En el Barrio Chino de Nueva York diversos orientales aparecen asesinados sosteniendo una enigmática inscripción entre los agarrotados dedos. La policía no logra desentrañar el misterio, y el editor de un periódico enviará al más vivaz de sus reporteros a investigar la noticia; de inmediato el periodista establece contacto con Li See, dueño de un herbolario, quien en realidad oculta la personalidad de Fu Wong, que dirige los bajos fondos de Chinatown, y es responsable de los crímenes…
Dirección: William Nigh. Producción: Monogram Pictures. Productor: George Yohalem. Guion: Nina Howatt, con diálogos adicionales deJames Herbuveaux, según la adaptación de Lew Levenson del relato “The Twelve Coins of Confucius” de Harry Stephen Keeler. Fotografía: Harry Neumann. Música: Abe Meyer (director musical); Mischa Bakaleinikoff, Bernard B. Brown, Val Burton, Heinrich Kiehl, Hugo Riesenfeld (música de stock). Montaje: Jack Ogilvie. Dirección artística: E.R. Hickson. Intérpretes: Béla Lugosi (Mr. Wong), Wallace Ford (Jason H. Barton), Arline Judge (Peg), Fred Warren (Tsang), Lotus Long, Robert Emmet O’Connor (oficial McGillicuddy), Edward Peil Sr. (Jen Yu), Luke Chan (Chan Fu), Lee Shumway (Brandon), Ernest F. Young, Etta Lee, Chester Gan, James B. Leong, Theodore Lorch, Constantine Romanoff, Forrest Taylor, Beal Wong… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1934. Duración y datos técnicos: 63 min. B/N 1.37:1.
No cabe la menor duda de la condición del personaje que Béla Lugosi (que así aparece consignado en los créditos) interpreta en esta extraña película. Solo tres años antes, su colega y amigo Boris Karloff había interpretado La máscara de Fu Manchú, por lo cual un pequeño productor, George Yohalem, decidió montar esta barata película con destino a la Monogram, adaptando un relato del escritor Harry Stephen Keeler, y de un talante muy similar a las historias de Sax Rohmer. Así, la apariencia física de Mr. Wong es inconfundible, con el gorro cubriéndole el cráneo y los lacios bigotes, y su predilección por torturar a quien caiga en sus garras no tiene desperdicio: al poco de iniciarse el film, a un servidor que le ha fallado lo arroja a un foso atestado de ratas (“unos instantes con las ratas le enseñará”, masculla) y, si bien puede comportarse de un modo un tanto infantil dando patadas en las espinillas a un agente del Servicio Secreto Chino que cae en sus redes, con los protagonistas se mostrará más esmerado, así al héroe, Wallace Ford, poco faltará para aplicarle brasas al rojo sobre las carnes, y a la chica, Arline Judge ―que reemplazó a la originalmente prevista Dorothy Lee― estará a punto de introducirle astillas de bambú entre las uñas.
Todo se desata a partir de una leyenda sobre Confucio (Kong-fu-tze, 551 a. C.-479 a. C.), según la cual, en su lecho de muerte, éste repartió doce monedas entre otros tantos amigos; en la actualidad, se dice que quien posea las doce monedas logrará el poder en la provincia de Keelat y, por ende, en la China entera ―algo muy similar, por tanto, a lo que se refería en el citado film de Karloff, pero reemplazando a Gengis Khan por Confucio, y las armas de aquél por las monedas de éste―. Mr. Wong tratará de hacerse con éstas, acabando con quien se ponga en su camino.
Se trata de una típica obra de la productora Monogram, muy poco antes de ser absorbida, junto a otras pequeñas compañías, y reconvertida en la Republic en el mismo 1935; al año siguiente, sin embargo, la compañía re-emergió de manos de su original fundador, W. Ray Johnston.
Rodada con muy bajo presupuesto ―si bien los decorados fueron cedidos por otra productora, la RKO-Pathé, sitos en Culver City―, desarrollada con muy pocos personajes, escasas variaciones de escenarios y excesiva supeditación a los diálogos ―para que éstos sirvan de descripción a los acontecimientos, antes que mediante escenas que exijan inmoderada dedicación―, se trata de una pobre película en todos los sentidos, si bien notoriamente gozosa, gracias a diversos factores, como son la atractiva visión de los bajos fondos que ofrece, los curiosos decorados, como la cámara de torturas de Mr. Wong, y la enérgica y concisa caracterización de los personajes; las exiguas escenas de acción, como alguna que otra pelea, están atrozmente coreografiadas y montadas. Con situaciones cómicas un tanto sobrecargadas, en ocasiones, sin embargo, en este aspecto funcionará, con una especial predilección por el humor negro, como cuando, ante un cadáver, Wallace Ford declamará: “Era experto en lenguas”, a lo cual replicará un policía: “Será en lenguas muertas…”.
En cuanto a la interpretación que Bela Lugosi ofrece del misterioso Mr. Wong, prosigue las reglas típicas en sus roles de papeles similares, haciendo juego con la mirada y su peculiar forma de arrastrar las palabras, con repentinos exabruptos secos. De limitados recursos interpretativos, sin embargo, Bela Lugosi (1882-1956) lograba sacar un excelente partido de su experiencia, volcando con enorme pericia ésta, particularmente sobre personajes del carácter del tratado. El resto del reparto, es lamentable precisar, apenas alcanza el nivel de correcto.
Anécdotas
- No confundir el Mr. Wong que interpreta Bela Lugosi en esta película con el homónimo que, pocos años después, interpretó Boris Karloff, un detective privado.
- Estrenada en Estados Unidos el 22 de diciembre de 1934. En España se estrenó por televisión en un ciclo dedicado a Bela Lugosi, en VOSE y de madrugada, en la década de 1990.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
CALIFICACIÓN: **
- bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra