Un tren llega a una estación del sur de Estados Unidos durante la noche. El doctor Brewster, amigo de la familia Caldwell, es el encargado de recibir el conde Alucard, invitado a una fiesta en la mansión de Dark Oaks (Robles Sombríos). Pero el conde no llega en el tren nocturno: solo unos grandes cofres, que se pudieran confundir con ataúdes (pero no necesariamente). El curioso doctor Brewster se acerca a los cofres y comprueba que llevan impreso el nombre de su propietario, el conde Alucard. El doctor, observador (por médico y por viejo), se da cuenta de que Alucard, al revés, se lee Drácula, pero no le da mayor importancia.

Dirección: Robert Siodmak. Producción: Universal Pictures. Productor: Ford Beebe. Productor delegado: Jack J. Gross. Productor asociado: Donald H. Brown. Guion: Eric Taylor, según una historia original de Curt Siodmak. Fotografía: George Robinson. Música: Hans J. Salter; y música de stock de Werner R. Heymann, Charles Previn, Hans J. Salter, Frank Skinner. Montaje: Saul A. Goodkind. Dirección artística: John B. Goodman, Martin Obzina. FX: Jack P. Pierce (efectos especiales de maquillaje), John P. Fulton (efectos especiales). Intérpretes: Lon Chaney Jr. (conde Drácula/Alucard), Robert Paige (Frank Stanley), Louise Allbritton (Katherine Caldwell), Evelyn Ankers (Claire Caldwell), Frank Craven (doctor Harry Brewster), J. Edward Bromberg (profesor Lazlo), Samuel S. Hinds (juez Simmons), Adeline De Walt Reynolds (Madame Zimba), Pat Moriarity (sheriff Dawes), Etta McDaniel (Sarah), George Irving (coronel Caldwell), Charles Bates (Tommy Land), Joan Blair (Mrs. Land), Jess Lee Brooks (Stephen, el mayordomo), Cyril Delevanti (Dr. Peters, juez de instrucción), Robert Dudley (Jonathan Kirby, juez de paz), Ben Erway (Charlie, conductor de tren), Sam McDaniel (Andy, sirviente que saluda a Drácula), Jimmy the Crow, Robert F. Hill, George Meeker, Charles R. Moore, Jack Rockwell, Walter Sande, Emmett Smith… Nacionalidad y año: Estados Unidos 1943. Duración y datos técnicos: 80 min. B/N 1.37:1.

Robert Siodmak había nacido en Alemania (Dresde), pero su familia emigró a Estados Unidos, hizo fortuna, se arruinó y Robert se vio obligado a buscar distintos trabajos que tampoco le fueron bien. De ahí su regreso a Alemania, junto a su hermano Curtis, donde entra en el mundo del cine como guionista, y contacta con Edgar G. Ulmer, Fred Zinnemman o Billy Wilder. En Alemania rueda varias películas hasta que choca con las autoridades nazis (1933) cuando adapta el libro de Stefan Zweig[1] Ardiente secreto, con el título de Secreto que quema (Brennendes Geheimnis). Sigue su carrera en Francia de 1934 a 1939, y posteriormente en Estados Unidos como consecuencia de la ocupación de Europa occidental por los nazis. En 1943 firma contrato con la Universal y rueda Son of Dracula, con guion de su hermano Curtis y de Eric Taylor.

La carrera de Siodmak reúne un conjunto de películas en distintos géneros que me hace considerarlo como uno de los directores más interesantes, sólidos y con todo el derecho al título de auténtico cineasta del periodo clásico de Hollywood. Fue uno de los iniciadores del cine negro con títulos como La dama desconocida (Phantom Lady, 1944), Forajidos (The Killers, 1946) o El abrazo de la muerte (Criss Cross, 1949); tuvo éxito, asimismo, en el género criminal o de suspense: El sospechoso (Suspect, 1944), A través del espejo (The Dark Mirror, 1946). Y frecuentó otros géneros y lo hizo, en general, con solvencia. Hay que considerar la incursión de Siodmak en el género de terror con Son of Dracula, como un encargo del Studio que Robert Siodmak intenta, junto a Curtis Siodmak, llevar por nuevos derroteros. A su terreno, diríamos. Sin perder los valores esenciales de la novela de Bram Stoker y de las adaptaciones cinematográficas anteriores, como son el terror sobrehumano, la maldad de lo monstruoso o la locura del deseo obsesivo por la inmortalidad.

