1900. El millonario norteamericano Alexander King se ofrece como financiador para transportar los tesoros de la tumba del príncipe egipcio Ra a cambio de explotarlo como un espectáculo. Pero la momia resucitará y se dedicará a masacrar a aquellos que profanaron su tumba.

Dirección: Michael Carreras. Producción: Hammer Film Productions, Swallow Productions Ltd. Productor: Michael Carreras. Productor asociado: William Hill. Guion: Henry Younger [Michael Carreras]. Fotografía: Otto Heller. Música: Carlo Martelli. Montaje: Eric Boyd-Perkins. Diseño de producción: Bernard Robinson. FX: Roy Ashton (maquillaje). Intérpretes: Terence Morgan (Adam Beauchamp / Re, hijo menor de Ramsés VIII), Ronald Howard (John Bray), Fred Clark (Alexander King), Jeanne Roland (Annette Dubois), George Pastell (Hashmi Bey), Jack Gwillim (Sir Giles Dalrymple), John Paul (inspector Mackenzie), Dickie Owen (la momia, Ra-Antef), Jill Mai Meredith (Jenny, la doncella), Michael Ripper (Achmed), Michael McStay (Ra-Antef), Harold Goodwin, Jimmy Gardner, Vernon Smythe, Marianne Stone, Olga Dickie, Nora Gordon, Pat Gorman, George Leech, Eddie Powell, Bernard Rebel, Roy Stewart, Larry Taylor…  Nacionalidad y año: Reino Unido 1964. Duración y datos técnicos: 78 min. – Technicolor – 2.35:1 – Techniscope – 35 mm.

Es curioso cómo, mientras que los ciclos de la Hammer pertenecientes a Drácula y Frankenstein tenían cierta continuidad (tampoco demasiado estricta, cierto es) título a título, en el dedicado a la momia ésta quedó por completo ausente. Puede que fuera debido a que el personaje del resucitado egipcio careciera de suficiente entidad como para centrar diversas películas en él, y usar como protagonista de la saga a un mismo egiptólogo enfrentado a distintas maldiciones pudiera parecer el colmo de la casualidad y mala suerte.

Sea como fuere, esta segunda entrega dedicada al zombi con vendas, después de La momia (The Mummy, 1959), de Terence Fisher, ofrece historia y personajes distintos, aunque conviene desarrollar determinadas precisiones. Así, una de las escenas en que la momia irrumpe en el domicilio de uno de los personajes está rodada exactamente igual a aquella del film de Fisher donde este hecho acontece en el domicilio de Peter Cushing, e incluso el diseño de la habitación por parte de Bernard Robinson es idéntico. Aparte de ello, el actor George Pastell aparece en ambas cintas: si en la primera encarnaba a un tal Mehemet Bey, aquí se llama Hashmi Bey. ¿Hermanos? Téngase en cuenta que la acción se desarrolla cinco años después de la previa.

Por lo demás, si se analiza el guion, ciertas constantes permanecen de un film a otro, aunque se han intentado maquillar para semejar novedosas. Y, la verdad, el maquillaje de esta otra momia queda aparente. La sobadísima historia de la reencarnación de la bella que es reconocida por la momia siglos después es reemplazada por una atractiva rivalidad entre hermanos, con uno benigno y otro maligno que, centurias después, podría parecer que invierten sus roles, si bien el personaje de Adam Beauchamp en ningún momento se hace simpático, salvo para la muy tonta de Annette Dubois, que se queda obnubilada con él a tal punto que hasta ignora groseramente a su prometido (yo de él hubiera dejado que la matara la momia).

Por desgracia, el atractivo punto de partida del guion de Michael Carreras (encubierto en el seudónimo de Henry Younger) no logra encontrar la matización en el libreto definitivo, que queda en exceso disperso y no consigue centrar ni la acción ni los personajes, a tal punto que parece que pretende tirar por diversos rumbos antes de encontrar su norte. Y en un film de tan breve duración ese es un fallo muy grave.

Como director Carreras se muestra algo más capacitado y, si bien es cierto que carece del genio de Terence Fisher para la puesta en escena y sacar partido dramático de escasos elementos, sí logra al menos transmitir cierta elegancia en la planificación, aprovechando muy bien la composición panorámica, integrando en un mismo plano diversos elementos para de ese modo establecer una relación de causa y efecto entre unos y otros.

Hay otro detalle curioso en el film, y es la obsesión de las manos amputadas. Resulta muy atrayente que la momia carezca de una de ellas por una sentencia de cuando estaba con vida, y finalmente su opositor sufra idéntico castigo; a ello, además, se suma ese mismo hecho justo al inicio de la película, con el padre de la chica protagonista. Esta constante temática será el leit motiv de la cuarta y última película del ciclo de la momia en la Hammer, la muy interesante Sangre de la tumba de la momia (Blood from the Mummy’s Tomb, 1971), de Seth Holt y Michael Carreras.

Es sorprendente, por lo demás, cómo en la presente película se nos ofrece un plantel interpretativo donde apenas hay caras conocidas. Incluso la más destacada de ellas, el habitual secundario de la Hammer Michael Ripper, desaparece pronto de la trama. La protagonista femenina es la británica Jeanne Roland, de breve carrera y dos veces chica Bond, que es convertida en francesa por la trama, en esa otra obsesión de la Hammer por las bellezas del continente, y para lo cual se procedió a doblar a la actriz para conferirle acento.

 

Anecdotario

  • Título en México: La maldición de la momia.
  • Michael Carreras firma el guion con el seudónimo de Henry Younger (Henry, «el más joven»). Se trata de un chiste dirigido a su compañero de la Hammer Anthony Hinds, que firmaba los guiones como John Elder (John, «el más anciano»).
  • Durante el flashback egipcio se oyen compases del tema original de La momia (1959) compuesto por Franz Reizenstein.
  • Siguiente película de la saga: The Mummy’s Shroud [tv/vd/dvd: El sudario de la momia, 1967], de John Gilling.
  • Estrenada en programa doble con La gorgona, el 18 de octubre de 1964. En España permaneció inédita hasta diversos pases televisivos y edición en DVD.

 

Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)