la Enterprise. Más chocante, sin embargo, resulta la actitud de Kirk hacia su ayudante, Janice Rand[9]. Entre los dos personajes siempre había habido cierta pulsión sexual, pero nunca abordada; aquí, sin embargo, Kirk entra en el camarote de la ayudante e intenta abusar sexualmente de ella, en una escena de una intensidad y dureza insólitas para un producto televisivo. Ello da lugar a un detalle políticamente incorrecto a día de hoy, cuando, al final del episodio, Spock comenta a Rand: «El impostor tenía algunas cualidades interesantes, ¿verdad, ayudante?».
En su autobiografía, Grace Lee Whitney escribió:
No puedo imaginar un comentario más cruel e insensible por parte de un hombre (o vulcano) que pudiera hacerle a una mujer que acaba de ser atacada sexualmente. Pero en aquel entonces, algunos hombres creían de verdad que las mujeres deseaban ser violadas[10].
De todas maneras, la actriz añadió:
Adoro “El propio enemigo” porque me dio la oportunidad de actuar e interactuar realmente con Bill Shatner. ¡Me encanta! Me encanta el concepto entero de él dividiéndose en dos personajes porque en verdad eso sucedía con Kirk y Rand. Había dos partes de Kirk y dos de Rand. Rand estaba al servicio de él, pero también estaba enamorada de él. Pero ella sabía que no debía exceder los límites.[11]
El episodio ofrece una subtrama —de la cual arranca todo— centrada en un planeta que la tripulación de la Enterprise está explorando[12]. Cuando Kirk sube y se detecta el fallo en el teletransporte, se decide anular el resto de subidas, y el equipo científico abajo destinado, a las órdenes del teniente Sulu, queda allí atrapado mientras el frío de la noche llega[13]. Ello sirve para exponer el don de mando de Sulu, demostrando su capacidad para dar aliento a sus hombres y mantenerlos unidos, mientras muestra un seductor sentido del humor. Añadamos, en el campo de la exobiología, la existencia en el planeta de una adorable criatura[14]. En el guion original se definía como un pequeño y dócil animal parecido a un cordero —hubiera sido fascinante haber visto, si se hubiese conservado ese concepto, el momento en el que el cordero se vuelve agresivo—, y más adelante fue descrito como algo similar a un perro, que en la continuidad trek después sería denominado como un Canis Alfa. La criatura fue creada por el equipo de efectos especiales utilizando un perro pequeño, un pekinés, con un adminículo peludo rodeándole la cabeza, y del que asoma un cuerno y dos antenas.
Para que el espectador identificara al Kirk malvado se incorporó un nuevo elemento de vestuario como fue el uniforme verde con ribetes dorados. También se le aplicó una línea de maquillaje rodeando los ojos, con el fin de reforzarle la mirada y, en algunas escenas, se le administró vaselina a la cara. Sobre la interpretación de William Shatner, Richard Matheson[15] refirió:
Creo que Bill Shatner estuvo brillante. Me encanta lo que hizo. Él llevó todo el asunto. Lamenté algo que Roddenberry pusiera tanto énfasis en que la tripulación estaba atrapada en el planeta. (…) Pero me gustó y quedé muy satisfecho con los valores de producción[16].
El director del episodio fue Leo Penn (1921-1998), padre de los actores Sean y Chris Penn, y del compositor Michael Penn. Comenzó como actor, fue miembro del Actors Studio y entró en la lista negra por parte del Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy. Como realizador cinematográfico solo tiene dos películas, A Man Called Adam (1966) y Juicio en Berlín (Judgment in Berlin, 1988), habiendo forjado su carrera sobre todo en televisión, desde que debutara en 1963 con un episodio de 77 Sunset Strip (77 Sunset Strip; 1958-1964). De amplísimo recorrido, dirigió bastantes episodios de determinadas series, así Ben Casey (Ben Casey; 1961-1966), Doctor Kildare (Doctor Kildare; 1961-1966), Alma de acero (Run for Your Life; 1965-1968), Judd, abogado defensor (Judd for the Defense; 1967-1969), Bonanza (Bonanza; 1959-1973), Marcus Welby (Marcus Welby, M.D.; 1969-1976), Barnaby Jones (Barnaby Jones; 1973-1980), Trapper John, M.D. (1979-1986), En el calor de la noche (In the Heat of the Night; 1988-1995) o El abogado Matlock (Matlock; 1986-1995), que supuso su último trabajo. Sin embargo, de algunas míticas series de carácter fantástico solo llegó a rodar un único episodio de cada una de ellas; aparte de Star Trek, Perdidos en el espacio (Lost in Space; 1965-1968), Viaje al fondo del mar (Voyage to the Bottom of the Sea; 1964-1968), The Girl from U.N.C.L.E. (1966-1967), Ghost Story (1972-1973) o La mujer biónica (The Bionic Woman; 1976-1978).