Tras Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922) de Murnau, y Drácula (Dracula, 1931) de Tod Browning[2], Son of Dracula resulta una de las variaciones más interesantes sobre la leyenda o mito de Drácula. En primer lugar, por llevarlo a Estados Unidos, bien cierto que al sur, con sus mansiones y ciénagas, pero lo aleja de Transilvania con sus castillos penumbrosos o de Londres con sus abadías arruinadas. Y lo hace deliberadamente, para contrastar ese mundo, que se identifica con el pasado y lo pasado, y el presente optimista y prometedor de “América”, donde no cabe un ser tenebroso y exterminador de la vida como es Drácula. El tratamiento de Siodmak, y la fotografía que lo acompañan, no pueden ser por tanto más realistas. Se produce también un desplazamiento del protagonismo de Drácula y su corte habitual hacia gente muy común: un médico de pueblo, una familia normal (salvo un miembro), un sheriff y sus ayudantes de un condado típico…

Hay un contraste obvio entre lo que representa Europa y América (en ese imaginario “americano” y hollywoodense), entre un mundo desolado por un poder oscuro y sanguinario y el nuevo mundo: para el doctor Brewster, de momento, el nombre de Drácula no significa nada; estamos en América ―se debe decir―, tierra de sangre joven y vigorosa, ajena a supercherías medievales europeas.

Salvo alguna excepción, como es el caso de una de las hijas del coronel Caldwell, la joven y bella Katherine Caldwell (Louise Allbritton), que ha estado en la vieja Europa y recorrido Hungría y, aunque no se nombra, entendemos que los Montes Cárpatos en Transilvania, esa comarca disputada por Hungría y Rumanía, patria del conde Vlad, feroz enemigo de los turcos y “amigo” de los empalamientos como arma de terror contra los enemigos de su fe[3]. Tierra, como sabemos, elegida por Bram Stoker para dar nacimiento a la leyenda de Drácula: el de un “muerto viviente”. No el primero de la historia, pero sí el mito que iba a tener más largo recorrido.

Katherine Caldwell ha tomado contacto con la leyenda de Drácula, y ha conocido ―suponemos― al conde Alucard y su naturaleza de “muerto viviente”, “no muerto” o “inmortal”, y su capacidad de transformación en vampiro o en humo. Es una mujer obsesionada con la posibilidad de la inmortalidad en la tierra y Alucard puede ofrecérsela. Ella está convencida de tal fenómeno desde su viaje y por eso ha invitado al conde a la plantación familiar de Dark Oaks. Quiere realizar su transformación en “muerta viviente” y para eso necesita a… Drácula.

Lo de “hijo” de Drácula que se halla en el título original es un sinsentido, tal como ocurre en La hija de Drácula (Dracula’s Daughter, 1936)[4]: un “muerto viviente”, que puede ser eterno si cumple los requisitos que todos conocemos (huir de la luz, etc…) no podría “procrear”. Salvo que procreara con antelación a su conversión en “muerto viviente” y las fuentes originales nos los ocultaran. Es asunto peliagudo, no suficientemente tratado, pero yo me inclino a que es un imposible teórico. Queda solo el recurso interesado de la producción para rodar una película sobre la leyenda y salvar el escollo de que el primer Drácula ya había sido “eliminado”, que no muerto.

En la fiesta familiar en la mansión, el conde Alucard, invitado principal, no solo no comparece, sino que aprovecha el tiempo para matar al padre de las dos hermanas y a una vieja gitana (Adeline DeWalt Reynolds) que, cual bruja de Macbeth, ha augurado los desastres por venir a Katherine. El testamento del padre ha sido cambiado recientemente por voluntad de esta, que renuncia a la fortuna de su progenitor a cambio de quedarse como única propietaria de la mansión. Una mansión aislada, con servidores negros, cercana a unas ciénagas, ideal para los proyectos de Katherine y del conde Alucard… Queda un pequeño obstáculo: el novio de esta, Frank Stanley (Robert Paige), que es despedido por la amada de forma expeditiva. El amante, como es lógico, no se va a conformar y entrará en un cierto estado de ira amorosa.

Ya el doctor Brewster ha empezado a dudar de la cordura de Katherine, ―algo que comparte con Claire (Evelyn Ankers), la también bella hermana― debido a ese interés en aceptar solo la plantación en el testamento, por su deseo de hacer una vida solitaria y por haber dejado “colgado” y despechado a Frank, el novio. También porque siente curiosidad por los cofres recogidos en la estación y que descubre en los sótanos del pabellón de invitados, acompañado por jaulas con gallinas (¿por la sangre de las aves?). Y porque sospecha que el conde Alucard visita asiduamente a Kathy.

Las cosas se precipitan cuando Katherine y Alucard se casan (de noche, obviamente) provocando la desesperación del antiguo novio. Este se presentará en la mansión para reprochárselo a Katherine y enfrentarse a Alucard, ya definitivamente Drácula.

Se ha debatido bastante la conveniencia de que el papel de Drácula recayera en Lon Chaney Jr. Su tipo robusto, su cara cuadrada y algo tosca, no nos parece encajar en el arquetipo que se ha ido formando en el tiempo y la tradición, y con muchos filmes por medio. Ahora bien, hay un rasgo importante que proporciona Lon Chaney Jr. y es el de la desmesurada fuerza de este Drácula, de carácter sobrehumano. Un rasgo que me parece de interés, junto a la sugestión que lo acompaña de su poderío erótico como chupador de sangre. No me parece incorrecto su papel, como tampoco el histriónico de Carlos Villarías en la versión española del Drácula de Melford.

En ese enfrentamiento, que comentábamos, Frank dispara sobre Drácula, con el resultado de que las balas le atraviesan sin hacerle mella, pero sí alcanzan a Katherine. Su desesperación es absoluta al creer que la ha matado y se entrega a las autoridades. Pero cuando estas visitan la mansión, encuentran a Katherine acostada cómodamente en la cama.

El doctor Brewster lleva sospechando hace tiempo sobre la verdadera naturaleza de Alucard. Consulta libros (entre otros lee párrafos del Drácula de Bram Stoker) y telefonea a su colega húngaro Lazslo (J. Edward Bromberg), que le introduce en las leyendas sobre Drácula de su tierra y en ese concepto de que la naturaleza esconde muchas cosas que la razón y la ciencia desconocen. Su viaje Estados Unidos es obligado.

A partir de aquí el desenlace se precipita, sobre todo con el descubrimiento posterior del cadáver de Katherine, ya convertida en vampiro y durmiente en su ataúd, y de la visita incorpórea de esta a su exnovio, encarcelado, en consecuencia, por asesinato…

El asunto de los “cuernos” que Katherine pone a Drácula es un giro de guion genial. No es Drácula quien seduce a Katherine, sino al revés y por interés. Kathy ha engañado a Alucard fingiendo que le ama, cuando solo desea que le convierta en una muerta viviente. A partir de este momento le sobra, y desea volver a los brazos de su novio, al que encarga que “mate” a Drácula. Eso sí, quiere compartir con su prometido la eternidad, un amor eterno, real y no solo “poético”.

Como he comentado con anterioridad, se compara constantemente Transilvania, una tierra asolada, yerma, debido a los desmanes como “chupasangre” de Drácula, con la juventud y vigor de las razas del Nuevo Mundo. Drácula viaja a América como un invasor que asalta una tierra prometida para seguir asolándola. Se introduce el tema del peligro externo a combatir, y se hace en plena II Guerra Mundial. De ahí a asociar, deliberadamente o no, el mito de Drácula con el nazismo invasor y exterminador, hay poco espacio mental que recorrer.

El final, sin duda, es precipitado. En una cinta de ochenta minutos, que ha necesitado una pausada exposición de personajes y hechos, esta parte es breve y concisa. Violenta, pues el aborrecimiento de Frank por Drácula se traduce en una lucha cuerpo a cuerpo y la demostración de que puede ser, además, más astuto que él. De igual manera, ese tono realista, de superación de las supersticiones y de combate contra lo maligno y misterioso, se muestra en las secuencias finales. Es el sacrifico de un amor, mantenido casi desde la niñez, para conseguir un fin superior: la destrucción de una monstruosidad, de una obsesión morbosa, de una obscenidad, de un peligro para un joven país, en nombre de ese mismo amor. Un final casi apoteósico entre el fuego y el dolor.

Por todo esto me parece una excelente película. Un tanto a contracorriente del estereotipo en que cayeron algunas adaptaciones posteriores. Con unas actrices y actores convincentes, y una ambientación y fotografía (como se ha comentado) que contribuyen a unir lo mórbido de la leyenda Drácula con esa otra leyenda de un Sur de mansiones, ciénagas, negros descendientes de esclavos y plantaciones con antiguos “aristócratas” decadentes, y a la vez mantener un tono realista general: el medico de pueblo (que nada tiene que ver con Van Helsing), la fiesta, el sheriff, y el mismo final.