Leo Penn en su etapa de actor
Penn dirige el episodio con el excelente nivel visual de la serie en aquella época, reforzando las interpretaciones por medio de escogidos primeros planos y una iluminación utilizada para crear impresiones atmosféricas, otorgando a la historia un tempo preciso y logrando uno de los mejores episodios de esta mítica serie de televisión.
Star Trek: “El propio enemigo”[17] (Star Trek: “The Enemy Within”)
6 de octubre de 1966 [1.5.5.(5)]
Dirección: Leo Penn. Producción: Desilu Productions, Norway Corporation para Edit National Broadcasting Company, Paramount Home Video. Productor: Gene Roddenberry. Productores asociados: John D. F. Black, Robert H. Justman. Guion: Richard Matheson. Fotografía: Gerald Perry Finnerman. Música: Sol Kaplan; tema central: Alexander Courage. Montaje: Fabien D. Tordjmann. Dirección artística: Rolland M. Brooks, Walter M. Jefferies. FX: James Rugg (efectos especiales), Wah Chang (diseño del tricorder), The Howard Anderson Company (efectos fotográficos). Intérpretes: William Shatner (capitán James T. Kirk), Leonard Nimoy (Mr. Spock), DeForest Kelley (doctor Leonard ‘Bones’ McCoy), Grace Lee Whitney (ayudante Janice Rand), George Takei (teniente Hikaru Sulu), James Doohan (Montgomery Scott), Ed Madden (Fisher), Garland Thompson (Wilson), Jim Goodwin (Farrell), Nichelle Nichols (Nyota Uhura, solo voz), Eddie Paskey (Connors), Don Eitner (doble de William Shatner)… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1966. Duración y datos técnicos: 50 min. Color 1.33:1.
Carlos Díaz Maroto
[1] En España, la serie original fue emitida por TVE con el título de La conquista del espacio, comenzando el martes 7 de enero de 1969 por el UHF a las 22:30. En total se emitieron 65 episodios de los 79 de que consta la serie; los catorce inéditos lo fueron por temas de censura. Se volvieron a dar varios episodios, en total ocho, en el macro-magacine Tarde para todos (después retitulado Todo es posible en domingo o Siempre en domingo), entre el domingo 4 de noviembre de 1973 y el domingo 27 de enero de 1974; fueron emitidos en castellano neutro y, curiosamente, se anunciaba como La conquista del espacio y luego, al comenzar, una voz en off decía Viaje a las estrellas. La siguiente emisión es ya para las televisiones autonómicas a finales de los ochenta, en todas con su título sin traducir, Star Trek.
[2] Incluyo entre ellos “La jaula” (“The Cage” (1964/1965), el piloto rechazado que, sin embargo, indujo a reincidir en el concepto. A esta serie le siguió Star Trek: la serie animada (Star Trek: The Animated Series; 1973-1974), 22 episodios en dos temporadas, aunque algunas fuentes la suelen considerar la cuarta de la clásica, por compartir idénticos protagonistas.
«The Cage», primer capítulo estricto de Star Trek
[3] Los de carácter fantástico están recopilados en dos espléndidos volúmenes en Nacido de hombre y mujer y otros relatos espeluznantes. Cuentos fantásticos /1 y Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes. Cuentos Fantásticos /2; traducción de Pilar Ramírez Tello. Barcelona: Gigamesh, 2014/2016; colección Gigamesh Ficción 53 y 57.
[4] El primer esbozo argumental lo concibió el 4 de abril de 1966, y el primer borrador lo presentó el 25 de abril. Una versión revisada por John D. F. Black data del 6 de junio, y otra considerada como definitiva, por Roddenberry, el 8 de junio, con revisiones adicionales el 11 y el 15 de junio. Se filmó entre el 14 y el 22 de junio, la banda sonora se grabó el 14 de septiembre, y fue emitido el 6 de octubre de 1966.
La mosca
[5] Lugar común en la literatura de ciencia ficción. La palabra fue usada por primera vez por Charles Fort en 1932 como sinónimo de telequinesis, aunque en el contexto que nos ocupa se refiere a la transmisión de materia. Quizás la primera vez que se usó ese concepto fue en el relato “El hombre sin cuerpo” (“The Man without a Body”, 1877), de Edward Page Mitchell —publicado en español en la antología El espectroscopio del alma (2015, Orciny Press)—, pero el ejemplo más famoso, junto a Star Trek, es la película La mosca (The Fly, 1958), de Kurt Neumann, basada en el relato homónimo de George Langelaan publicado el año anterior.
[6] El fallo del teletransportador es origen también de una de las mejores historias de la serie clásica, “Espejo, espejito” (“Mirror, Mirror”) [6/10/1967-2.4.33.(39)], donde, debido a un fallo con el teletransportador, un grupo de la Enterprise va a parar a otro universo, donde la Tierra no pertenece a la Federación, sino que es un imperio que ha conquistado el universo a sangre y fuego.
El universo espejo de Star Trek
[7] En la novela trek Foul Deeds Will Rise (2014), de Greg Cox, vuelve a acontecer esta duplicación, y es definida como «el efecto Alfa». En ella, es otro personaje el que lo sufre, y de forma intencionada, para otorgarse una coartada para diversos crímenes.
[8] El presente episodio había de mostrar a Spock abatiendo al Kirk malvado por medio de un golpe de kárate, pero Leonard Nimoy objetó que no casaba con el carácter pacifista de su especie. En lugar de ello, se inventó lo que luego se conocería como el pinzamiento vulcano. Este recurso se repitió después en el episodio “Horas desesperadas” (“The Naked Time”) [29/9/1966-1.4.4.(07)], pero se emitió antes: 1.4.4.(07) representa que se trata del séptimo episodio en ser rodado, pero el cuarto en ser emitido.
El pinzamiento vulcano persiste hasta hoy día
[9] En los primeros capítulos Kirk tenía a la ayudante Rand sirviéndole de modo habitual. Interpretada por Grace Lee Whitney, su última aparición dentro de la serie original fue en el episodio “El equilibrio del terror” (“Balance of Terror”) [13/13/1966-1.14.14.(09)]. Ninguna explicación se dio a la ausencia del personaje en la serie; a partir de ahí, otras ayudantes aparecerían ocasionalmente, ya sin la preponderancia de Rand, la mayoría como meras extras, sirviendo café o presentando documentos a Kirk. Respecto a la actriz, nada concreto se refirió: hay rumores que apuntan a problemas debido a su afición por la bebida; también se dice que el carácter mujeriego de Kirk no era muy creíble teniendo a una espectacular rubia como su asistente en la nave. Rand volvería en algunas de las películas con el mismo papel (y ascendida) pero en cometidos muy breves, que también efectúa en Star Trek: Voyager, en el episodio “Flashback” (ya comandante) de 1996, y en Star Trek: New Voyages en “World Enough and Time” (2007), amén de la producción semi-aficionada Star Trek: Of Gods and Men (2007), de Tim Russ.
[10] The Longest Trek: My Tour of the Galaxy, por Grace Lee Whitney y Jim Denney, Quill Driver Books, 1998; pág. 95.
[11] Íbid; pág. 159.
[12] Esta subtrama fue agregada por el staff fijo de guionistas, o por el propio Roddenberry, que solía revisar todos los guiones e incorporar cambios a su antojo. A Matheson no le agradó para nada ese añadido.
[13] En esta etapa de la serie aún no se había incorporado a la trama la existencia de lanzaderas en la Enterprise.
[14] Cuando muere, el doctor McCoy exclama: “Está muerto, Jim”. Esta fue la primera de las innumerables veces que Bones pronuncie esa sentencia.
[15] Richard Matheson ya había escrito para William Shatner dos episodios de la serie Dimensión desconocida, “Justo a tiempo” (“Nick of Time”, 1960) y el mítico “Pesadilla a 20.000 pies” (“Nightmare at 20,000 Feet”, 1963).
[16] These Are the Voyages: TOS Season One, por Marc Cushman y Susan Osborn, Jacobs Brown Press, 2013; pág. 159.
[17] Este es el título en castellano que se utilizó para el doblaje realizado para las televisiones autonómicas. No hemos podido localizar el título de la emisión por parte de TVE en 1969; es posible que no se emitiera por cuestión de censura, aunque también hubo varios que se emitieron pero de los que no se ofreció el título en la prensa de la época. En la edición en Blu-ray de 2009 por Paramount, el título de este episodio en el audio en español es dado como El enemigo interior.