Una cinta que muestra el oficio y el saber hacer de Robert Siodmak, al que le dan un tema, una leyenda, y consigue respetar los antecedentes y a la vez conferirle un sentido realista, contemporáneo, con rigor artístico.

 

Anécdotas

  • Esta película presenta la primera transformación de hombre en murciélago jamás vista en cámara. En Drácula (1931) no se mostraron transformaciones en pantalla.
  • Durante el rodaje, Louise Allbritton y su coprotagonista Robert Paige constantemente hacían bromas a sus compañeros de reparto. Un día, Pat Moriarity y Paige estaban filmando una escena en la que abren el ataúd de su personaje. Se sorprendieron al abrir la tapa y encontrar a Louise Allbritton dentro, completamente desnuda.
  • Lon Chaney Jr. interpreta al conde Alucard, el hijo del conde Drácula. Su padre Lon Chaney había sido elegido como el personaje principal en Drácula (1931), pero murió el 26 de agosto de 1930 a la edad de 47 años antes de que comenzara el rodaje.
  • En la película, los vampiros nunca muestran colmillos. El mexicano Germán Robles se convirtió en el primer actor en mostrar unos colmillos como vampiro, en El vampiro (1957), antes del primera Drácula de la productora Hammer.
  • Cuando el profesor Brewster está leyendo un libro sobre vampirismo, las primeras cuatro líneas, comenzando con «¿Qué clase de hombre es este Drácula?» y termina con «Estoy rodeado de terrores en los que no me atrevo a pensar», son extractos parafraseados del capítulo tercero de la novela Drácula de Bram Stoker.
  • Son of Dracula fue la primera película de Universal sobre Drácula rodada en un escenario alejado de los referentes de la novela. No hay escenas que se desarrollen en Transilvania o en Londres.
  • Continuación, en cierto sentido, de La hija de Drácula (Dracula’s Daughter, Lambert Hillyer, 1936). El Drácula de la Universal reaparecería en La zíngara y los monstruos (House of Frankenstein, Erle C. Kenton, 1944).
  • Estrenada en Estados Unidos el 5 de noviembre de 1943. En España no se vio hasta un ciclo televisivo en los años setenta del pasado siglo.

 

Gonzalo Francoblanco (Valladolid. España)

 

CALIFICACIÓN: ***

  • bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

 

[1] Stefan Zweig (1881-1942) fue un escritor e intelectual austriaco, representante de un mundo de principios del siglo XX culto, cosmopolita, antinacionalista, europeísta, pacifista, liberal, que empezó a derrumbarse con el ascenso del nazismo en Alemania y Austria. Exiliado en Gran Bretaña, Argentina y Brasil, se suicidó en Petrópolis junto a su pareja, como una manifestación de que no merecía la pena vivir en el mundo que parecían estar construyendo los fascismos. Autor de novelas y biografías que fueron muy leídas y que se siguen leyendo. Sus memorias El mundo de ayer (Ed. Acantilado, 2002) son una obra fundamental para entender el mundo de inicios del siglo XX y el mundo de entreguerras. Zweig tuvo fortuna con el cine: con la delicada y extraordinaria Carta de una desconocida (Letter from an Unknown Woman, 1948), de Max Ophüls; o 24 horas en la vida de una mujer (24 Hours of a Woman’s Life, 1952), de Victor Saville. El gran hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014), de Wes Anderson, es una recreación y homenaje al mundo de Stefan Zweig y una de mis películas favoritas del este cineasta.

[2] Aquí es de justicia incluir la versión española que se rodó a la vez, dirigida por George Melford, con Carlos Villarías como conde Drácula. Una película “clónica” muy digna en mi opinión.

[3] Francis F. Coppola en Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992) sí desarrolla en su versión esta vinculación entre el personaje histórico de Vlad el Empalador y el mito y leyenda de Drácula.

[4] La hija de Drácula (Dracula’s Daughter, 1936), de Lambert Hillyer, me parece una cinta sin interés, decepcionante.  Una comedia de salón, con toques de humor sin ninguna gracia, que recoge de manera torpe la materia o saga de Drácula, como disculpa para hacer otra cosa. Ni siquiera la hija de Drácula, en su presunta sofisticación, produce ni miedo ni atracción. No tomarás el nombre de Drácula en vano debería ser un mandamiento cinematográfico.